Las lecciones de la historia que no se pueden soslayar.


Por Arthur González.

Los que olvidan la historia están condenados a cometer errores que ya otros sufrieron, de ahí la importancia de estudiar el pasado y muy especialmente las acciones que ha desarrollado el gobierno de Estados Unidos y sus servicios de inteligencia, para saber el terreno que hoy se transita.

Para los estudiosos de la historia, son conocidos los planes ejecutados por la CIA contra Cuba, muchos ya desclasificados, que permiten analizar lo que hacen en la actualidad con el mismo objetivo: Destruir la Revolución socialista que tantos desafíos ha enfrentado y vencido.

Los yanquis jamás se han resignado a convivir con un vecino tan cercano, que lucha por mantener su libertad y soberanía al precio que sea necesario y por eso sus planes recogen el mismo objetivo que los aplicados desde 1960, donde afirman:

El objetivo de Estados Unidos es ayudar a los cubanos a derrocar al régimen comunista en Cuba e instaurar un nuevo gobierno con el cual Estados Unidos pueda vivir en paz y sea más aceptable”.

Para alcanzarlo, desde 1960 han aprobado múltiples leyes que conforman la guerra económica, comercial y financiera que aspira a asfixiar a su pueblo, con el concepto que este debe pagar por su apoyo a la Revolución socialista, hasta que se lance a las calles para derrocarlo.

Miles de millones de dólares han costado a Estados Unidos su empecinamiento y en estos momentos refuerzan esa criminal guerra, con la esperanza de que “el final está más cerca que nunca”.

Cuba tiene que estudiar lo que Estados Unidos hizo contra la URSS y sacar conclusiones, porque las políticas y los planes de Acción Encubierta que hoy despliega la CIA, son muy similares y, por tanto, no se pueden cometer más errores.

En junio de 1982, el presidente Ronald Reagan viajó a Londres para exponer su Programa Democracia, cuyo fin era acabar con el socialismo. En su discurso ante el parlamento británico aseguró:

En un sentido irónico, Karl Marx estaba en lo cierto. Estamos siendo testigos hoy de una gran crisis revolucionaria, una crisis donde las exigencias del orden económico están chocando directamente con las del orden político. Pero la crisis está ocurriendo no en el Occidente libre, no marxista, sino en el hogar del marxismo– leninismo, la Unión Soviética. Lo que vemos aquí es una estructura política que ya no se corresponde con su base económica, una sociedad donde las fuerzas de producción están entorpecidas por las políticas”.

A principios de ese año 1982, Reagan y sus principales consejeros, diseñaron una estrategia para atacar las fundamentales debilidades económicas y políticas del sistema soviético. En tal sentido, años después el ex Secretario de Defensa, Caspar Weinberger, escribió:

“Adoptamos una estrategia abarcadora que incluía la guerra económica, para atacar las debilidades soviéticas. Fue una campaña silenciosa, trabajada a través de aliados y con otras medidas. Era una ofensiva estratégica, diseñada para cambiar el centro de la lucha de las superpotencias hacia el bloque soviético, incluso a la Unión Soviética misma”.

Para poner en práctica su estrategia, Reagan aprobó en noviembre de 1982, la directiva secreta NSDD-66, para entorpecer la economía de la URSS y atacar los principales recursos de su economía, considerados esenciales para su supervivencia. La CIA fue la encargada de desarrollarla, bajo la dirección de William Casey, a quien muchos señalan como “el más poderoso director de la CIA en la historia estadounidense”, quien se convirtió en la figura clave de aquella nueva política exterior yanqui.

Ese año, William Clark fue designado como Consejero de Seguridad Nacional y comenzó a presentarle al presidente Reagan, informes sobre la situación económica de la URSS, donde reflejaba que algunas fábricas se cerraban por falta de piezas de repuesto, escasez de moneda dura y también varias líneas de alimentación.

En el diario privado de Reagan, consta una anotación del 26 de marzo de 1981 que dice:

“Información breve sobre la economía soviética. Están en una forma mala, y si podemos cortar su crédito, tendrán que gritar “tío” o morir de hambre”.

