Presos a los que nadie escucha.


Por Arthur González.

El odio de los Estados Unidos contra la Revolución cubana es tal, que fabrican mentiras con el fin de hacerle creer al mundo que la Isla es un infierno peor que el descrito por Dantes, por eso rompieron relaciones diplomáticas el 3 de enero de 1961, prohíben los viajes a Cuba de sus ciudadanos, presionaron a los integrantes de la OEA a romper relaciones con Cuba, y crearon estaciones de radio y TV para transmitir noticias falsas.

A pesar de los millones de dólares empleados en esas cruzadas, sumada la construcción de una “oposición” que nunca alcanza el apoyo popular; los planes de actos terroristas para hundir la economía; los intentos de asesinato a sus líderes principales; la guerra económica, comercial, financiera y biológica; unidas a la guerra subversiva que ejecutan con el empleo de organizaciones como la NED,USAID y otras pantallas de la CIA, la Revolución se mantiene firme desde hace 60 años, apoyada por la mayoría de los cubanos y por millones de personas en América Latina, Europa, África, Asia y Oceanía, como prueba de que tantas personas no pueden estar equivocadas.

La construcción de calumnias está presente en cada acción de los yanquis, ordenándole a sus lacayos darle seguimiento a las acusaciones que emanan de la CIA y el Departamento de Estado, como sucedió con la cercana detención de su más amado servidor, José Daniel Ferrer, delincuente con amplia hoja de violaciones de las leyes cubanas y no precisamente políticas.

En medio de una brutal represión en Ecuador, Chile, Bolivia y Colombia, los yanquis desataron una defensa mediática a ultranza por la detención de su asalariado cubano, entre las que se destacan las de Dita Charanzová, Vicepresidenta del Parlamento Europeo encargada de América Latina; el Gobierno de Suecia; Erik Jennische, director del Programa para América Latina del grupo Defensores de los Derechos Civiles; el eurodiputado Hermann Tertsch, representante del partido español VOX y el director de toda esa campaña, Mike Pompeo, Secretario de Estado.

Sin embargo, ninguno de los defensores del delincuente cubano dice una sola palabra respecto a las violaciones de los derechos humanos que padecen a diario los presos que cumplen sus condenas en la cárcel de Rikers Island, calificada como la prisión de los horrores de New York.

Ese centro de reclusión inaugurado en 1932, como centro de detención temporal, para quienes esperaban juicio o para cumplir cortas condenas. Con capacidad para 14 mil presos, ha llegado a tener más de 20 mil reclusos, el 90% de raza negra o de origen latino, donde las palizas propinadas por los guardias, las peleas entre reclusos y abusos, son cotidianos sin que nadie denuncie las violaciones a los Derechos Humanos que allí acontecen.

Frecuentemente ocurren peleas entre bandas organizadas, pero los guardias no actuaban hasta que los presos están a punto de matarse o quedan mal heridos, algo común en el sistema penal en Estados Unidos, reflejado en múltiples filmes, sin que nadie reclame y acuse al gobierno yanqui por tantos abusos y la masividad de presos en esos almacenes de seres humanos.

Rikers Island está considerara como una de las cárceles más peligrosas del mundo, pero nadie se interesa en saber lo que sucede tras los muros de ese centro aislado, que brutaliza al ser humano.

¿Dónde están los defensores de los Derechos Humanos que no proponen resoluciones para condenar a Estados Unidos, por esos miles de presos sin un trato justo que los reeduque para su posterior inserción en la vida pública?

¿Por qué no califican a Estados Unidos como una dictadura que condena sin pruebas a personas inocentes?

La Vice Presidenta del Parlamento Europeo debería investigar lo que realmente sucede en ese y cientos de prisiones yanquis, si es que realmente es una defensora de los Derechos Humanos y no una cumplidora más de las órdenes de los yanquis, como todo hace indicar.

¿No le preocupan al Reino de Suecia y a su Cancileer, las violaciones que comete Estados Unidos con sus detenidos, las palizas brutales que los guardias le propinan a los reclusos, ni las semanas en que mantienen a los presos en celdas de castigo, sin tomar sol o bañarse?

