Donald Trump pierde la compostura ante periodista de CNN.


Por Arthur González.

El propio presidente de los Estados Unidos de América, se ha encargado de demostrarle al mundo que, en su país, no hay libertad de prensa, expresión, ni de pensamiento, al arremeter contra los periodistas de forma prepotente y grosera, cuando le hacen preguntas que no quiere responder.

El más reciente evento se produjo en la propia Casa Blanca en el momento que el reportero de la cadena CNN, Jim Acosta, le preguntaba a Donald Trump, por qué él decía que la caravana de migrantes procedentes de Centroamérica, que se dirige hacia Estados Unidos, los iba a “invadir”.

Con la cara muy contrariada, el presidente dio una respuesta evasiva y al insistir el periodista en su pregunta, Trump le dijo abruptamente que su turno se había terminado, exigiéndole que se sentara.

Al querer Acosta reiterar su interés en obtener una respuesta del Presidente, este en actitud desafiante le lanzó palabras ofensivas, momento en que una mujer joven que, hacia funciones de asistente de sala, se levantó de inmediato y le fue arriba al reportero de la CNN quitándole el micrófono, pero a pesar de eso Acosta continuó preguntando.

Trump, sumamente irritado por las interrogantes del citado periodista respecto al posible vínculo de Rusia con los resultados de las elecciones presidenciales de 2016, volvió a ofender al corresponsal y evidentemente como represalia ordenó que un oficial del servicio de seguridad de la Casa Blanca le retirara las credenciales que le permitían asistir a las ruedas de prensa

Está más que probado que el actual mandatario no acepta a la prensa, ni desea que se publiquen informaciones con las que él no está de acuerdo, acusando a los medios de publicar “noticias falsas y atacarlo personalmente”.

Nadie en el establishment ha acusado al sistema norteamericano por el acoso a la prensa y limitar la libertad de expresión, como tampoco dicen una solo palabra los autocalificados “periodistas independientes” cubanos, financiados con parte de los 20 millones de usd aprobados anualmente para la subversión contra Cuba; silencio al que tan bien se suma la Sociedad Interamericana de Prensa, que, siguiendo orientaciones de los yanquis gastan miles de dólares en campañas acusatorias contra la Revolución socialista.

Después hay que soportarle al Departamento de Estado que pretenda atacar a Cuba de “violar los derechos humanos y la libertad de prensa”.

Por eso se quedaron nuevamente solos en las 8 votaciones en la reciente Asamblea General de la ONU, sobre las fabricadas enmiendas que quisieron adosar a la resolución presentada por el Canciller cubano, contra el criminal bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos, hace casi 60 años.

Moral en paños menores es lo que exhibe Estados Unidos en su política de derechos humanos y libertades civiles, por eso sería conveniente que Trump tuviera presente a José Martí cuando señaló:

“Solo la moralidad de los individuos conserva el esplendor de las naciones”

Estados Unidos no aprende de sus fracasos


Por Arthur González.

¿Ignorantes que no leen su propia historia o imperialistas prepotentes? Sin duda alguna las dos variantes. Así son los gobernantes yanquis y sus servicios de inteligencia que no aprenden de su fracasada política hacia Cuba, hostil y arrogante.

¿A caso no recuerdan que el pueblo cubano resiste la guerra económica y financiera más larga de la historia, sin flaquear su apoyo a la Revolución?

El diseño de esa política es para matar por hambre y enfermedades a 11 millones de cubanos, simpaticen o no con el sistema, pero sin los resultados ambicionados por el presidente Dwight Eisenhower, cuando el 25 de enero de 1960 señaló: “si los cubanos tienen hambre sacarán a Castro”.

Actos terroristas ejecutados por la CIA, tampoco lograron la meta prevista. El pueblo se unió para combatirlos, al igual que hace ahora con los fabricados “disidentes” y sus campañas engañosas. La división entre ellos y su lucha por obtener más dólares y visas de “refugiados”, los hace menos creíbles para un pueblo culto como el cubano.

El enfoque “dulce” para atraer al gobierno cubano hacia la política yanqui e intentar “domesticar” a Castro a través del diálogo, estudiada en 1962 y confesada en 1996 por McGeorge Bundy, asesor del presidente JFK, fue puesta en práctica por Barack Obama en 2014, pero tampoco les permitió recoger frutos.

Bundy afirmó que su fórmula de acercamiento debía ser “secreta, segura y confiable, pero de maldad abierta y encubierta contra Cuba”.