Max Hugel, hombre de negocios, sin ninguna experiencia en inteligencia y que había sido ayudante en la campaña de Reagan, fue nombrado a propuesta de Casey, como Director de Operaciones de la CIA, con el fin de ayudar a conformar fachadas de empresarios comerciales, a los agentes de la agencia que actuaban en el exterior, conocidos como NOC, No Oficial Covert, algo que también hicieron en Cuba desde los años 50 del siglo XX.

La economía soviética pasó a ser la prioridad de la CIA y por ese motivo Henry Rowen, ex presidente de la Corporación Rand del Departamento de Defensa, fue designado como jefe del Consejo Nacional de Inteligencia, quien atrajo a Herb Meyer, su asistente especial y editor de la revista Fortune, ambos especialistas en la economía soviética. 

En esa renovación del trabajo de inteligencia estaba David Wigg, nombrado como enlace de William Casey con la Casa Blanca, un economista que organizó en la CIA un sistema para perseguir el flujo de moneda dura de los soviéticos y sus ganancias en el exterior.

Meyer realizó evaluaciones de las vulnerabilidades de la economía soviética, que posibilitaron el diseño de la política de Estados Unidos contra la URSS.

Ante ese escenario, la CIA utilizó a hombres de negocios como importantes fuentes de inteligencia, pues estos, en sus relaciones de trabajo en la URSS, conocían cuáles eran las necesidades económicas soviéticas y qué tecnologías requerían de forma priorizada para salvar su economía, así como aquellas que sus científicos y técnicos habían podido llevar cabo.

Cuba, bloqueada como nunca antes, tiene que tener presente estos antecedentes, porque en las visitas que realizan hombres de negocios yanquis, pueden estar presentes los oficiales encubiertos de la CIA.

Por la complicada madeja de las leyes que conforman la guerra económica, comercial y financiera, los yanquis no pueden comerciar normalmente con Cuba, pero solicitan y se les brindan informaciones que también pudieran trasladar a la CIA, como hicieron otros en los años 80 contra la URSS.

No se trata de cerrar el contacto con el necesario empresariado extranjero, sino de tener presentes las experiencias que dejó la historia, para no caer en trampas tendidas por un enemigo hábil e irreconciliable con la Revolución, en momentos muy difíciles y complejos del panorama económico cubano.

Sobre lo sucedido en la URSS, Peter Schweizer, consultor político y presidente del Instituto de Responsabilidad Gubernamental de los Estados Unidos, señaló en su libro “La estrategia secreta de la administración de Ronald Regan, que aceleró el colapso de la URSS”:

La Unión Soviética no colapsó por ósmosis, ni porque el tiempo estuviera de alguna forma de nuestro lado. Sí el Kremlin no hubiera enfrentado los efectos acumulativos de la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) y el reforzamiento defensivo, los reveses geopolíticos en Polonia y Afganistán, la pérdida de decenas de billones de dólares en las entradas de moneda dura de sus exportaciones de energía y el reducido acceso a la tecnología, es razonable creer que hubiera pasado la tormenta. El comunismo soviético no era un organismo condenado a la autodestrucción en cualquier ambiente internacional. Las políticas estadounidenses podían e hicieron alterar el curso de la historia soviética”.

Certero fue José Martí cuando escribió:

“Nada más justo que dejar en punto de verdad las cosas de la historia”.

Los verdaderos patrocinadores del terrorismo.


Por Arthur González.

Con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca, se produjo un reforzamiento de la derecha ultra conservadora en Estados Unidos, la que dio lugar a programas específicos para derrocar, a toda costa, el sistema socialista y Cuba estuvo incluida entre las tareas diseñadas.

La guerra económica, comercial y financiera impuesta desde 1960, se reforzó para estrangular a la Isla y para eso Reagan incluyó a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, hecho que le impide a otros países, realizar un grupo de acciones económicas y financieras con aquellos que aparecen en dicha lista.

Los efectos no se sintieron tanto en aquel momento, porque el comercio de Cuba era en mayor medida con los países socialistas, bajo el Consejo de Ayuda Mutua Económica, CAME, aunque ciertas operaciones tuvieron obstáculos para su realización.

