La naturaleza de Estados Unidos no ha cambiado


Arthur González

Marco Rubio y BobDurante la audiencia del 3 de febrero de 2015, sobre el impacto de la nueva política estadounidense hacia la Isla en los derechos humanos y la democracia, los senadores miembros de la mafia terrorista anticubana, Marco Rubio y de Bob Menéndez, atacaron ferozmente la nueva política aprobada recientemente por el presidente Barack Obama. Para justificar sus ataques les pagaron boletos de avión, hospedaje y alimentación a tres miembros de la contrarrevolución creada, financiada y entrenada desde 1960 cuando Estados Unidos inició sus programas de Acción Encubierta para derrocar a la Revolución. A estos tres sumaron a Rosa María Payá Acedo, residente en Miami como refugiada política.

El interés de los mafiosos anticubanos era demostrar que en Cuba se “reprime” a la contrarrevolución y otras falsedades que ya nadie cree, pues la presencia de ellos en Washington es la mejor prueba de sus mentiras.

Por supuesto que aparecieron algunos senadores que evidentemente reciben respaldo económico de esa mafia para sus campañas políticas. Así fue el caso de Tom Malinowski, Subsecretario del Departamento de Estado para los Derechos Humanos, quien empleando la vieja y gasta fórmula inventada desde Miami afirmó: “el régimen detuvo temporalmente, por motivos políticos, a unas 140 personas en enero, por tanto su naturaleza no ha cambiado”.

Ante la cruda realidad de que su política arcaica, aplicada durante 56 años, no les ha dado resultado, no tuvo otro remedio que reconocerlo en dicha audiencia. No obstante, repitió como papagayo amaestrado que “Cuba sigue siendo un estado unipartidista que intenta controlar toda actividad política, cultural y económica; continúa vigilando todo lo que ocurre, desde las plazas de La Habana hasta las reuniones independientes de la sociedad civil en las provincias».

Tal parece que el señor Malinowski no vive en Estados Unidos y desconoce que la Agencia de Seguridad Nacional, el Buró Federal de Investigaciones y la CIA, lo controlan todo, el tráfico de Internet, correos electrónicos y las llamadas de los teléfonos móviles, tanto de ciudadanos norteamericanos como extranjeros, incluso de Presidentes y Jefes de Estado, algo que intentaron silenciar y de lo cual ya no se habla.

Si algún país vigila y controla es precisamente Estados Unidos, mediante la mayor unidad de rastreo mundial de las comunicaciones conocidas por el nombre de ECHELON.

En la misma audiencia declaró Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado norteamericana para el Hemisferio Occidental, la que para no buscarse más problemas con la ultraderecha reaccionaria que no entiende de cambios, trató de calmarla al expresar: «No puedo imaginarme que vayamos a una etapa siguiente de las negociaciones con Cuba, aceptando no ver a los activistas», nuevo término para clasificar a los grupúsculeros que son mantenidos con cientos de miles de dólares anuales para sostener su política injerencista.

Si en verdad Estados Unidos desea iniciar una nueva etapa en sus relaciones con Cuba, no tendrá más alternativa que medir sus actos, centrarse realmente en el intercambio económico, cultural, académico, científico, y deportivo, algo que es mucho más beneficioso para ambas naciones, que insistir en malgastar millones de dólares de sus contribuyentes para mantener a un minúsculo grupo de personas que no representan al pueblo cubano, el que sí lucha diariamente por mantener su independencia y soberanía.

Insistir en una política que ellos reconocieron no logró destruir a la Revolución ni produjo revueltas populares ni tampoco incrementó el pequeño grupo de contrarrevolucionarios, es cometer el mismo error.

En América Latina la historia de Estados Unidos es bien conocida y los cubanos no quieren ver jamás a un marine yanqui orinando encima de la estatua del apóstol José Martí; esa lección deben aprenderla para no cometer los mismos errores.

El gobierno cubano ha declarado estar dispuesto a mantener relaciones diplomáticas y buenas relaciones con su vecino del Norte, siempre en igualdad de condiciones y respeto mutuo, pero las actuales declaraciones de esos altos funcionarios desdice de los propósitos anunciados el 17 de diciembre, demostrando que la naturaleza de Estados Unidos no ha cambiado.

Los diplomáticos norteamericanos en Cuba deberían trabajar más en identificar puntos de contacto con el Gobierno de la isla, en vez de buscarse el rechazo y hasta el odio del pueblo por sus actitudes injerencistas.

Si lo hicieran fomentarían la confianza entre los dos pueblos, la armonía y el bienestar mutuo, pues como dijo José Martí: “La conciliación es garantía de la paz…”, algo que a Washington le resulta muy difícil de comprender.

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