Los yanquis ordenan y sus lacayos cumplen.


Por Arthur González.

Desde 1959 el gobierno de Estados Unidos y la CIA, iniciaron una guerra psicológica contra la naciente Revolución cubana, encabezada por Fidel Castro, a quien el presidente D. Eisenhower y el director de la CIA, Allen Dulles, no querían para dirigir a Cuba, como expresaron en la reunión del Consejo de Seguridad, celebrada el 23 de diciembre de 1958: “Debemos evitar la victoria de Castro”.

Por la animadversión hacia el líder cubano, la CIA desató una amplia campaña de mentiras, con el objetivo de desacreditarlo ante la opinión pública, algo que el propio Fidel Castro denunció en 1959 durante la conocida Operación Verdad.

Se iniciaba así la cruzada mediática contra la naciente Revolución, que aun 60 años después se mantiene e intensifica.

Muchas han sido las mentiras elaboradas por especialistas en guerra psicológicas de la CIA, consumiendo presupuestos millonarios que no le han servido para nada.

Documentos desclasificados de la CIA confirman su participación, como se expone en el Proyecto Cuba:

[…] “La reunión de la OEA (nota: contra Cuba) será apoyada por demostraciones públicas en América Latina, generadas por la CIA y las campañas psicológicas asistidas por USIA”.

En los años más recientes esa guerra se centró en varios temas: los inventos de las “violaciones de los derechos humanos”, “falta de libertades”, incluida la religiosa, “esclavitud de los médicos” y todo lo pueda crear una matriz de opinión negativa contra Cuba.

Para ejecutarlo, fabrican “disidentes” que se encargan de divulgar sus falsedades, como el caso de José Daniel Ferrer, quien intentó acusar a un policía cuando estaba detenido, de que lo había golpeado, sin saber que una cámara oculta filmaba su auto agresión, pero aun viendo ese espectáculo el Parlamento Europeo, bajo las presiones yanquis, se hacía eco de la denuncia del mercenario.

La más reciente campaña es contra el Decreto Ley 370 “Sobre la informatización de la sociedad cubana”, en el cual se establece como una contravención: “Difundir, a través de las redes públicas de transmisión de datos, información contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas”.

Ante esto, los yanquis se asustaron porque les impide hacer campañas subversivas a través de las redes, algo que soñaron desde 1996 cuando la Rand Corporation, del Instituto de Investigaciones para la Defensa Nacional, preparó un estudio para el Departamento de Defensa, que expresa:

“Es nuestro interés ayudar a la apertura y forzar el surgimiento de una sociedad civil independiente, mediante el empleo del enlace de Cuba a Internet, utilizándola para transmitir noticias y análisis balanceados, promover su uso por ONG cubanas, universidades y otros destinatarios”.

Similar interés se aprecia en las declaraciones del senador Marco Rubio, durante evento celebrado el 2012, en la Fundación Heritage, de conjunto con Google Ideas:

“El sistema totalitario cubano podría derrumbarse si todos los cubanos tuvieran libre acceso a Internet, porque Cuba seguiría la misma suerte de aquellos países que pasaron la Primavera Árabe”.

Basado en ese propósito, el presidente Barack Obama, aprobó, durante su segundo mandato, la licencia a Google para entrar en Cuba, con el fin de llegar con sus informaciones distorsionadas, sus símbolos y sus valores, a la juventud cubana, por eso al hacerlo afirmó:

Podemos hacer más para apoyar al pueblo cubano y promover nuestros valores a través del compromiso”. “Los cambios introducidos en nuestra nueva política potenciarán aún más nuestro objetivo de empoderar al pueblo cubano. […] y brindarles nuevas fuentes de información…”

Ante esos planes subversivos, la Revolución cubana tiene el derecho de defenderse legalmente, aunque ladren los lacayos dirigidos y financiados con los dólares norteamericanos.

No importa el partido que esté en el poder, ambos persiguen el mismo fin, destruir el proceso revolucionario de Cuba a como dé lugar y para eso destinan millones de dólares.

El actual mandatario Donald Trump, dijo durante su campaña electoral en 2016:

Reclamamos una plataforma aérea para las transmisiones de Radio y TV Martí, y la promoción del acceso a Internet como herramienta tecnológica para fortalecer el movimiento pro democracia en Cuba.”

Por estas razones hoy observamos como los principales lacayos financiados por los yanquis, se lanzan contra el Decreto Ley 370, como si fuese algo extraterrestre y que ningún otro país tuviera leyes semejantes.