Barack Obama, cuando asumió la presidencia de Estados Unidos, aplicó otra variante de la política yanqui para desmontar el sistema socialista cubano, al aplicar las recomendaciones del Council on Foreign Relations, que tenía entre sus objetivos:

  1. Promover en Cuba los intereses y valores estadounidenses, con el fin de acelerar el día en que una Cuba plenamente democrática, pueda asumir una relación normal y amistosa con Estados Unidos.
  2. Medios que deben utilizarse para tratar de lograrlo y por tanto se propongan apoyar, alimentar y reforzar la sociedad civil que comienza a surgir en la Cuba de hoy (1999), de forma lenta, tentativa, pero persistente, bajo la concha del comunismo.
  3. Promover la Transición. La oposición de Estados Unidos a la Revolución cubana y el apoyo a la democracia y al desarrollo en este hemisferio, lograron frustrar las ambiciones cubanas de expandir su modelo económico e influencia política.

Por ese motivo, excluyó a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, pero mantuvo la categoría de nación observada, aunque realmente esa decisión rebajó la implacable presión que representa estar en ese listado, confeccionado unilateralmente por los yanquis.

Sin embargo, poco antes de culminar su mandato, Donald Trump por presiones de los mafiosos cubanos asentados en el Congreso estadounidense, accedió a incluir nuevamente a Cuba en la lista de marras, en un contexto internacional bien diferente al que existía en 1982. Ahora las implicaciones económicas, comerciales y financieras son muy difíciles para un país pobre y sometido desde hace 64 años a esa despiadada guerra, que busca matar por hambre a un pueblo.

El verdadero propósito es provocar que la gente se lance a las calles, debido al cansancio acumulado de tantas penurias y termine en una guerra civil, para entonces desembarcar las tropas yanquis para “salvar” a la nación, igual que hicieron en la primera década del siglo XX.

Esa guerra económica, constituye parte del terrorismo de estado que practica Estados Unidos contra Cuba, a pesar del rechazo casi unánime de las naciones del mundo.

No se puede olvidar que desde el mismo año 1959, cuando triunfa la Revolución, la CIA con la anuencia de su gobierno, creó numerosas organizaciones contrarrevolucionarias y las abasteció de medios para ejecutar acciones terroristas en toda la Isla, con el fin de desplomar la economía y sembrar el pánico entre la población.

Los blancos de sus acciones fueron las industrias, las refinerías de petróleo, las plantas de generación eléctrica, los centros comerciales, los teatros y cines, escuelas, círculos infantiles, el ferrocarril y otros medios de transporte.

Para tener una idea clara de las acciones contra Cuba en esos primeros años, basta señalar que solamente desde el 28 de septiembre de 1960 hasta el mes de abril de 1961, según informes desclasificados, la CIA introdujo ilegalmente en Cuba 75 toneladas de explosivos y armamentos, mediante 30 misiones aéreas, más 46,5 toneladas en 33 misiones de infiltración marítima, para abastecer a grupos terroristas urbanos y bandas de alzados en zonas montañosas, creadas, entrenadas y financiadas por la propia Agencia Central de Inteligencia.

Un amplio y detallado informe confeccionado por el coronel Jack Hawkins, jefe de la sección de personal paramilitar en el centro de operaciones de la Fuerza de Tarea de la CIA, reconoce:

“Durante el período comprendido entre octubre de 1960 y el 15 de abril de 1961, se perpetraron alrededor de 110 atentados dinamiteros contra objetivos políticos y económicos, donde se colocaron más de 200 bombas. Se descarrilaron 6 trenes, se dejó inactiva la refinería de Santiago de Cuba durante una semana, como resultado de un ataque sorpresivo desde el mar.  Se provocaron más de 150 incendios contra centros estatales y privados, incluidas 21 viviendas de comunistas y 800 incendios en plantaciones de caña de azúcar”.

“Estas operaciones lograron un éxito considerable. Las embarcaciones que prestaban servicio de Miami a Cuba, entregaron más de 40 toneladas de armas, explosivos y equipos militares e infiltraron y sacaron a un gran número de personal”.

Años después continuaron sus actos terroristas contra los hoteles y centros comerciales destinados a prestar servicio a los turistas. Además, ejecutaron decenas de acciones contra embajadas cubanas y empresas comerciales en el exterior y asesinatos de funcionarios cubanos destacados en varios países.

