Cólera yanqui ante fracasos contra Venezuela.


Por Arthur González.

Ante los constantes fracasos por derrocar a la Revolución Bolivariana de Venezuela, Washington no ha encontrado más acciones y ahora preparan a la opinión pública para lanzar la invasión militar, vieja fórmula empleada en América Latina y otros países del mundo.

Desde que Hugo Chávez ganó las elecciones en Venezuela, Estados Unidos inició sus planes subversivos, hasta llegar al bochornoso golpe de Estado, con el apoyo político de su peón José María Aznar. Aquella maniobra les salió mal y Chávez regresó victorioso a Caracas, dándole más dolores de cabeza al imperio.

Ni las acciones de terrorismo llevadas a cabo por la llamada oposición venezolana, entrenada, abastecida y financiada por la CIA, ni la guerra económica, comercial y financiera, y menos aún el intento de proclamar a un títere como presidente del país, sin ser electo por el pueblo, les ha resultado y por tanto no ven más salida que la intervención militar.

Ante el nuevo escenario que se avecina en la región, con un México que no se les subordina, una Argentina sin Macri, un Chile al borde del colapso, Bolivia a las puertas de elecciones donde el partido MAS se vislumbra como favorito y Ecuador a la espera de enviar loma abajo al traidor Lenin Moreno, Estados Unidos parece querer adelantar sus planes militaristas.

Para dar ese peligroso paso, Estados Unidos ha desempolvado viejos planes aplicados contra Cuba, y para ello echan a rodar sus libretos de guerra psicológica, al declarar:

“La Revolución bolivariana adelantada por Chávez, terminó desvirtuándose al poco tiempo de sus ideales socialistas, para quedar reducidos a las actividades del narcotráfico”, por eso acusan de narcotraficantes al presidente Nicolás Maduro y a otras figuras su gobierno.

Ese mismo argumento lo empleó la CIA en su Programa de Acciones Encubiertas contra Cuba, marzo 1960, que dice:

“Se alentará al Consejo adoptar como lema Restaurar la Revolución, para que desarrolle una posición política que se avenga con el lema y se dirija al pueblo cubano como una alternativa política atractiva a la de Castro”.

Dicho Programa culminó con la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos en abril 1961.

Aunque llevan 60 años de frustraciones con Cuba, los nuevos oficiales de la CIA retoman viejos planes, con la esperanza de obtener una victoria. También recurren a la estratagema de declarar a Venezuela como país “patrocinador del terrorismo”, algo que hicieron contra la Revolución cubana, como regalo electoral a los grupos de presión política más poderosos de Estados Unidos, entre ellos el lobby anticubano.

El ser declarado como Estado “patrocinador del terrorismo”, es un arma legal empleada para justificar un conjunto de sanciones, incluso contra terceros países, en violación de leyes internacionales por su carácter extraterritorial.

Las leyes de Estados Unidos permiten que un país así calificado y sus funcionarios, no tengan inmunidad jurisdiccional en las cortes estadounidenses, por ese motivo solo castigan a los gobiernos que no son de su agrado.

Informes fabricados por organizaciones estadounidenses sirven de base a la Casa Blanca para sancionar a su antojo, mientras Estados Unidos, principal promotor y refugio de terroristas, no se menciona ni condena, a pesar de sus Programas y Planes especiales desclasificados, como pruebas irrebatibles de su actuar terrorista.

Estados Unidos posee amplia experiencia en acciones militares, mediante el empleo de pretextos creados por la CIA, tal y como le comentó el director Allen Dulles, al embajador británico, a quien le aseguró que “al negarle a Cuba la compra de armas en occidente, forzaban a Castro a comprarlas en el bloque soviético y en el caso de Guatemala, un envió de armas soviéticas creó la justificación a la CIA para derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz”.

Nicolás Maduro y su pueblo resisten agresiones ejecutadas por los yanquis, dirigidas a crear disgustos populares por las limitaciones de alimentos, medicinas y artículos de primera necesidad, la persecución comercial y financiera, actos terroristas contra fábricas, e incluso en la industria petrolera.

La construcción del Títere, Juan Guiado, y la presión ejercida sobre países aliados para que fuera reconocido, les salió mal, pues pasado un año de su auto proclamación continua sin respaldo popular y afloran sus vínculos con narcotraficantes colombianos y el enriquecimiento ilícito.