¿Por qué no condenan la plataforma Twitter o a Facebook, cuando cancelan cuentas de usuarios que defienden a la Revolución y combaten las calumnias de aquellos financiados por los yanquis para mentir contra Cuba?

Eso sí impide la libre expresión y el pensamiento, pero como es a favor de Cuba no les importa.

¿Qué derecho tiene el construido Observatorio Cubano de Derechos Humanos, pagado con dinero yanqui, de acusar a Cuba? Sigue leyendo

La OEA al servicio de los Estados Unidos.


Por Arthur González.

Cuando Cuba calificó a la Organización de Estados Americanos, OEA, como un ministerio de colonias yanquis, lo hizo con las evidencias de que Estados Unidos manipulaba a su conveniencia las resoluciones que se aprobaban en dicho organismo, siempre para respaldar su injerencia en los asuntos internos de los países latinoamericanos.

Lo que el mundo observa hoy en la OEA es lo mismo que siempre hicieron, aunque hay que reconocer que en estos tiempos lo hacen de forma abierta y descarnada, de ahí que Washington respalde totalmente a Luis Almagro, viejo agente de la CIA desde los años 70, cuando lo reclutaron para conocer los planes políticos que se diseñaban en Uruguay, por parte de José Mujica.

Almagro fue elegido en 2015 como Secretario General, a partir de las presiones ejercidas por el Departamento de Estado yanqui, sobre los dos candidatos a ese cargo, el ex vicepresidente guatemalteco Eduardo Stein y el jurista peruano Diego García-Sayán, quienes retiraron sus candidaturas.

Lo que hace la OEA contra Venezuela en estos tiempos es copia de lo ejecutado contra Cuba desde 1960, cuando Washington desplegó una serie de medidas para ahogar a la naciente Revolución cubana, que mostraba su camino de independencia y soberanía, separada de la sumisión mostrada por anteriores gobiernos desde 1902.

Valiosos documentos oficiales yanquis, desclasificados y publicados, dan cuenta de cómo Estados Unidos maneja a su antojo a la OEA, algo que realmente asombra a los más incrédulos, por la forma tan dictatorial empleada para presionar a los países miembros.

Un informe redactado por Robert A. Stevenson, de la reunión presidida por el Secretario de Estado, el 27 de junio de 1960, para debatir las cuestiones relacionadas con el Programa de Presiones Económicas contra Cuba, ilustra lo antes expuesto.

Al presentar las posibles acciones para ahogar la economía de la naciente Revolución, Gordon Gray, Asistente especial del presidente Dwight Eisenhower para Asuntos de la Seguridad Nacional, preguntó si no había ninguna duda respecto a lo que pudiéramos decir ante la OEA en privado y lo que debíamos decir ahora en público.

Ante la inquietud del Secretario del Tesoro, Robert B. Anderson, si Roy Rubottom, Secretario Ayudante del Departamento de Estado, creía que el gobierno de Estados Unidos podría lograr el apoyo de la OEA a las medidas contra Cuba y al este decirle que no, el Secretario de Estado, John Foster Dulles, expresó: “Estamos de acuerdo en eso, porque el apoyo de la OEA no es seguro para realizar una operación conjunta contra Cuba”.

En ese sentido, el Secretario de Estado planteó:

“Si Estados Unidos lo solicita y no lo obtiene, la OEA volará más alto que un papalote”.

Por su parte el Secretario del Tesoro apuntó:

“En caso de fracasar, algunos de nuestros amigos en la OEA, no solo serán expulsados de sus cargos, sino que algunos serán eliminados como resultado de esa maniobra”

En 1962 después de derrotada la invasión mercenaria organizada por la CIA y financiada por el gobierno de Estados Unidos, el presidente J.F. Kennedy aprobó nuevas y más amplias medidas para derrocar a la Revolución, entre ellas algunas para justificar una invasión con las fuerzas regulares del ejército yanqui.

Dentro del conjunto de acciones diplomáticas se le asignó al Departamento de Estado, concentrar sus esfuerzos para actuar sobre los participantes en la Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, que iniciaba sus trabajos el 22 de enero 1962, con el propósito de buscar el respaldo mayoritario a las resoluciones que se presentarían para condenar a Cuba y la aislarla del resto del Hemisferio.

En esas acciones se le asignó a la CIA y a la Agencia de Información de Estados Unidos, USIA, la tarea de organizar en los países de América Latina, demostraciones públicas en apoyo a las decisiones tomadas en la OEA y campañas psicológicas en los medios masivos de comunicación para darle un mayor respaldo y crear el clima necesario, con la finalidad de que las masas condenaran a la Revolución cubana.