En 1975, la CIA reconoció oficialmente ante el Congreso, su participación en planes de asesinato a Fidel Castro Ruz, lo que prueba fehacientemente quién es el mayor terrorista en el mundo.

La introducción de enfermedades contra el pueblo y la fauna, unido a las plagas contra la flora de la isla para afectar sus cosechas, no permiten dudas de la esencia terrorista de Estados Unidos.

Cuba jamás ha realizado nada semejante, pero los yanquis con sus mentiras y campañas mediáticas, pretenden acusarla como un pretexto más para causar hambre y desesperación, mediante el desencanto y el desaliento del pueblo, vieja aspiración para que se lance a las calles con el objetivo de destruir a la Revolución.

El pueblo cubano sabe que están en juego su libertad y soberanía, por eso resiste unido a pesar de las dificultades, en gran medida provocadas por el mayor terrorista del planeta.

No se equivocó José Martí cuando expresó:

“Cuando se lucha por la existencia de la patria, la división y la rivalidad son crímenes”

Estados Unidos no permite opositores.


Por Arthur González.

Los yanquis llevan años sancionando a países que no aceptan subordinarse a sus órdenes, calificándolos de violadores de todos los derechos humanos, haciéndole creer al mundo la necesidad de sumarse a su política sancionadora, con el propósito de obligar a los insubordinados a someterse.

Son muchos los ejemplos de esa política imperial y precisamente es Estados Unidos quien más violaciones de los derechos humanos comete, pero no permite opositores, personas que piensen diferente, ni que alguien tenga la osadía de atreverse a divulgar informaciones sobre las violaciones que a diario se realizan en ese país.

Una prueba irrefutable de su actuación prepotente y de irrespeto a los derechos humanos, fue lo sucedido el 1º de mayo de 1886 en Chicago, cuando un numeroso grupo de trabajadores iniciaron una huelga para pedir la aplicación de una jornada laboral de 8 horas, púes los dueños de las industrias y fábricas exigían trabajar agotadoras jornadas de hasta 16 horas diarias.

La acción fue respaldada por miles de trabajadores de esa ciudad, con protestas callejeras que dieron lugar a un incidente en la conocida Haymarket Square de Chicago, el 4 de mayo de ese año, cuando explotó una bomba que alguien lanzó a la policía mientras reprimía violentamente a los manifestantes.

La policía detuvo a varios obreros, porque evidentemente la agencia de seguridad Pinkerton, la misma que dio seguimiento a José Martí, los estaba trabajando secretamente por considerarlos anarquistas y anarco-comunistas. El dirigente sindical Rudolph Schnaubelt, fue acusado de ser el autor del hecho, sin una sola prueba.

Los yanquis calificaban de anarquistas a quienes se oponían a cumplir con disposiciones que atentaban contra los derechos de los trabajadores, satanizándolos de ser supuestos enemigos de la sociedad, práctica que no han dejado de emplear, incluso reflejado en las regulaciones actuales aprobadas recientemente en la Florida, para incluir como materia de estudio en las escuelas, el odio al comunismo, cuando es el sistema capitalista el responsable de las penurias que sufren millones de personas en América Latina, África, Asia e incluso en los propios Estados Unidos.

La mayoría de aquellos obreros estaban afiliados a la Orden de los Caballeros del Trabajo y como luchaba por la reivindicación de los trabajadores, la acuñaban también de anarquista con el fin de atemorizar a otros que quisieran ingresar.

En el cuarto congreso la Federación Americana del Trabajo (AFL), celebrado el 17 de octubre de 1884, se había acordado que desde el 1ro de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas y si la patronal no lo aceptaba se irían a la huelga.

Esa actitud de la clase obrera no era aceptada por los oligarcas yanquis, porque Estados Unidos no admite opositores en su país, aunque ellos sí promueven, preparan y financian disidentes en otras naciones, especialmente en aquellas que mantienen una posición soberana e independiente.

De los detenidos por las protestas de Haymarket Square, fueron enjuiciados 31 pero solo ocho condenados.

Desde el inicio, el juicio celebrado el 21 de junio de 1886, fue considerado una farsa política con total irrespeto a las normas procesales y pruebas carentes de valor.