Obama declaró abiertamente al informar el restablecimiento de relaciones con La Habana:

Décadas de aislamiento de Cuba por parte de EE.UU. no han conseguido nuestro perdurable objetivo de promover el surgimiento de una Cuba estable, próspera y democrática”. “Hay que poner fin a nuestro enfoque obsoleto y promover de manera más eficaz la implantación de cambios en Cuba”.

Al no obtener lo que esperaban y asumir el poder Donald Trump, congeló el “enfoque dulce”, restaurando la arcaica política de fuerza, esa que a los cubanos es más atractiva porque pone a prueba su valentía y la lucha por su soberanía nacional.

Ante ese escenario y embriagados por los resultados obtenidos en Argentina, Brasil, Ecuador, a partir de financiar a grupos opositores con millonarios presupuestos entregados a través de la USAID y la NED, repartidos entre estudiantes universitarios, partidos políticos, iglesias e incluso delincuentes comunes, como hacen hoy en Venezuela y Nicaragua, Nikky Haley, embajadora ante la ONU, aseguró que “Latinoamérica no puede permitirse que las últimos gobiernos autoritarios que quedan en el hemisferio, arrastren al resto de la región”, en clara alusión a los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Evidentemente los yanquis creen que el mundo es el mismo de hace 100 años, cuando llegaban a cualquier país latinoamericano con sus cañoneras y desembarcaban los marines para ocuparlo. Aún lo hacen en el medio oriente, pero América Latina es harina de otro costal.

El imperio ya no puede actuar a sus anchas y las reuniones en la OEA para aislar a Venezuela no les da dividendos. Por mucho dinero que gasten contra el presidente Nicolás Maduro, el pueblo lo apoya, en contra de las campañas de prensa que lo satanizan y distorsionan la realidad de ese país.

A Daniel Ortega, triunfador en las recientes elecciones, le pretenden formar una cabeza de playa, sufragando actos terroristas que los yanquis jamás permitirían en sus ciudades, como quedó demostrado el pasado año en las manifestaciones llevadas a cabos por norteamericanos negros, que se lanzaron a las calles a protestar por los asesinatos cometidos por policías blancos contra jóvenes negros.

Ante esas masivas protestas, la policía embistió brutalmente a los manifestantes y a palos, gases lacrimógenos, balas de goma y de guerra, dominaron la situación, e impidieron campañas de prensa.

Si algún periodista estadounidense con dignidad y ética profesional se decide a arriesgar su trabajo y libertad personal, publicando noticias que reflejen la realidad que viven los 42 millones de pobres en los Estados Unidos, o denuncia las violaciones a los derechos humanos de los negros, latinos e inmigrantes, es inmediatamente silenciado y reprimido.

Un vivo ejemplo son las acusaciones hechas por Trump en días pasados, cuando amenazó con retirarle la acreditación para entrar a las conferencias de prensa en la Casa Blanca, a reporteros de aquellos medios que hagan críticas a su gobierno, lo que viola la tan cacareada libertad de prensa aducida por los yanquis.

Para el presidente Trump las informaciones que reflejan la realidad de su mal gobierno y los padecimientos que sufren los estadounidenses, son “noticias falsas”, como las que reportan sobre la economía. A esos periodistas los tilda de “corruptos” y no los quiere en la Casa Blanca.

Programas de las cadenas televisivas CNN y MSNBC, y los periódicos The New York Times y Washington Post que divulgan la realidad de sus desvaríos políticos, los acusa de mentirosos y de publicar noticias falsas. Sin embargo, a los que deforman la realidad de Cuba y Venezuela los condecora y aplaude, porque escriben lo que les dictan desde el Departamento de Estado y la CIA.

Para palpar la hipocresía yanqui contra países como Venezuela haciéndole campañas para no reconocer sus elecciones, basta comprobar que el Departamento de Justicia abrió una investigación para comprobar su Trump o los responsables de su campaña presidencial del 2016, cometieron el delito de obstrucción de justicia, en colusión con el gobierno de Rusia para socavar las presidenciales de ese año, pero esas elecciones no se cuestionan.

Para el emperador eso es una “cacería de brujas”, al igual que las informaciones sobre el pago que hizo con dinero de su campaña presidencial, a la actriz del cine porno Stormy Daniels, por sus favores sexuales.

Si dedicaran parte del tiempo a leer su propia historia y los tantos fracasos, quizás entendieran mejor a los cubanos, porque como dijera José Martí:

“La Revolución en Cuba es el aire que se respira”.