El odio de Estados Unidos hacia Cuba


Por Arthur González.

Mucho antes de que el Ejército Rebelde encabezado por Fidel Castro, obtuviera la victoria sobre la tiranía de Fulgencio Batista, Estados Unidos hacia lo posible por impedir su triunfo, al percatarse de que sí lograban vencer, sería un Gobierno diferente a los que siempre se plegaron a los dictados de Washington.

El mismo año 1959, la estación local de la CIA en La Habana envió un análisis de que la Revolución tomaba un camino nacionalista, algo no usual en el capitalismo, y ahí comenzaron las acciones en su contra.

El 14 de abril de 1959, Daniel M. Braddock, Ministro Consejero de la embajada norteamericana y James A. Noel, Jefe de la Estación Local de la CIA, remitieron al Departamento de Estado un informe titulado: “Crecimiento del comunismo en Cuba”, con la propuesta de “tratar de aislar a Castro de la influencia comunista y denunciar las actividades comunistas locales en la prensa de cubana, la estadounidense y en el llamado mundo libre”.

En diciembre del propio 1959, el Jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA, el señor J.C. King, enviaba un memorando al director de la CIA, proponiéndole varias acciones para impedir las medidas revolucionarias en beneficio del pueblo y entre ella una que dice textualmente:

“Se le debe dar una cuidadosa atención a la eliminación de Fidel Castro. Ninguno de los que se hallan cercanos a Fidel, como por ejemplo su hermano Raúl y su compañero Che Guevara tienen el mismo carisma sobre las masas. Muchas personas bien informadas consideran que la desaparición de Fidel aceleraría grandemente la caída del gobierno actual”.

Al no poderlo acometer, a pesar de los cientos de planes de asesinatos planificados, el odio de Estados Unidos creció hasta convertirse en una obsesión enfermiza, algo que les impide normalizar las relaciones con la Isla.

Ese es el motivo por el cual, a pesar del restablecimiento de relaciones diplomáticas el pasado 17.12.2014, e incluso de la visita del presidente Barack Obama, su hostilidad hacia Cuba se mantenga intacta.

Prueba de eso ese la acusación que realizó el pasado 3 de marzo del 2017 el Departamento de Estado, en su informe anual sobre Derechos Humanos, donde imputan al Gobierno de Cuba, sin elementos probatorios, de ser el responsable de las “violentas protestas en contra de la disidencia pacífica organizadas por el Gobierno, el hostigamiento y las detenciones para impedir la libre expresión y la reunión pacífica”.

Esto forma parte de la más reciente ofensiva de guerra mediática desatada contra Cuba.

En dicho panfleto, que ningún país le ha pedido confeccionar, Estados Unidos repite sus mentiras con el propósito de satanizar a la Revolución, solo por mantener el sistema socialista, algo que no le perdonan y menos aún por resistir sus actos terroristas durante 58 años, unido a la criminal guerra económica, comercial y financiera que persigue “…Negarle dinero y suministros para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento  del  Gobierno”.

Siguiendo la misma línea de su campaña, el Departamento de Estado también incorporó a Cuba entre “los principales lugares de blanqueo de dinero en el mundo”, algo que provoca risas teniendo en cuenta la difícil situación financiera del Isla, precisamente por la persecución de Estados Unidos sobre la banca internacional y los inversionistas extranjeros que se atreven a violar la ley del Bloqueo.

Además, ahora expertos en el Comité de Desapariciones Forzadas (ONU) igualmente cuestionan la estructura del sistema de justicia cubano, al expresar que “Cuba es el único país autoritario de la región, según indica el informe anual de democracia del líder mundial en inteligencia de negocios The Economist Intelligence Unit (EIU), del The Economist Group.

La cruzada es fuerte y costosa, pero si es para desprestigiar a la Revolución no importan los miles de millones gastados.

Lo paradójico es que ese mismo Departamento de Estado es quien designa a altos funcionarios para que en la Habana sostengan reuniones y analicen la marcha de las nuevas relaciones diplomáticas, donde se afirma que se comportan de forma “respetuosa y profesional”, algo incomprensible para el pueblo cubano que conoce perfectamente que sus actos criminales no han cesado.

Todo es más de lo mismo y mientras en Cuba exista el sistema socialista ellos no cambiarán de actitud. Sigue leyendo