Las campañas mediáticas elaboradas para satanizar a Maduro son permanentes, la matriz de opinión va dirigida contra su capacidad intelectual, su ética y moral, les disparan a todos los puntos de su vida personal y política para sembrar la idea de que es “corrupto y se enriquece” con negocios ilícitos.

Acusaciones de supuestos abusos contra los derechos humanos, incluidos asesinatos extrajudiciales, torturas y arrestos arbitrarios, fueron respaldadas por Michelle Bachelet, en total complicidad con Estados Unidos, pero la verdad prevaleció y ella quedó desenmascarada al no asumir una posición similar ante las violaciones en Chile y Bolivia, avaladas con imágenes públicas, algo que en Venezuela no sucede.

Invenciones disimiles genera la CIA sin obtener una sola victoria, como las acusaciones descabelladas que Maduro alberga y trabaja con Hezbollah respaldado por Irán, algo risible.

Ante los fracasos de esas cruzadas asumen la acusación del narcotráfico, olvidándose que hasta la fecha las mismas autoridades yanquis aseguran que el 90% de la droga que ingresa a Estados Unidos, proviene de Colombia y los principales canales de tránsito son el Pacífico con el 84% del tráfico y no el Caribe, que apenas tiene un 7% del tránsito de la droga ingresada ilegalmente a Norteamérica.

Esa realidad no les importa para sus nuevos planes, hay que imputar a Maduro a toda costa, por eso el 26 de marzo 2020 el Departamento de Justicia lo acusó, junto a Diosdado Cabello, “de convertir a Venezuela en un Narco-Estado que auspicia el terrorismo, uniéndose a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia para exportar toneladas de cocaína hacia Estados Unidos”.

Cabe preguntarse, ¿por qué ahora realizan tal acusación, siendo Maduro uno de los hombres más perseguidos y vigilados por la CIA y otras agencias de inteligencia?

En un regreso a la época de los cowboys, William Barr, Fiscal General, anunció una recompensa de 15 millones de dólares por informaciones que ayude a capturar a Maduro, unido a otros 10 millones adicionales por 12 funcionarios o ex miembros de su administración, entre ellos el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López. ¿Es democracia pagar por la cabeza de jefes de Estado?

La impotencia yanqui es evidente y acuden a métodos violatorios de cuanta ley internacional existe y los derechos humanos que dicen defender; a la vez presionan a empresas y gobiernos extranjeros para que no le vendan a Venezuela medicinas y equipos para enfrentar la pandemia del Covid-19.

Estados Unidos parece estar jugando su última carta por cambiar el régimen en Venezuela y fabrican argumentos que justifique su intervención militar, pero como afirmara José Martí:

“Contra la verdad nada dura”.

 

 

 

Trump solo piensa en el dinero, no en la vida de los seres humanos.


Por Arthur González.

No hay dudas que el presidente Donald Trump está más interesado en el dinero que en salvarle la vida a millones de estadounidenses, ante el avance descontrolado de la pandemia del coronavirus que ya infestó a más de 46 mil personas y mató a unas 600, cifras que crecen por horas.

El estado de New York es el más afectado, donde la situación se hace muy crítica ante la falta de personal de la salud, equipos de ventilación y medios de protección, mientras el Presidente en conferencia de prensa le resta importancia a la pandemia al expresar:

“Los accidentes de automóviles son muchos más que cualquier número del que estemos hablando sobre el coronavirus y eso no significa que vayamos a decirle a todo el mundo que deje de conducir autos”.

Desde enero que se conocieron las dimensiones que tomaba la situación sanitaria del coronavirus, el gobierno de Estados Unidos no tomó acción alguna, pensando que, a ellos como “súper hombres”, no los afectaría y ahora su población paga caro los errores de sus gobernantes, que solo temen que la economía se afecte, algo confirmado por Trump al anunciar durante conferencia de prensa el 13.03.2020:

“Estoy considerando rebajar las medidas del Gobierno para frenar la propagación del covid-19, por el impacto negativo que están teniendo en la economía”.

¿Qué lugar ocupan los derechos humanos para el Presidente, al que solo le interesan las bolsas de valores y no la salud de sus ciudadanos?