Así mismo apuntaron:

“La mayor tarea para nuestra hábil diplomacia es alentar a los líderes latinoamericanos a desarrollar operaciones independientes similares a este Proyecto, buscando una rebelión interna del pueblo cubano contra el régimen comunista”.

Es lo mismo que hacen hoy contra la República Bolivariana de Venezuela, en complicidad de la Unión Europea y países serviles a Estados Unidos.

Nada ha cambiado desde esa época, porque la esencia de la política yanqui contra la Revolución radica en lo expresado en 1961 por el General Maxwell D. Taylor, en aquel entonces Presidente del Grupo de Estudios sobre Cuba, hasta junio de ese año, al analizar las causas de la derrota en Bahía de Cochinos:

“Tenemos la impresión general de que no puede haber convivencia a largo plazo con Fidel Castro como vecino. Su continuada presencia en la comunidad hemisférica, como un exponente peligrosamente efectivo del comunismo y el antinorteamericanismo, constituye una amenaza real capaz de derrocar, con el tiempo, a los gobiernos electos en una o más repúblicas de América Latina” …

“Es recomendable que la situación cubana se reevalúe a la luz de todos los factores actualmente conocidos y se proporcione una nueva guía para la acción política, militar, económica y propagandística contra Castro”.

A diferencia de esas posiciones, que no admiten reconocer y aceptar la soberanía de Cuba a solo 90 millas de sus costas, la expuso el 27 de enero de 1960 el entonces presidente de la República de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado, en nota de respuesta a declaraciones del presidente Eisenhower, cuando le explicó la posición cubana, la misma que se mantiene hasta nuestros días:

“Nuestro gobierno declara que, en el pleno ejercicio de su soberanía, no concebirá ni admitiría política de intervención alguna. Las diferencias de opinión que pueden existir entre ambos gobiernos, como sujetos a negociaciones diplomáticas, pueden resolverse, efectivamente, mediante tales negociaciones.

El gobierno de Cuba está en la mejor disposición para discutir tales reservas y con absoluta amplitud todas las diferencias, y declara expresamente, que entiende que no existen obstáculos de clase alguna que impidan la realización de esas negociaciones, a través de cualquiera de los medios e instrumentos tradicionales adecuados a ese fin, sobre la base del respeto mutuo y reciproco beneficio, con el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos.

Desea el gobierno de Cuba mantener e incrementar las relaciones diplomáticas y económicas, que sobre esa base es indestructible la amistad tradicional de los pueblos cubanos y norteamericano”.

La vida demuestra que Estados Unidos persiste en su principio de no aceptar en Cuba un gobierno que no se arrodille ante ellos y por eso no hay arreglos, porque para el pueblo cubano, como dijo José Martí:

“La independencia es condición de esencia de la vida”

 

 

Washington debe sacar conclusiones de lo cuesta calumniar a Cuba.


Por Arthur González.

Desde que el asalariado de Estados Unidos, José Daniel Ferrer fue arrestado, al ser acusado por varios ciudadanos que sufrieron golpizas propinadas por él y por dos de sus secuaces, las campañas mediáticas para atacar a Cuba no han cesado, prueba de que realmente Ferrer es uno de sus peones en la Isla.

El Departamento de Estado, la OEA, el Parlamento Europeo y Amnistía Internacional, se lanzaron a calumniar a las autoridades cubanas de “arrestarlo arbitrariamente”, desconociendo la salvaje agresión que este delincuente propinó a sus víctimas, ahora trasmutado en “disidente” por obra y gracia de los yanquis.

Una demostración de cómo manipulan las informaciones contra la Revolución cubana, es la cruzada a favor de un solo detenido, mientras callan sobre los miles de detenidos arbitrariamente en Ecuador, Chile, Bolivia y Colombia, porque esos sí son realmente opositores a los regímenes neoliberales que cuentan con el visto bueno de los yanquis.

Estados Unidos, la OEA y la Unión Europea, no han condenado el golpe militar fraguado por la CIA contra el presidente Evo Morales, situación que recuerda a los ejecutados durante el pasado siglo XX en Latinoamérica, organizado desde el Norte contra gobiernos que no eran del agrado de Washington.

Evidentemente los yanquis no quieren aceptar la realidad y por eso levantan calumnias, algo que deberían tener presente los miembros del Parlamento Europeo que siguen sus instrucciones, por constituir delitos sancionado por leyes.

Recientemente el diario español El País, publicó una noticia en la que relata la condena emitida por un tribual de Granada, sobre un ex Concejal del partido Izquierda Unidas, quien calumnió e insultó a un agente de la Guardia Civil y ahora tendrá que pagar nada menos que 5 mil euros.