Las autoridades y probablemente los oficiales de la agencia de seguridad Pinkerton, presionaron y reclutaron a algunos periodistas para desarrollar una fuerte campaña de prensa, con el objetivo de crear una matriz de opinión capaz de sembrar el rechazo de la población contra los obreros, quienes sólo reclamaban el derecho a no ser tratados como animales.

De inmediato, aquella prensa a su servicio empezó a publicar artículos donde culpaba a todos los acusados y exhortaba a que el tribunal los sancionara a la horca. Algunos de sus artículos decían:

“A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa, que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación”.

En el juicio no se pudo probar nada en su contra, pero los ocho fueron declarados culpables, acusados de ser enemigos de la sociedad estadounidense y del orden establecido. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a la horca, evidencia irrebatible que no perdonan a quienes se manifiesten en contra de su régimen.

Años más tarde el juicio fue calificado de ilegítimo y deliberadamente malintencionado, motivado solo por razones políticas y no por razones jurídicas. La verdad es que fueron juzgados por su orientación política libertaria y su condición de obreros rebeldes, no por el incidente.

John P. Altgeld, gobernador de Illinois, declaró:

“Los hombres ejecutados fueron víctimas de un complot de los empresarios, los tribunales y la policía. Las condenas y las ejecuciones fueron el resultado de la histeria, jurados empaquetados y un juez parcial. La acusación fiscal nunca descubrió quién había tirado la bomba que mató al policía y la evidencia no mostró ninguna conexión entre los acusados y el hombre que la lanzó”.

“Fue culpa del gobierno de la ciudad de Chicago, permitir que la agencia de seguridad Pinkerton, utilizara sistemáticamente armas de fuego para reprimir las huelgas”.

Nada ha cambiado en Estados Unidos, la CIA y el FBI emplean el mismo método utilizado por su antecesora del siglo XIX. Reclutan a periodistas y editores para desfigurar la verdad, entre ellos los llamados Influencer o Youtubers con el empleo de las nuevas tecnologías de la información, cuando planifican acusar a quienes no se venden.

Aquel crimen dio lugar a la conmemoración del 1ro de mayo por el movimiento obrero,en recordación a los Mártires de Chicago y se considera como el Día internacional de los trabajadores,excepto en los Estados Unidos y Canadá, para que los ciudadanos no recuerden aquel horrendo crimen, cometido solamente por reclamar la jornada laboral de 8 horas.

Ese es el régimen que pretende asfixiar y matar de hambre a pueblos enteros que no aceptan arrodillarse, financia las masacres de Israel contra los palestinos, apoya las violaciones de todas las normas legales de sus aliados, y después tiene la desvergüenza de confeccionar listas de supuestos violadores a los derechos humanos.

Por eso José Martí afirmó:

“Nada falso es duradero ni útil”.

Argentina se suma a la guerra económica.


Por Arthur González.

En enero del 2023 la compañía estatal Aerolíneas Argentinas informó que, a partir del mes de marzo, cancelaba sus vuelos a Cuba por no ser rentables, decisión que analistas afirmaron era por causas políticas, pues la ruta estaba combinada entre Buenos Aires, Cancún y La Habana, y solo eliminaron el tramo final, a pesar del flujo de pasajeros de otras nacionalidades hacia Cuba.

El 3 de mayo del 2023 la aerolínea Cubana de Aviación informó el reinicio de sus operaciones entre Argentina y Cuba, con un vuelo semanal directo al polo turístico de Cayo Coco, en la provincia de Ciego de Ávila. El vuelo contaba con una aeronave A340 de alto porte y capacidad para 275 plazas, 240 de ellas en clase económica.

Para los argentinos Cuba y sus polos turísticos de sol y playa, son altamente reconocidos y por eso su repitencia, dada la calidad de sus hoteles, la seguridad y la calidez de los cubanos.

Desde hace 65 años, los yanquis se empeñan con saña en destruir a la Revolución e incluso asesinar a sus líderes, porque no aceptan tener a solo 90 millas de sus costas a un país que decidió, soberanamente, cortar las cadenas que lo ataban al imperio desde 1898.

Para materializar su empeño ejecutan diferentes acciones y la más reciente es la negativa de abastecer con combustible a los aviones de Cubana de Aviación en Buenos Aires y según declaraciones oficiales, “es debido al cumplimiento de las sanciones que impone el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba”.