En sus convicciones no hay equívocos y por eso afirmó:

“Esto puede crear un problema mucho mayor que el problema con el que empezamos, Estados Unidos no quiere perder empresas ni perder trabajadores”.

Todos los países toman medidas drásticas ante el avance de la pandemia, donde los muertos suman centenares por día, a pesar de la terrible afectación que tendrán sus economías, a la vez que buscan soluciones para los trabajadores que no pueden asistir al trabajo, pero Trump hace lo contrario, inactividad total, sumada a la del Congreso que, ante ese dantesco escenario de muertos y enfermos, no llega a un acuerdo para salvar vidas.

Los magnates están preocupados por sus negocios, dejando en un segundo plano la vida de los ciudadanos, algo que ratifica el carácter inhumano de ese sistema que se auto proclama “paladín de los derechos humanos”.

En momentos tan cruciales para la salud de millones de personas, los banqueros solo se intranquilizan por la crisis económica, temiendo que sea peor que la sufrida en el año 1929, algo que irremediablemente sucederá ante los miles de enfermos que no pueden asistir a sus trabajos y por tanto las producciones se verán reducidas, pero sino asumen una cuarentena como hizo China, la pandemia dejará más muertos entre los yanquis que las ocurridas durante las últimas guerras.

Trump se muestra enajenado ante la hecatombe que le espera y solo repite como un desequilibrado:

“Estados Unidos volverá, y pronto, a estar en funcionamiento, mucho más pronto que tres o cuatro meses como algunos sugieren. No podemos permitir que el remedio sea peor que la enfermedad”. Nuestro país no fue construido para ser cerrado”.

El coronavirus no solicita el monto de las cuentas bancarias para infestar y menos los cargos que ostentan sus víctimas, por eso están contagiados hombres de negocios, representantes y senadores, lo mismo que cualquier simple obrero, un homeless o un inmigrante sin documentos legales, situación que el mandatario no quiere ver.

Ya Nueva York suma 157 muertos y más de 20 mil infectados, entre ellos médicos, personal de la salud y hasta la policía, que reporta 129 agentes contagiados.

Una idea clara del pandemónium que vive hoy ese país, se refleja en la petición que le hicieran a Trump, varios gobernadores estatales y otros funcionarios, para que aplique iso facto la Ley de Defensa de la Producción, lo que permitiría al gobierno acelerar la producción de equipos y medios necesarios para salvar y proteger a la población, pero el presidente respondió: “tengo dudas, porque nacionalizar nuestros negocios no es un buen concepto”.

Esa forma de pensar es usual para hombre como él, nacido en cuna de millones de dólares, graduado en ciencias económicas, en la especialidad del sector inmobiliario. Su principal interés es hacer dinero sin mirar al prójimo, de ahí que en febrero 2018 la revista Forbes lo ubicara en el puesto 766, entre las personas más ricas del mundo, con un valor neto de 3 mil 100 millones de dólares. ​

Un gobernante diseñado para ganar millones no piensa jamás en su pueblo y eso lo pudieron escuchar los estadounidenses el 16 de septiembre de 2015, durante el segundo debate entre los precandidatos presidenciales del Partido Republicano, transmitido en vivo por la cadena CNN, donde sin el menor sonrojo dijo:

Soy un hombre muy rico”. “Yo manejo un gran negocio con números, uno en todos lados”. “Necesitamos mi manera de pensar y mi carácter para traer de vuelta el país. Por lo tanto, mi temperamento es bueno”.

En 2016 The Economist, publicó un análisis de la carrera empresarial de Trump,  en que concluyó:

“Su desempeño de 1985 a 2016 ha sido mediocre, en comparación con el mercado bursátil y la propiedad en Nueva York, teniendo en cuenta tanto sus éxitos como sus quiebras”. ​

Mientras The Washington Post afirmaba:

“Trump es una mezcla de fanfarronería, fracasos comerciales y verdadero éxito, y las quiebras de su casino son el fracaso más infame de su carrera comercial”.

La demora en la toma de medidas traerá como consecuencia una montaña de muertes, ante el crecimiento de la pandemia, situación que tendrá que cargar Trump sobre su endeble conciencia, observando con ansiedad como sus ambiciones de reelección de evaporan en cuestión de días.

Exacto fue José Martí cuando expresó:

“En los Estados Unidos el afán por la riqueza pervierte el carácter y hace a los hombres indiferentes”

 

 

 

Mientras atacan a Cuba, el sistema de salud y seguridad social de Estados Unidos se tambalea.