Esa suma se compone de 3 mil 500 euros de indemnización al calumniado, más mil 440 euros de multa a razón de ocho euros al día durante seis meses, más los costos judiciales, que en ese caso se valoran aproximadamente en 3 mil euros. El total, sin incluir el costo de publicar la sentencia en un diario local, alcanzan los 8 mil euros.

Entre las varias calumnias estaban la de cometer abusos de autoridad y maltrato a la gente en el cuartel.

La investigación ejecutada por las autoridades determinó que todo era inventado, algo similar a las acusaciones que realizan varios de los asalariados de Estados Unidos y hasta la Encargada de Negocios yanqui en La Habana, quien viaja a Santiago de Cuba para entrevistarse e instruir a José Daniel y otros “disidentes”, a los que entrega altas sumas de dinero, en total violación de la Convención de Viena de 1961 para las relaciones diplomáticas.

Cuba tendrá que aplicar lo establecido en el código penal vigente y sancionar a los asalariados de Estados Unidos, para que sepan que no son impunes y tienen que respetar las leyes como cualquier ciudadano del mundo.

Cotidianamente los contrarrevolucionarios delinquen al ejecutar acusaciones falsas, a sabiendas que faltan a la verdad, además de difamar públicamente a las instituciones de la República y a las organizaciones políticas, de masa y sociales del país.

Convencidos de que los hechos que divulgan son falsos, solo con el interés de desacreditar a las autoridades, comenten el delito de calumnia; así como el de difamación, al imputar conductas y hechos que dañan la reputación de los agentes del orden, con el propósito de predisponer a la opinión pública contra ellos.

Los asalariados siguen las instrucciones de su amo, prueba de ello fueron las declaraciones del ex director de la CIA y actual secretario de Estado, Mike Pompeo, quien dijo el pasado 23 de noviembre 2019:

“El régimen ha lanzado acusaciones infundadas contra Mara Tekach, Encargada de Negocios en La Habana, en un intento por desviar la atención internacional del aberrante trato que recibe el pueblo cubano, en particular la actual detención del opositor José Daniel Ferrer. “Nuestro único deseo es que otros ciudadanos cubanos, incluidos los más de 100 presos políticos que se encuentran actualmente encarcelados por el régimen cubano y los cientos de otros disidentes que padecen la persecución oficial, puedan gozar de ese mismo derecho de libertad de expresión y de la posibilidad de criticar a su propio Gobierno en Cuba, como deberían poder hacerlo si Cuba cumpliera sus compromisos internacionales en materia de derechos humanos.”

Acusaciones falsas y calumnias para desacreditar a la Revolución, frustrados por los 60 años de fracasos, al no poder derrocar el socialismo que tanto odio les causa debido a las ventajas sociales que le da al pueblo, algo que sus políticas neoliberales no hacen y traen como resultados las protestas de cientos de miles de personas en Europa y América Latina, las que reprimen brutalmente al mejor estilo de los nazis.

Es la mentira repetida hasta hacer creer que es una verdad, porque en Cuba no existen esos llamados “presos políticos”, como quieren sembrar en la mente de ciudadanos de otros países y nadie es perseguido por hablar lo que piensa. Prueba de ellos son las constantes mentiras que divulgan los “opositores” en las redes sociales, los criterios que emiten libremente muchos ciudadanos en ómnibus, establecimientos comerciales y otros lugares, sin tener problemas con la policía.

Tales falacias ponzoñosas las expresó el presidente Barack Obama en su discurso del 17 de diciembre 2014, cuando mintió al afirmar:

“…No me hago ilusiones con respecto a los continuos obstáculos a la libertad que aún enfrenta el ciudadano cubano común. Los Estados Unidos consideran que ningún cubano debe ser víctima de acoso, arresto o golpizas, solo por ejercer el derecho universal de hacer que su voz se escuche. Continuaremos apoyando a la sociedad civil allí”.

Al informar la apertura de su embajada en La Habana, expresó claramente:

“…Podremos aumentar considerablemente nuestro contacto con el pueblo cubano” … “Tendremos más personal, y nuestros diplomáticos podrán participar de manera más extensa en toda la Isla…incluida la sociedad civil y con los cubanos que buscan alcanzar una vida mejor” … “Estados Unidos no dudará en protestar cuando vean que en Cuba se actúa de forma contradictoria con sus valores y sobre sus conceptos de libertad de expresión, asociación y el acceso a la información”.