Lo que sucede en la cárcel de Rikers Island, no es propaganda comunista, lo reconoció el diario The New York Times, en   julio del 2014, al publicar el resultado de una investigación que detallaba 129 casos de presos, muchos de ellos con trastornos mentales, que sufrieron lesiones graves durante discusiones con los guardias, en 11 meses del año 2013. Muchos de los heridos requirieron atención médica fuera del recinto, por carecer la prisión del material necesario para tratarlos.

Esa situación fue avalada posteriormente por Preet Bharara, fiscal del distrito sur de Nueva York, en un informe que afirma: “la verificación de la cultura de la violencia profundamente instalada entre los funcionarios de Rikers Island, radica en el trato que dan a los internos más jóvenes”.

Ninguno de los funcionarios implicados en esos hechos fue investigado, procesado o sancionado, ni existen declaraciones del Departamento de Estado o las organizaciones de Derechos Humanos, esas que ahora acusan a Cuba por la detención del asalariado José Daniel Ferrer y se preocupan por sus familiares, como hace la actual Encargada de Negocios de Estados Unidos en La Habana, o la misma Vicepresidenta del Parlamento Europeo, quien envió un mensaje a las familias de Ferrer, Roilán Zárraga, Fernando González Vaillant y José Chaveco, ratificándole todo el respaldo y la solidaridad del Parlamento Europeo.

Moral en paños menores la que muestran quienes cumplen instrucciones de Washington, mientras desoyen a las verdaderas víctimas de un sistema que destruye a sus detenidos, sin importarles su vida y reeducación.

Lo que les duele es que Cuba no se doblega ante las injurias de los yanquis y sus lacayos, porque como bien expuso José Martí:

“La dignidad propia se levanta contra la falta de dignidad ajena”.

 

 

 

 

La ceguera política de los que condenan a Cuba y Venezuela.


Por Arthur González.

Personajes funestos como el agente CIA Luis Almagro, adoptan posiciones que evidencian la ceguera política que los afecta, en su obsesión enfermiza contra Cuba y Venezuela.

Cuando salió del closet, dándose a conocer como traidor de sus propias ideas de izquierda, Almagro tuvo que seguir las orientaciones de sus jefes, pero ya de forma pública, y atacar todo lo que oliera a socialismo en la región. De ahí que fuese seleccionado para dirigir la desprestigiada OEA, con el fin de condenar a Venezuela y a Cuba, a pesar de que esta última no forma parte de ese llamado “Ministerio de colonias yanquis”.

No queriendo reconocer que el proceso revolucionario venezolano es auténtico y cuenta con el apoyo mayoritario de sus ciudadanos, debido a los incuestionables logros sociales alcanzados desde que Hugo Chávez ganó las elecciones por primera vez, Estados Unidos fabrica campañas de prensa para hacerle creer al mundo que Nicolás Maduro es un “incapaz y el pueblo no lo apoya”.

Le aplican la misma receta que a Cuba: la guerra económica, comercial y financiera, en intento desesperado por evitar la satisfacción de las necesidades del pueblo, y después culpar al gobierno de mala gestión y de que el sistema socialista es “un desastre” que solo trae penurias.

A pesar de los actos terroristas contra las instalaciones de generación eléctrica; manifestaciones públicas pagadas por la NED y la USAID desde la embajada yanqui; el robo de activos y las finanzas venezolanas en el exterior; sanciones económicas; presiones a países aliados para que no comercien con Venezuela;  la construcción de un presidente auto nombrado en una avenida de Caracas; las amenazas a quienes en la Unión Europea no lo reconocieran y las instrucciones a la OEA para que le dieran respaldo a ese títere, la Revolución Bolivariana de Venezuela se mantiene inalterable y el pueblo reconoce que Estados Unidos es el verdadero responsable de sus carencias.

No obstante, Luis Almagro, instruido por los yanquis, declara que el apoyo de los colaboradores cubanos en el área de la Salud, educación, cultura y agricultura urbana, es el sostén del gobierno de Maduro, pues sin ellos ya la Revolución hubiese sido derrotada, craso error de ceguera política al no querer admitir el apoyo popular con que cuenta el gobierno bolivariano.