Por Arthur González.

Cuba sometida a una despiadada guerra económica, comercial y financiera desde hace 60, con el propósito de matar a su población de hambre y enfermedades, demuestra que tiene organizado un sistema de salud gratuito, capaz de enfrentar la actual pandemia del Coronavirus, unido a su seguridad social que no deja desamparado a ningún trabajador, algo solo alcanzable con un gobierno donde el ser humano es lo más importante.

Enemigos de Cuba no cesan de señalar manchas y acusaciones falsas, mediante campañas de prensa, especialmente por las redes sociales, pero callan el caos que experimentan sistemas de salud en países desarrollados, entre ellos los Estados Unidos, donde salen a luz las múltiples deficiencias de su sistema, por ser la salud pública un negocio.

Cuando en enero se conoció la magnitud de la epidemia del Coronavirus en China, Estados Unidos le restó importancia con su acostumbrada prepotencia de que a ellos no los afectaría, por tanto, no prepararon su sistema de salud, ni orientaron a la población a tomar medidas para prevenir la enfermedad, en las fronteras no aplicaron planes para detectar pasajeros con fiebre, ni otras acciones que pudieron evitar el contagio.

Cuba desde el inicio preparó a su personal de salud en las fronteras, centros turísticos y de servicios, instruyó al pueblo sobre las medidas higiénico sanitarias que deben asumir para evitar la propagación del virus, organizó rápidamente sus hospitales y otros centros para garantizar el aislamiento de enfermos y sospechosos, puso en marcha el sistema de monitoreo a nivel de barrios con los médicos y las enfermeras que atienden a cada familia y en su momento cortó la entrada de extranjeros.

En todas las escuelas y centros de trabajo dispuso el lavado de manos con hipoclorito de sodio y la limpieza de cuanta superficie pudiera servir de reservorio al virus.

Nada es perfecto, pero existe un sistema capaz de enfrentar la pandemia y la conciencia popular educada, algo de lo que carecen otros países con economías fuertes y sin la guerra económica y financiera que soporta la Isla.

Sin embargo, esos que se pasan el día viéndole manchas al sol en Cuba, no hacen lo mismo contra Estados Unidos u otros países, donde la falta de un sistema de salud popular gratuito, ha costado cientos de vidas.

Estados Unidos enfrenta carencia de material de seguridad necesario para sus médicos y enfermeros que luchan contra el Covid-19, como máscaras, guantes y ropa quirúrgica, exponiéndolos al contagio.

Donald Trump no ha puesto en marcha un plan de contingencia nacional, no le informa a su pueblo que se hace para enfrentar la pandemia, ordena fabricar priorizadamente esos medios de protección, unido a ventiladores y otros suministros necesarios para salvar vidas.

Estados Unidos evidencia la carencia de kits de pruebas, ni decreta reglas de contingencia para atender, sin costo alguno, a personas carentes de recursos económicos, donde la medicina es una industria de hacer dinero.

A más de tres meses de iniciarse la pandemia, Estados Unidos no tiene un plan de rescate económico para sus ciudadanos y el Congreso y la Casa Blanca no se ponen de acuerdo para aprobarlo, a pesar de que las cifras de infestados, sospechosos y muertos aumenta por horas.

No existe seguridad económica para los trabajadores que son enviados a sus casas por el cierre de centros comerciales, de servicios y otros, el gobierno no los respalda y se quedan sin recursos para alimentar a sus familias, pagar la renta y el seguro médico, escenario muy diferente al de Cuba, pero los críticos solo señalan la escasez de alimentos y jabón de baño, obviando los daños de la guerra económica que sufren los cubanos, ni de las ventajas del sistema de salud y seguridad social que disfrutan.

Congresistas demócratas y republicanos no acuerdan un plan de ayuda económica, porque los intereses de las clases dominantes son mayores al del pueblo, mientras las horas pasan y crecen los enfermos, muertos y desempleados.

Trump solo piensa en su reelección y en la caída de las bolsas que puede ser decisiva para sus aspiraciones, el pueblo no está entre sus prioridades. Como parte de su campaña de imagen hace promesas y ofende groseramente a periodistas, asumiendo conductas dictatoriales.