Nada ha cambiado porque su injerencia en Cuba no está sometida a un partido u otro, es intrínseca a sus políticas hegemónicas en el mundo, por eso como afirmó el General Antonio Maceo, “no nos entendemos”.

Ante las mentiras y falsedades a Cuba no le temblará la mano para actuar de acuerdo a sus leyes, porque como aseveró José Martí:

“No se ha de permitir el embellecimiento del delito, porque es como convidar a cometerlo”

 

 

 

 

La ceguera política de los que condenan a Cuba y Venezuela.


Por Arthur González.

Personajes funestos como el agente CIA Luis Almagro, adoptan posiciones que evidencian la ceguera política que los afecta, en su obsesión enfermiza contra Cuba y Venezuela.

Cuando salió del closet, dándose a conocer como traidor de sus propias ideas de izquierda, Almagro tuvo que seguir las orientaciones de sus jefes, pero ya de forma pública, y atacar todo lo que oliera a socialismo en la región. De ahí que fuese seleccionado para dirigir la desprestigiada OEA, con el fin de condenar a Venezuela y a Cuba, a pesar de que esta última no forma parte de ese llamado “Ministerio de colonias yanquis”.

No queriendo reconocer que el proceso revolucionario venezolano es auténtico y cuenta con el apoyo mayoritario de sus ciudadanos, debido a los incuestionables logros sociales alcanzados desde que Hugo Chávez ganó las elecciones por primera vez, Estados Unidos fabrica campañas de prensa para hacerle creer al mundo que Nicolás Maduro es un “incapaz y el pueblo no lo apoya”.

Le aplican la misma receta que a Cuba: la guerra económica, comercial y financiera, en intento desesperado por evitar la satisfacción de las necesidades del pueblo, y después culpar al gobierno de mala gestión y de que el sistema socialista es “un desastre” que solo trae penurias.

A pesar de los actos terroristas contra las instalaciones de generación eléctrica; manifestaciones públicas pagadas por la NED y la USAID desde la embajada yanqui; el robo de activos y las finanzas venezolanas en el exterior; sanciones económicas; presiones a países aliados para que no comercien con Venezuela;  la construcción de un presidente auto nombrado en una avenida de Caracas; las amenazas a quienes en la Unión Europea no lo reconocieran y las instrucciones a la OEA para que le dieran respaldo a ese títere, la Revolución Bolivariana de Venezuela se mantiene inalterable y el pueblo reconoce que Estados Unidos es el verdadero responsable de sus carencias.

No obstante, Luis Almagro, instruido por los yanquis, declara que el apoyo de los colaboradores cubanos en el área de la Salud, educación, cultura y agricultura urbana, es el sostén del gobierno de Maduro, pues sin ellos ya la Revolución hubiese sido derrotada, craso error de ceguera política al no querer admitir el apoyo popular con que cuenta el gobierno bolivariano.

Cuan diferente es la situación que viven Argentina, Colombia, Ecuador, Chile y Honduras con protestas verdaderamente populares y no fabricadas por los yanquis, contra los gobiernos neoliberales que aplican medidas económicas impuestas por el FMI.

Las represiones salvajes contra los manifestantes en las calles de Quito, Santiago de Chile y de Buenos Aires, no se observan ni en Cuba y menos en Venezuela.

Los pueblos se cansan de tanta explotación, desigualdad social y pérdida del nivel de vida, pero no por una guerra económica y financiera impuesta desde Estados Unidos, sino por el mal manejo de la economía de un sistema capitalista, donde el ser humano es el último eslabón de la cadena, pues el enriquecimiento de las clases pudientes es lo primordial.

Las políticas económicas de ajustes impuestas por el FMI, hacen que en esos países capitalistas se incremente la pobreza, el desempleo, suban los precios, los costos de salud y educación, reclamos ahora exigidos por los ciudadanos, sin temor a las salvajes represiones del ejército que golpea brutalmente, incluso hasta los periodistas, lanzando gases lacrimógenos y chorros de agua, disparan balas de goma, matan, hieren y detienen arbitrariamente.

Ninguna de esas represiones al mejor estilo de las dictaduras latinoamericanas del siglo XX, han sido condenadas por el Parlamento Europeo, la Alta Representante del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, los múltiples organismos de derechos humanos que se la pasan acusando a Cuba y a Venezuela, el Grupo de Lima, la OEA, Freedon House, la Sociedad Interamericana de Prensa, y menos aún el Departamento de Estado, quien observa con pavor como se les va de las manos la derecha que impusieron en América Latina, en su intento por aplastar a la izquierda.

