Por Arthur González.
Los detractores del proceso cubano, se han sentido ofendidos con la designación de La Habana como Ciudad Maravilla, entre las siete del mundo con esa condición, a pesar de que la selección fue realizada a través de un concurso con votación online, llevado a cabo por la fundación suiza New7Wonders, que en nada tiene que ver con el sistema socialista.
Los que expresan su malestar aducen a que la ciudad está en parte destruida y repleta de problemas, algo cierto, pero no dicen que esa añeja capital, próxima a cumplir 500 años, resiste la más larga y cruel guerra económica de la historia de la humanidad impuesta por el país que se auto titula “campeón de los derechos humanos”, mientras pretende rendir por hambre y enfermedades a los cubanos, sin lograrlo.
Lo que hace maravillosa a la ciudad de La Habana es su resistencia, la perseverancia por renacer de las ruinas y reconstruir con mucho esfuerzo sus vetustas construcciones históricas, las que hubiesen desaparecido en el sistema capitalista existente hasta 1958, como hizo el tirano Fulgencio Batista con el edificio que albergó a la primera universidad de la Habana, para convertirlo en una anacrónica construcción con una terminal de helicópteros.
Los visitantes extranjeros que arriba a la Habana ven asombrados el rescate de palacetes coloniales, plazas y monumentos de alto significado arquitectónico no vistos en otra urbe latinoamericana por el respeto que se hace de sus valores y además por tener la virtud de emplear a los propios habitantes de la zona, los que se benefician económicamente y brindan cuidados y amor a la obrar, debido al sentido de pertenencia.