Una prueba más del carácter sumiso de Milei y de la extraterritorialidad de las leyes yanquis, las que persiguen cortar la entrada de divisas mediante la limitación de turistas, sector principal de Cuba para adquirir dinero fresco.

La actitud sumisa del nuevo presidente de Argentina, Javier Milei, evidencia que desde Washington le impartieron órdenes para que se sume a la guerra económica, comercial y financiera, con el objetivo de estrangular a los cubanos y sembrar el desencanto y el desaliento, a partir de las penurias causadas por esa criminal política agobiante para el pueblo.

Para apretar más la soga al cuello del pueblo, la decisión abarca a otras aerolíneas que contrate Cubana de Aviación para no afectar a sus clientes. Eso obliga a la empresa a reembolsar el 100% del dinero de quienes se ven impedidos de volar.

Con esta medida, Milei se suma a la guerra económica contra Cuba y pudiera incluso votar en la ONU a favor de Estados Unidos, cuando la Habana presente su informe donde solicita el fin del llamado Bloqueo, el que, según documentos oficiales ya desclasificados es:

Una guerra económica que induzca al régimen comunista a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país, unida a operaciones psicológicas que acrecentarán el resentimiento de la población contra el régimen, y las de tipo militar darán al movimiento popular un arma de acción para el sabotaje y la resistencia armada en apoyo a los objetivos políticos”.

El diseño de la estrategia de Estados Unidos, de acuerdo a sus propios documentos secretos, es preciso y claro: lograr una sublevación del pueblo cuando se canse de soportar las carencias materiales y de servicios. Por eso afirman:

El clímax del levantamiento saldrá de la reacción airada del pueblo ante un hecho gubernamental, producido por un incidente o de un resquebrajamiento en la dirección política del régimen, o de ambos incluso. Desencadenar esto debe constituir un objetivo primordial del proyecto. El movimiento popular aprovechará el momento del clímax para iniciar un levantamiento abierto. Se tomarán y se mantendrán ocupadas las áreas. En caso de ser necesario el movimiento popular pediría ayuda a los países libres del hemisferio occidental. De ser posible, Estados Unidos, en concierto con otras naciones, brindaría un apoyo abierto a la sublevación del pueblo cubano, y tal apoyo incluiría una fuerza militar, si fuera necesario”.      

Allá los que tengan dudas. Los yanquis persiguen apoderarse de Cuba nuevamente.

Ese es el objetivo de esas acciones de guerra económica y así lo expuso la CIA en su estimado de inteligencia elaborado en 1993, después de la caída de la URSS, cuando soñaban que la Revolución se iba a bajo:

“…Hay una directa relación entre graves privaciones económicas y la inestabilidad políticaLa economía cubana se ha contraído en más del 40 por ciento desde 1989 y probablemente continuará descendiendo. Virtualmente sin subsidios extranjeros, créditos o asistencia, Cuba enfrenta una escasez severa de combustible, alimentos y otros”.

“Con los alimentos y el petróleo constituyendo casi los dos tercios de los gastos de importación, sólo varios cientos de millones de dólares estarán disponibles para otras compras en el exterior. Las importaciones cortadas, de forma aguda, de piezas de repuesto para la industria, maquinarias y equipos; el transporte de mercancías, los insumos agrícolas y otras mercancías decisivas, minarán más las perspectivas de una recuperación económica”.

“Cuando las condiciones en la Isla se deterioren más, es muy probable que los incidentes violentos se extiendan, debido a la creciente frustración sobre los cortes en la electricidad, los transportes y los alimentos”.

Por eso cada día aprueban más sanciones y medidas para incrementar su guerra contra la Revolución, con la ayuda de ciertos peones que danzan al compás de su tambor, pero el pueblo cubano sabe que está en juego su libertad y soberanía nacional, porque como en 1898 volvería a ser tratado como una neocolonia y quizás hasta con otra despreciable Enmienda Platt, que entonces podría denominarse “Enmienda Rubio-Díaz Balart”.

Razón tuvo José Martí cuando afirmó:

“Es preciso que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados Unidos”.

El asalto a la embajada mexicana en Ecuador tiene antecedentes.


Por Arthur González.