Luis Ignacio Lula fue encarcelado injustamente para impedir su postulación, Cristina Fernández y Rafael Correa, son acusados de corruptos para que no puedan volver a gobernar en Argentina y Ecuador; contra Evo Morales las cruzadas mediáticas y la repartición de millones de dólares a la oposición, pretenden confundir para restarle apoyo popular, pero los pueblos ya no pueden ser más engañados, el sufrimiento causado por el capitalismo es cada día mayor y la gente se agota de ver a los gobernantes atesorar, mientras la miseria y la desprotección aumenta.

Hoy la pobreza crece en el mundo bajo el sistema capitalista, incluido en los Estados Unidos, donde son más de 40 millones los pobres, sin seguros médicos ni protección alguna. A pesar de eso, el presidente Donald Trump arremete contra el socialismo y sanciona criminalmente a los pueblos cubano, venezolano y nicaragüense, quienes resisten estoicamente porque saben lo que sufrirían de instaurarse el capitalismo salvaje, como lo definió su Santidad Juan Pablo II, quien vivió en su natal Polonia los dos sistemas y pudo sacar conclusiones.

Las calles de Venezuela y de Cuba no tiene que ser patrulladas por Comandos de Operaciones del Ejército, como se constata hoy en Chile, donde para reprimir al pueblo han sacado de los cuarteles a cientos de miles de soldados y cadetes, declarar un toque de queda para prohibir el repudio popular al gobierno capitalista de Sebastián Piñera.

Vergüenza debería darle a Washington por apoyar esa represión, al igual que a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que, como Michelle Bachelet, solo han declarado tibiamente que “siguen con preocupación las protestas”, pero no hay una resolución de condena como hicieron rápidamente cuando las Guarimbas organizadas por la oposición venezolana, a pesar de aquellos actos terroristas, donde incluso quemaron vivos a varios simpatizantes de Maduro.

Hasta la fecha, no hay una sola reclamación de esos organismos por las miles de detenciones arbitrarias, ejecutadas en Ecuador y Chile, contra los ciudadanos que protestan hartos de tan desigualdad en esas sociedades, el sistema de pensiones, el alto costo de la salud, el deficiente sistema público de educación y los bajos salarios en relación con el costo de la vida, como sí muestran ante las inventadas detenciones temporales en Cuba, de elementos contrarrevolucionarios fabricados y financiados por Estados Unidos, que intentan alterar el orden público.

Por eso hay que tener presente a José Martí cuando dijo:

“Los pueblos no se rebelan contra las causas  naturales de su malestar, sino contra las que nacen de algún desequilibrio o injusticia”.

La voracidad del imperio yanqui.


Por Arthur González.

Obsesionados por liquidar la izquierda latinoamericana, Estados Unidos acude a sanciones económicas y financieras como arma para intentar derrocar a los gobiernos que se inclinan hacia políticas contrarias a las que dicta para la región, especialmente contra Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.

Cuba es el laboratorio donde los yanquis aplican cuantas ideas se les ocurran a sus especialistas en subversión, incluido el terrorismo de Estado, la guerra biológica y psicológica, adicionadas a las comercial y financiera, en su intento desesperado por hacer fracasar el modelo socialista escogido por el pueblo.

Los yanquis se oponen a los programas sociales de la salud y educación gratuitas, pues ellos mantienen esos sectores como mercados apetitosos para sus grandes empresas, sin importarle que mueran inocentes por carecer de recursos financieros para sufragar los altos costos de la medicina, o que el analfabetismo aumente. Tampoco les importa que el acceso a la cultura sea un derecho del pueblo, ni la carencia de programas de seguridad social y para personas discapacitadas, o de la tercera edad.

Es tal el negocio en Estados Unidos que no se ha podido limitar la venta de armas, incluidas las de alto poder de fuego, porque la Asociación Nacional del Rifle sufraga campañas de senadores, representantes y hasta de presidentes, sin importarles la muerte de cientos de estudiantes y buenas personas.

Nada de eso sucede en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, pero los yanquis pretenden estrangularlos para que su modelo nunca sea imitado, como afirman, sin el menor sonrojo, los tanques pensantes del Council on Foreign Relations:

La oposición de Estados Unidos a la Revolución cubana y el apoyo a la democracia y al desarrollo en este hemisferio, lograron frustrar las ambiciones cubanas de expandir su modelo económico e influencia política”.

