Dónde están los acusadores

Arthur González

Al entrar en las redes sociales y leer algo sobre Cuba, parece como si el mundo se estuviera acabando en la mayor isla del Caribe.Si por casualidad navegan en los sitios abastecidos informativamente por los asalariados de Washington y Miami, puede que se “infarten” ante tanta “represión” y “detenciones arbitrarias”, según aseguran la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconcialición Nacional, integrada por Elizardo Sánchez; y Berta Soler, inculta y grosera presidenta de las Damas de Blanco.

Sin embargo, si viajan a Cuba y pasean por sus pueblos y ciudades, el panorama que perciben es otro, en nada parecido al descrito por los llamados “periodistas independientes” desde la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, los que dependen del salario que mensualmente les entregan para tales fines.

Cuba padece de un férreo bloqueo económico y comercial, que se estructuró en el conocido Plan Mangosta en 1962, con el fin de “evitar la satisfacción de la necesidades del pueblo por parte del gobierno revolucionario, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del régimen”.

Escasez y necesidades abundan en Cuba por doquier, pero no se observan niños descalzos, sin poder acudir a una escuela, el pueblo está vacunado contra las principales enfermedades, con servicios de salud gratuitos para toda la población, incluidos los miembros de los grupos contrarrevolucionarios.

Recientemente, Lech Walesa, quien encabezó el grupo contrarrevolucionario “Solidaridad”, preparado y financiado por la CIA con el apoyo de la Iglesia Católica, ofreció una entrevista con algunos de los cabecillas cubanos, donde le trasladaba sus criterios y sugerencias de cómo actuar para derrocar a la Revolución.

Pero a pesar de las denuncias de los contrarrevolucionarios cubanos, nunca se han enfrentado a una auténtica represión policial, no saben lo que es sentir en carne propia una golpiza ni respirar los gases lacrimógenos lanzados para dispersar las manifestaciones.

Las supuestas detenciones arbitrarias, calificadas así para crear imágenes que respalden las campañas mediáticas contra Cuba, son simples traslados a una estación de la Policía para levantar un acta, ante una provocación, un escándalo público, o la agresión verbal e incluso hasta física a un agente del orden.

Sería muy conveniente que la grosera Berta Soler o Elizardo Sánchez, pudieran palpar personalmente la verdadera represión, como la efectuada en Varsovia en días pasados durante una marcha de 50 mil personas que salieron a celebrar el Día de la Independencia polaca.

La manifestación fue disuelta por la policía a base de golpes y porrazos, con gases lacrimógenos que no permitía respirar. El saldo fue de más de 80 heridos y 275 arrestados.

Días antes la policía Belga daba muestras de cómo se reprime las protestas antigubernamentales, con el empleo de cañones de agua, palazos y gases.

¿Por qué protestaban los belgas? Entre otras cosas por la inflación, la reducción gubernamental de los gastos de salud y la seguridad social.

Las asalariadas dirigidas por la grosera e inculta Berta Soler, se reúnen domingo tras domingo en la Iglesia Santa Rita de Casia, en una zona de diplomáticos y comerciantes extranjeros, muy alejada de donde ellas residen, desfilan por el boulevard central de la populosa avenida habanera sin ser molestadas, de lo que pueden dar fe los periodistas extranjeros acreditados en la Isla que ya ni se molestan en acudir los domingos, para no perder su tiempo.

No hay duda que a Berta y sus compinches, a Elizardo, Guillermo Fariñas, Antúnez y José Daniel Ferrer, les vendría muy bien un entrenamiento en vivo y directo de lo que es realmente una represión al mejor estilo europeo.

Así pudieran saber cómo se entra a golpes, patadas y empujones en un carro especial de la policía, de esos empleados para trasladar a los detenidos, y padecer el trato “cortés y culto” en una de sus comisarías.

Solo después de esa rica experiencia podrán entonces hablar del trato que reciben en su patria.