Mientras la inacción está presente en el Congreso y la Casa Blanca, Bill de Blasio, alcalde de la ciudad de Nueva York, alerta que los meses de abril y mayo serán mucho peores, suplicándole a la Casa Blanca medidas para ayudar a la compra de equipos de respiración asistida y otros suministros médicos, responsabilizando a Trump por no mover un dedo para ayudar, aun cuando conoce que más de 100 millones de estadounidenses están en cuarentena, otros 30 mil contagiados y la cifra de muertos supera los 300.

En Florida, el Departamento de Salud informó mil infestados con el Covid-19 y 13 muertos, y no existen suficientes camas para atender a los enfermos, si las cifras continúan creciendo.

Al carecer de un sistema de salud primario como el de Cuba, muchos de los contagiados están entre las personas que regresan del extranjero sin asistir al médico, porque el seguro les cobra la visita y al quedarse en sus casas, infestan a la familia.

Dándole la espalda a esa grave situación interna, Trump hace politiquería, enviándole una carta personal al líder norcoreano, Kim Jong-un, “como muestra de mi disposición para impulsar las relaciones”, ofreciéndose a cooperar en la lucha contra la pandemia de coronavirus.

Quizás pretende copiar a los 52 profesionales cubanos del sector de la Salud que viajaron a Italia para ayudar, no por dinero sino por humanismo y amor a la profesión, unido a 140 que arribaron a Jamaica para luchar contra la pandemia, más otro tanto en Venezuela y Nicaragua, algo que los médicos yanquis no hacen.

Esa es la diferencia que no soportan, porque como aseguró José Martí:

“Cuba no anda de pedigüeña por el mundo, anda de hermana”.

 

60 años de la declaración de guerra de los Estados Unidos contra Cuba.


Por Arthur González.

El 17 de marzo de 1960, coincidiendo con el santoral de San Patricio, el presidente republicano Dwight Eisenhower, le daba su aprobación a la CIA para ejecutar el primer Programa de Acciones Encubiertas contra la Revolución cubana, con el objetivo de destruir el proceso que despedazó la subordinación de Cuba a los Estados Unidos.

Fidel Castro no era aceptado por Eisenhower desde antes del 1ro de enero de 1959, sentimiento recogido en el acta de la reunión del Consejo de Seguridad Nacional, celebrada el 23 de diciembre de 1958, donde el director de la CIA, Allen Dulles y el mismo presidente de los Estados Unidos, afirmaron: “hay que evitar la victoria de Castro”.

A la vez, Eisenhower orientó buscar una tercera persona, ni Fulgencio Batista ni Fidel Castro, sino un hombre capaz que pudiera crecer en fortaleza e influencia, al que le darían suficiente dinero y armamentos, para lograr la dirección política de Cuba.

Ante la derrota del ejercito batistiano y la huida del dictador, Fidel Castro entraba triunfante en el escenario político cubano, a pesar de los esfuerzos yanquis por impedirlo. Por ese motivo Estados Unidos tomó la decisión de minarlo desde adentro y para eso la CIA tenía que repetir el plan ejecutado años antes en Guatemala, contra el presidente Jacobo Arbenz.

El objetivo del Programa de Acciones Encubiertas contra Cuba expone explícitamente:

Provocar la sustitución del régimen de Castro por uno que responda mejor a los verdaderos intereses del pueblo cubano y sea más aceptable para Estados Unidos, de manera tal que se evite cualquier asomo de intervención estadounidense”.

Esa negación ante la opinión pública, fue el requisito impuesto por Eisenhower, por si ocurría algún descalabro, poder decir que “no sabía nada de lo que la CIA había ejecutado”.

Para alcanzar dicho objetivo se establecieron varios procedimientos o metas, las que recogen:

Fabricar una oposición cubana responsable, atractiva y unificada al régimen de Castro, que se declare públicamente como tal, por lo que debe estar necesariamente ubicada fuera de Cuba”.

Esa “oposición” se construiría con elementos de la tiranía batistiana y testaferros de su política, con los cuales la CIA ya tenía contactos, preparándolos con el fin de “conformar una entidad política en forma de Consejo o Junta, integrada por tres grupos de aceptables”.

El lema que la CIA decidió utilizar era el de “Restaurar la Revolución”, acusando a Fidel Castro de haber traicionado los principios de la misma.