El propósito que persiguen con sus medidas de guerra económica, es provocar la escasez de productos de todo tipo, y hacerle cree a la población de esos países que el único responsable es el modelo político-económico adoptado, idea que plasmó el Grupo Especial Ampliado del Consejo de Seguridad de Estados Unidos, en el Proyecto Cuba, aprobado por el presidente J.F. Kennedy en 1962, el cual dice textualmente:

La acción política será apoyada por una guerra económica que induzca al régimen comunista a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país, las operaciones psicológicas acrecentarán el resentimiento de la población contra el régimen”.

Ante los continuos fracasos de una caduca política, el presidente Donald Trump, insiste en apretar las tuercas para estrangular la economía de esos países, adoptando torpemente nuevas medidas que ponen de manifiesto sus verdaderas intenciones: la violación de los derechos humanos y el deseo de matar de hambre y enfermedades a los pueblos, situación que incrementa el rechazo popular.

La persecución a los buques tanqueros que llevan petróleo a Cuba es implacable, algo que constituye un delito internacional, al convertirse en un acto de piratería y una cacería de brujas contra un país que decidió defender su soberanía, al costo que sea necesario.

Contra Venezuela aplican medidas para robarle el dinero depositado en bancos extranjeros, congelan sus activos, se apropian de empresas en Estados Unidos, persiguen sus compras y ventas en el exterior, chantaje sobre terceros países para que desconozcan al presidente electo por el voto popular, incitan al terrorismo, planes de magnicidio, intentos de golpe militar y para colmo, obligaron a otros a reconocer a uno de sus agentes pagados, auto proclamado presidente en una calle de Caracas.

Las presiones y maniobras en la OEA, el Parlamento Europeo, el Grupo de Lima y la conformación de matrices de opinión en la prensa contra el presidente Nicolás Maduro, no tienen antecedentes en la historia, pero, aun así, el pueblo venezolano se mantiene firme y resiste los embates de la bestia imperial que demuestra una voracidad nunca vista, para derrocar a un gobierno que no se doblega ante sus órdenes.

Cuba lleva 60 años de victorias enfrentado todas las formas de subversión que los yanquis ejecutan. Ninguna de las decenas de planes para asesinar a Fidel Castro tuvo resultados, todos fueron descubiertos. Tal fue el escándalo, que el Senado de Estados Unidos se vio obligado a conformar una comisión para investigarlos, aunque nadie fue condenado.

Cuba ha podido sortear inteligentemente la guerra económica, comercial y financiera, sin doblar las rodillas; el gobierno informa al pueblo las medidas que se adoptan para seguir adelante, a pesar de las graves limitaciones, y los cubanos saben perfectamente que el único culpable de sus males es Estados Unidos, por eso resisten y refuerzan su ideología. El tiro le salió por la culata y no logran dañar el apoyo al socialismo, ese que les enseñó a leer y a escribir, para no ser más engañados como en épocas anteriores a 1959.

Los venezolanos van por la misma ruta, enfrentan estoicamente la peor crisis política, económica y social de su historia, y reconocen que no es el gobierno de Maduro el responsable de sus penurias, sino el gobierno de Estados Unidos con su guerra implacable, iniciada por el presidente Barack Obama y continuada por Donald Trump.

Medidas criminales adoptan los yanquis para hacer desaparecer a Venezuela y liquidar a sus ciudadanos por hambre y enfermedades, todo ante los ojos del mundo y de aquellos que se autocalifican “defensores de los derechos humanos”.

Datos oficiales del Banco Central de Venezuela, afirman que el producto interno bruto ha caído, al menos, 52% desde que Maduro está en el poder, a partir de las medidas aplicadas por Estados Unidos. Su industria petrolera es el blanco principal de las acciones subversivas, desde actos terroristas hasta el robo de sus activos en el exterior, la prohibición a otros de comprarle petróleo y las amenazas de fuertes sanciones a los países que no acaten las ordenes imperiales.

Ante la resistencia popular y el apoyo a su presidente Maduro, Estados Unidos desconcertado por sus fracasos, decidió tomar nuevas sanciones, al mejor estilo nazi, para impedir cualquier transacción comercial y financiera que oxigene al gobierno bolivariano, ante la contemplación pasiva de la ONU, la Unión Europea y otros países del mundo, a los que Estados Unidos chantajea con cortarles la ayuda financiera o romper tratados comerciales, política del garrote ejecutada en pleno siglo XXI.

Estados Unidos rabioso ante sus fracasos, busca nuevas sanciones con el sueño de derrocar al presidente Nicolás Maduro, de ahí la insistencia de Elliott Abrams, representante especial para Venezuela, de que la Unión Europea comience a imponerle sanciones a Maduro y a sus aliados.

