Por Scarlett Lee
A la memoria de Aylan Kurdi
Amigo:
No voy a hablarte de política, ni siquiera te diré por qué apoyo a tu Presidente Bashar al-Asad, quiero invitarte a venir a mi casa, a que te “refugies” en una casa de campo en Cuba, para que no tengas que lanzarte al mar Egeo y correr el riesgo de morir en una playa turca. Solo debes traer contigo la disposición de darle espacio a una cultura muy diferente a la tuya.
La mía es un casa de campo modesta, entre lomas y trillos -la carretera queda un poco lejos- pero allí estarás rodeado de gente buena y alegre que te brindará café en las mañanas, que compartirán contigo lo mismo guarapo de caña, yuca con mojo, arroz blanco y potaje de frijoles negros, una buena ayaca o un vaso de caldoza. Gente trabajadora que lo mismo te hablará de la necesidad de poner fin al bloqueo económico que EE.UU ha impuesto a Cuba, lo mala que está la “cosa”, de la guerra civil en tu país, del genocidio en Gaza, del estado del tiempo, de los deportes…en fin.
Allí encontrarás a mis padres, prestos a quererte y a continuar educándote. Ellos te inculcarán valores como a sus propios hijos: mi hermano de 21 años y esta servidora, de 25. Pero también, sin miramientos, te darán un tirón de orejas cuando consideren lo merezcas.
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