Cuan diferente es la situación que viven Argentina, Colombia, Ecuador, Chile y Honduras con protestas verdaderamente populares y no fabricadas por los yanquis, contra los gobiernos neoliberales que aplican medidas económicas impuestas por el FMI.

Las represiones salvajes contra los manifestantes en las calles de Quito, Santiago de Chile y de Buenos Aires, no se observan ni en Cuba y menos en Venezuela.

Los pueblos se cansan de tanta explotación, desigualdad social y pérdida del nivel de vida, pero no por una guerra económica y financiera impuesta desde Estados Unidos, sino por el mal manejo de la economía de un sistema capitalista, donde el ser humano es el último eslabón de la cadena, pues el enriquecimiento de las clases pudientes es lo primordial.

Las políticas económicas de ajustes impuestas por el FMI, hacen que en esos países capitalistas se incremente la pobreza, el desempleo, suban los precios, los costos de salud y educación, reclamos ahora exigidos por los ciudadanos, sin temor a las salvajes represiones del ejército que golpea brutalmente, incluso hasta los periodistas, lanzando gases lacrimógenos y chorros de agua, disparan balas de goma, matan, hieren y detienen arbitrariamente.

Ninguna de esas represiones al mejor estilo de las dictaduras latinoamericanas del siglo XX, han sido condenadas por el Parlamento Europeo, la Alta Representante del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, los múltiples organismos de derechos humanos que se la pasan acusando a Cuba y a Venezuela, el Grupo de Lima, la OEA, Freedon House, la Sociedad Interamericana de Prensa, y menos aún el Departamento de Estado, quien observa con pavor como se les va de las manos la derecha que impusieron en América Latina, en su intento por aplastar a la izquierda.

Luis Ignacio Lula fue encarcelado injustamente para impedir su postulación, Cristina Fernández y Rafael Correa, son acusados de corruptos para que no puedan volver a gobernar en Argentina y Ecuador; contra Evo Morales las cruzadas mediáticas y la repartición de millones de dólares a la oposición, pretenden confundir para restarle apoyo popular, pero los pueblos ya no pueden ser más engañados, el sufrimiento causado por el capitalismo es cada día mayor y la gente se agota de ver a los gobernantes atesorar, mientras la miseria y la desprotección aumenta.

Hoy la pobreza crece en el mundo bajo el sistema capitalista, incluido en los Estados Unidos, donde son más de 40 millones los pobres, sin seguros médicos ni protección alguna. A pesar de eso, el presidente Donald Trump arremete contra el socialismo y sanciona criminalmente a los pueblos cubano, venezolano y nicaragüense, quienes resisten estoicamente porque saben lo que sufrirían de instaurarse el capitalismo salvaje, como lo definió su Santidad Juan Pablo II, quien vivió en su natal Polonia los dos sistemas y pudo sacar conclusiones.

Las calles de Venezuela y de Cuba no tiene que ser patrulladas por Comandos de Operaciones del Ejército, como se constata hoy en Chile, donde para reprimir al pueblo han sacado de los cuarteles a cientos de miles de soldados y cadetes, declarar un toque de queda para prohibir el repudio popular al gobierno capitalista de Sebastián Piñera.

Vergüenza debería darle a Washington por apoyar esa represión, al igual que a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que, como Michelle Bachelet, solo han declarado tibiamente que “siguen con preocupación las protestas”, pero no hay una resolución de condena como hicieron rápidamente cuando las Guarimbas organizadas por la oposición venezolana, a pesar de aquellos actos terroristas, donde incluso quemaron vivos a varios simpatizantes de Maduro.

Hasta la fecha, no hay una sola reclamación de esos organismos por las miles de detenciones arbitrarias, ejecutadas en Ecuador y Chile, contra los ciudadanos que protestan hartos de tan desigualdad en esas sociedades, el sistema de pensiones, el alto costo de la salud, el deficiente sistema público de educación y los bajos salarios en relación con el costo de la vida, como sí muestran ante las inventadas detenciones temporales en Cuba, de elementos contrarrevolucionarios fabricados y financiados por Estados Unidos, que intentan alterar el orden público.

Por eso hay que tener presente a José Martí cuando dijo:

“Los pueblos no se rebelan contra las causas  naturales de su malestar, sino contra las que nacen de algún desequilibrio o injusticia”.