“Iniciar una poderosa ofensiva propagandística en nombre de la   oposición declarada”.

El fin era emplear una emisora radial clandestina, que transmitirá por onda larga y corta desde la isla Swan, en Honduras, para debilitar la base del apoyo popular a Castro. Así nacía la conocida Radio Swan que trasmitía noticias falsas, como parte de la guerra psicológica.

Desde esa emisora se emitieron las campañas de la inventada Ley de pérdida de la patria potestad, dando a luz a la Operación Peter Pan, que, bajo el terror infundido fueron enviados por sus padres hacia Estados Unidos, 14 mil 48 niños sin acompañantes, criminal acción diseñada por los jefes de la CIA, en contubernio con la Iglesia Católica.

“Creación de una organización secreta de inteligencia y acción dentro de Cuba, que responderá a las órdenes e instrucciones de la oposición en el “exilio”.

Con esa organización, la CIA buscaba obtener informaciones importantes de inteligencia, gestionar la infiltración y ex filtración de individuos de su interés, ayudar en la distribución en Cuba de propaganda, planear la disidencia de individuos claves y organizar grupos de apoyo a sus planes subversivos.

En esa época la CIA organizó y dirigió una veintena de redes con cerca de 500 agentes para la recolección de información militar, económica y política de Cuba, para trazar sus planes de terrorismo, reclutamiento de personas y la traición de funcionarios gubernamentales.

Paralelamente en territorio yanqui organizaron una fuerza paramilitar, con los mecanismos para el apoyo logístico a operaciones militares encubiertas en la Isla, con la intensión de crear focos contrarrevolucionarios en las zonas campesinas, que posibilitaran conformar una oposición armada a la Revolución.

“Evitar la rivalidad que perturbe y divida a los principales líderes cubanos de la oposición, en su papel de dirección dentro de la organización. Seleccionar a un presidente que sea un político juicioso, no ambicioso y eminente. Para derrocar a Castro se debe seleccionar a un líder, con apoyo norteamericano concentrado sobre él y fortalecido con la tarea a realizar”.

“La CIA tendrá que tener contactos directos con cierto número de cubanos y, para protegerlos, utilizará cuidadosamente como cobertura a un grupo de hombres de negocio norteamericanos, los cuales tienen interés marcado en los asuntos cubanos y desean apoyar a la oposición. Esos hombres de negocio actuarán como un mecanismo de financiamiento y a la vez como una vía para la dirección y apoyo al directorio de la oposición, bajo condiciones controladas por oficiales de la CIA.”

Estas acciones fueron desmanteladas por la Revolución cubana con el apoyo del pueblo, algo que no tuvieron en cuenta los dirigentes yanquis, al menospreciar la conciencia revolucionaria fortalecida a diario en torno a su máximo líder.

60 años después, la CIA repite sus mismos errores, tanto en Cuba como en Venezuela, país al que le aplican similares planes, a pesar de sus permanentes fracasos.

Ni ese ni los subsiguientes Programas de Acciones Encubiertas pudieron derrocar a la Revolución cubana, ni tampoco asesinar a Fidel Castro, a pesar de los centenares de planes.

Hoy la política yanqui no es secreta ni encubierta, es abierta y pública, lo que demuestra su verdadera faceta de emperadores del mundo, y aun así lo que recogen son más fracasos, porque como dijo José Martí:

“Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, detiene a un escuadrón de acorazados”.

Cuando el presidente Bill Clinton entregó el poder a la mafia terrorista anticubana.


Por Arthur González.

  Se iniciaba el año 1996 y la mafia terrorista anticubana radicada en Estados Unidos, veía con odio como el gobierno del presidente William Bill Clinton daba señales de un posible mejoramiento de las maltrechas relaciones con su vecino cubano, al desarrollar su política de Pueblo a Pueblo, permitiendo un tibio acercamiento con delegaciones de estudiantes estadounidenses a Cuba y de otros sectores de esa sociedad.

Varios senadores y representantes llegaban a la Habana y eran recibidos por el propio Fidel Castro, algo que la mafia observaba con disgusto y por tanto tenían que diseñar alguna provocación que impidiera esa peligrosa aproximación, según la consideraban ellos.