Ese viejo halcón de la política exterior yanqui, quiere hacerle creer al mundo que la grave escasez de alimentos, medicamentos y de agua que padecen los venezolanos, sumando a los repetidos cortes de energía eléctrica provocados desde el exterior, es por culpa del gobierno bolivariano, como si los venezolanos de hoy día, no hayan recibido educación facilitada por Hugo Chávez, padre de las misiones que alfabetizaron a quienes no sabían leer ni escribir, permitiéndoles alcanzar, gratuitamente, nivel superiores de educación.

Para contrarrestar las acciones de Estados Unidos, el gobierno distribuye alimentos y medicinas a precios subvencionados, y mantiene los programas de salud apoyados con los médicos y enfermeros cubanos, algo que poner a rabiar a los yanquis.

Los intentos de la CIA por penetrar las fuerzas leales a Maduro fracasan, a pesar de copiar los planes que diseñaron contra Cuba en 1962, cuando en la conocida Operación Mangosta expresaron:

“La CIA propondrá, el 1ro de febrero 1962, un plan para la defección de altos funcionarios gubernamentales cubanos, con el fin de dividir el régimen desde dentro. Este empeño debe ser imaginativo y bastante atrevido para considerar el “nombre” de un desertor valorado al menos en un millón de dólares. Esto puede ser la clave de nuestro objetivo de acción política y debe ser llevado sin demora como un proyecto principal de la CIA”.

“La CIA completará los planes del 1ro de febrero 1962 para las acciones encubiertas y de engaño, para ayudar a dividir el régimen comunista en Cuba. Son colaboradores en esto los Departamentos de Defensa, de Estado y el FBI”.

Con sus medidas de guerra psicológica pretenden confundir al mundo al asegurar que:

“Las grietas dentro del régimen de Maduro se están multiplicando y ensanchando, y su tiempo se está acabando. No puede resolver ni incluso paliar los problemas desesperados que aquejan al pueblo de Venezuela”.

Pero la realidad se impone y los que creyeron tales falacias impuestas por Washington y que Juan El Títere Guaidó, tenía un amplio respaldo popular, incluso dentro de las fuerzas armadas, se han dado cuenta que los engañaron y pasado casi un año de ese show mediático, cada vez son menos sus seguidores, a pesar del amplio financiamiento con el que lo mantienen desde Estados Unidos.

Los acuerdos alcanzados entre el gobierno y partidos de la oposición, dejan sin credibilidad al Títere Guaidó, abriendo un camino para revertir la situación interna, solicitarle a Estados Unidos el cese de su guerra económica y mejorar los niveles de vida del pueblo, a lo que se oponen El Títere y sus jefes en Washington.

Michelle Bachelet se prestó para la componenda diseñada por los yanquis, con el fin de darle un viso legal a las inventadas violaciones de los derechos humanos en Venezuela, pero se manchó para siempre al quedar demostrada su parcialidad con Estados Unidos, cayendo sobre ella más porquería al no pronunciarse contra la brutal represión ejecutada en Ecuador, los asesinatos, las desapariciones y las detenciones arbitrarias contra la población que exigió en las calles durante 10 días, la derogación de un paquete de medidas económicas, impuestas por el FMI.

Con un cinismo sin par, Elliott Abrams expresó ante la prensa que: “Estados Unidos seguirá ejerciendo presión sobre el régimen de Maduro y sobre aquellos que facilitan sus tácticas represivas, incluidas Rusia y Cuba”.

Si el gobierno de Venezuela es tan despreciado por el pueblo y no tiene apoyo popular, ¿Por qué Estados Unidos tiene que presionarlo y sancionarlo económicamente?

La respuesta es clara, la población apoya a Maduro y por eso hay que incrementar las sanciones para que paguen caro por ese respaldo, tal y como hacen desde 1959 con los cubanos. Los yanquis no aprenden de sus fracasos, su prepotencia los ciega y de ahí el descalabro de sus políticas.

Para criminalizar aún más sus medidas contra Venezuela, impiden el desarrollo de su industria petrolera y provocan una escasez de combustible que afecta también el servicio a las ambulancias, víctima actual de la crisis que enfrentan los venezolanos, debido a los problemas para abastecerse de combustible.

Algo similar pretenden hacerle a Cuba y por eso la persecución de los buques tanqueros para impedir la llegada de combustible a la Isla.

El error de Estados Unidos está en no reconocer que los pueblos no se pueden comprar con dinero y que no hay entendimientos cuando está en juego su independencia y la soberanía, porque como afirmó José Martí:

“Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”.