El asalto a la sede diplomática de México en Ecuador, el 5 de abril del 2024, para detener al ex vicepresidente Jorge Glas, quien estaba en calidad de asilado en esa misión, demostró el desprecio al respeto de las normas internacionales y a los derechos humanos, situación rechazada por todos los países del mundo, aunque por ser un gobierno de derecha y socio de Estados Unidos, no ha sido sancionado por la OEA, ONU ni por el Parlamento Europeo.

Algo muy diferente habría sucedido si el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, hubiera ordenado el asalto a la misión diplomática de España en Caracas, para detener al terrorista Leopoldo López, prófugo de la justicia, quien permanecía como invitado en esa legación, pues Estados Unidos, la OEA y la Unión Europea de inmediato aplicarían las más fuertes sanciones diplomáticas y económicas, acompañadas de una extensa campaña de prensa internacional.

En un desafío total a la Convención de Viena, Daniel Noboa, presidente de Ecuador, asegura estar convencido de haber actuado correctamente y no se arrepiente de su decisión.

¿Se imaginan si fuese Maduro quien hiciera tales declaraciones?

Nadie dude que sería el pretexto ideal para que el Comando Sur de Estados Unidos y algunos países aliados, invadieran a Venezuela para “restaurar el orden público y el derecho internacional pisoteado”.

México tiene un gobierno de posiciones nacionalistas contrarias a la política imperial de Washington y muestra sin temor sus simpatías por Cuba, Venezuela y Nicaragua, suficiente para que Estados Unidos y sus socios internacionales no respalden su condena contra Ecuador.

Esto demuestra que hoy el mundo está dirigido a base de la fuerza, sin el más mínimo respeto a las leyes y normas aprobadas después de la 2da Guerra Mundial. Prueba de eso es el apoyo incondicional que Estados Unidos brinda a Israel, a pesar del genocidio que ejecuta contra el pueblo palestino, mucho mayor que el holocausto que sufrieron a manos de Hitler los judíos, oponiéndose incluso a reconocer a Palestina como un Estado pleno de derechos en la ONU.

La actuación yanqui siempre ha sido igual con los gobiernos que se pliegan a sus órdenes y así ocurrió cuando el 29 de octubre de 1956, el Brigadier General Rafael Ángel Salas Cañizares, jefe de la Policía Nacional de Cuba durante la dictadura de Fulgencio Batista, irrumpió violentamente en la embajada de la República de Haití, ubicada en la 7ma avenida esquina a calle 20, reparto Miramar en La Habana, al conocer que en la misma se encontraban refugiados 10 jóvenes revolucionarios, opositores a la dictadura.

A diferencia de lo acontecido en Quito este año, Salas Cañizares y una decena de sus policías, ametrallaron a los jóvenes dentro de la misma sede diplomática, sin el menor respeto a los derechos humanos, acostumbrados a reprimir brutalmente cualquier manifestación revolucionaria de los estudiantes y otros revolucionarios.

La policía batistiana y otros órganos de represión de la época como el Buró de Investigaciones y el BRAC, contaban con asesores yanquis para reprimir a las organizaciones obreras y estudiantiles opuestas al régimen batistiano y recibían con frecuencia visitas de altos jefes de la CIA y el FBI.

Salas Cañizares murió durante el asalto, pues Secundino Martínez Sánchez, uno de los revolucionarios asilados en la sede diplomática, y el único que portaba un arma de fuego, en el piso y mortalmente herido, iba a ser rematado por Salas Cañizares con su pistola, pero Secundino desde el suelo le disparó, alcanzándolo en el bajo vientre por debajo del chaleco antibalas, porque el esbirro era un hombre muy obeso y el chaleco no lo cubría totalmente.

Salas Cañizares falleció el 31 de octubre de 1956 a consecuencia de las heridas y pagó con su vida tantos crímenes acumulados.

Fulgencio Batista no recibió una sola sanción o condena por ese crimen y la total violación de la embajada de Haití, porque para Estados Unidos sus aliados son intocables, aunque sean criminales.

Esa es la democracia y libertad que pretenden imponer al mundo y por eso alertaba José Martí:

“Ya salen a la luz sobre el modo peligroso y altanero con que los Estados Unidos se proponen tratar a nuestros pueblos”.