Ante ese escenario la representante Ileana Ros-Lehtinen intervino como facilitadora de la compra de varias avionetas, por parte de la organización contrarrevolucionaria Hermanos Al Rescate, con el fin de que esta iniciara varios vuelos ilegales a Cuba.

Tales vuelos eran para violar de forma reiterada el espacio aéreo cubano y lanzar a baja altura, propaganda en contra del gobierno cubano donde llamaban a la sublevación, acción riesgosa por hacerlo encima del populoso barrio del Vedado, en el cual se ubican los principales hoteles, ministerios, la universidad de la Habana, cinco hospitales, y los edificios de mayor altura del país.

Cuba denunció públicamente esas provocaciones e incluso envió mensajes al propio presidente Clinton, a través de una delegación de militares retirados que visitó la Isla.

Ninguna de esas denuncias fue escuchada, a pesar de la alerta de que no se permitirían otras provocaciones similares.

El gobierno cubano tenía muchos antecedentes de violaciones del espacio aéreo, cuando el 11 de octubre de 1959, a solo 10 meses del triunfo revolucionario, aviones procedentes de los Estados Unidos incursionaron en tres ocasiones sobre zonas de las provincias de Pinar del Río y Camagüey, donde bombardearon centrales azucareros.

El 21 del mismo mes y año, otro avión voló sobre la capital cubana y lanzó bombas, que dejaron un saldo de dos muertos y 45 heridos. El piloto de dicho avión era el desertor de la Fuerza Aérea de Cuba, Pedro Luis Díaz Lanz, quien días después lo admitió en declaraciones ante el FBI, sin que fuera detenido ni sancionado.

Un día después, el 22 de octubre, otra aeronave procedente de los Estados Unidos bombardeó un tren de pasajeros cuando recorría la provincia de Las Villas.

Al año siguiente, el 12 de enero de 1960 bombas incendiarias caían sobre campos de caña de azúcar en La Habana y el 21 de enero un avión también procendente de Estados Unidos, lanzaba cuatro bombas de cien libras sobre La Habana, causando cuantiosos daños materiales.

Acciones similares se produjeron el 28 y 29 de enero, cuando cinco aviones bombardearon campos de caña en las provincias de Camagüey y otros tres en Oriente. Actos idénticos suceden el 7 de febrero de 1960 en Camagüey, y el 23 sobre Las Villas y Matanzas.

En esta última provincia, el día 18 fue abatido un avión que atacó un central azucarero, donde resultó muerto el piloto yanqui, Roberts Ellis Frost.  En los documentos rescatados consta que en tres oportunidades anteriores había violado el espacio aéreo cubano, hechos reconocidos por el Departamento de Estado, ante las evidencias presentadas.

La lista de actos iguales es larga, por lo que Cuba ante las constantes provocaciones de la organización Hermanos Al Rescate, y su negativa de suspenderlas, decidió derribar a dos de las tres aeronaves en su nueva violación del territorio nacional.

Al tratarse de un plan concebido para lograr ese suceso, la mafia terrorista con representación en el Congreso yanqui, conformó un show mediático, haciéndole creer a la opinión pública que los pilotos de Miami eran inocentes y Cuba, la agredida, era la responsable del hecho, lo que condujo a fuertes presiones contra el presidente Clinton, conminándolo a que el 12 de marzo de 1996 aprobara la execrable Ley para la libertad y la solidaridad democrática cubanas, conocida como Ley Helms-Burton.

Con su firma, Clinton le regaló al Congreso el derecho, que tenían hasta entonces los presidentes de Estados Unidos, de derogar el mal llamado Embargo contra Cuba, imponiéndole sanciones más fuertes con el propósito de matar por hambre y enfermedades a su pueblo.

La citada Ley “Libertad”, incrementa las medidas de guerra económica, comercial y financiera, establecidas en 1962 por el presidente John F. Kennedy, sancionando además a los bancos extranjeros que otorguen financiamientos a Cuba y otras medidas como la persecución de los extranjeros que inviertan en la Isla.

Triste día para la historia, donde se puso de manifestó como un grupo de terroristas secuestraron las facultades del presidente de los Estados Unidos, ante intereses espurios contra un pueblo, cuyo único delito fue decidir caminar soberanamente sin cadenas imperiales.

Mucha razón tenía José Martí cuando afirmó:

“Nada más justo que dejar en punto de verdad las cosas de la historia”.