El imperio vuelve al ataque.


Por Arthur González.

Estados Unidos y su actual administración se comportan como aquellos personajes malévolos creados por Disney para sus filmes, al asesinar, enfermar y transformar en sapos, a todos los que no se arrodillan a sus pies y asumen posiciones soberanas.

Contra Cuba han empleado todos los métodos posibles para derrocar a la Revolución y a sus líderes. Fabricaron opositores, ejecutaron los más crueles actos terroristas imaginables, desde la voladura del buque francés La Coubre, en marzo de 1960, bombardeos a las refinerías de La Habana y Santiago de Cuba, incendios en centros comerciales, cines, teatros, escuelas, campos de cañas, industrias, más los planes para asesinar a Fidel Castro.

No bastándole tantos daños, estructuraron una guerra económica, comercial, financiera y biológica, para estrangular la economía, hacer padecer al pueblo y después culpar al sistema de ser incapaz de satisfacer las necesidades de los cubanos, con la esperanza que estos se lancen a las calles para derrocar al gobierno.

A pesar del rechazo a tan vil política, similar a la empleada por los nazis, Estados Unidos continúa reforzando sus sanciones a Cuba, con la fracasada añoranza de alcanzar sus añejos propósitos.

Ahora repiten su despiadada política contra Venezuela, país que han satanizado a través de sus poderosos medios propagandísticos, y a pesar de los múltiples actos terroristas ejecutados por sus agentes, increíblemente no tienen el rechazo de la Unión Europea, intoxicada por la propaganda fabricada por especialistas en subversión política de la CIA.

Golpes militares, financiamiento millonario a la oposición violadora de todas las normas jurídicas establecidas, actos terroristas y de corrupción, más la solicitud de la intervención del ejército yanqui, demuestran la naturaleza de esos opositores, incluso ante la posibilidad de muerte de millones de venezolanos.

Contra Cuba ya no les quedan casi opciones para sancionar a empresas, hoteles, restaurantes, centros comerciales, líneas aéreas, barcos, industrias, puertos, bancos, casas editoriales, bebidas y todo aquello que pudiera insuflar dinero a la economía.

La persecución financiera es algo sin antecedentes en la historia de la humanidad, sancionando a entidades bancarias internacionales como si fueran sus súbditos, al pago de multas multimillonarias por hacer alguna transacción con Cuba.

Es tal el odio visceral que acumulan los yanquis contra la Revolución cubana, que ahora pretenden bloquear la entrada de petróleo a la Isla, aspirando a dejarla sin electricidad para producir todo lo que cualquier país necesita para darle vida a su economía, incluida la electricidad doméstica, de hospitales, transporte público, funerarias, escuelas y las demás actividades de una sociedad moderna.

Todo ante la vista de países que se proclaman amantes de la libertad, la democracia y los derechos humanos, como si pretender matar por hambre y enfermedades a todo un país, fuese algo normal.

Similares acciones criminales aplican contra Venezuela y sus principales funcionarios, sancionándolos con espurias medidas basadas en mentiras construidas, solo con la intención de demonizarlos ante el mundo, mientras apañan a verdaderos corruptos y criminales como los presidentes de Chile, Colombia, Ecuador, Argentina y Brasil, que sí responden a todas sus órdenes.

La obsesión enfermiza de Elliott Abram, John Bolton, Mike Pompeo y Marco Rubio, llega a tal punto, que solo sueñan con estrangular cada día más la economía de Cuba y Venezuela, ante la mirada impasible de las Naciones Unidas, sin que nadie se atreva a acusar a los Estados Unidos por sus acciones ilegales, a pesar de que violan todos los principios legales establecidos en la carta de la ONU.

Los yanquis, transgresores históricos de los Derechos Humanos, se adjudican la facultad de acusar e incorporar a sus listas negras, a quienes no cumplan con sus imposiciones imperiales, actuando como vulgares hechiceros que procuran arrodillar al resto del mundo.

Vergüenza debería darle a la vieja y culta Europa, al permitir el avasallamiento de Estados Unidos contra sus empresas comerciales y bancos prestigiosos, que sumisamente pierden su soberanía al pagar elevadas multas al amo imperial, como si regresaran al medioevo entregándole el diezmo al señor feudal.

Lo inverosímil del tema es que tanto Donald Trump, Mike Pompeo, como Elliott Abram, enviado especial de la Casa Blanca para Venezuela, afirman desde hace meses que: “Cuba es la que mantiene en el poder al presidente Nicolás Maduro, debido a la presencia de miles de militares cubanos y agentes de inteligencia, en todos los órganos del régimen, hasta en el Palacio Miraflores”.

Según ellos, Maduro se sostiene en el poder por los cubanos, algo verdaderamente risible, con lo que pretenden ocultar el apoyo popular que posee, debido a las medidas adoptadas en casi dos décadas a favor del pueblo y las clases más pobres de Venezuela, los que no quieren regresar a los desmanes de gobiernos anteriores, como el de Carlos Andrés Pérez.

​60 años de fracasos en su política anticubana, no han servido para que la Casa Blanca saque conclusiones de que la Revolución tiene raíces verdaderas y sólidas, confirmado en la resistencia popular y su unidad.

Un documento desclasificado referente a reunión de alto nivel celebrada en el Departamento de Estado, el 27 de junio del 1960, expone el beneplácito al “Programa de presiones económicas contra el régimen de Castro”, que dio forma a lo acordado en la reunión del Consejo de Seguridad Nacional, CSN, del 17 de marzo del 1960, bajo el denominado “Programa de Acciones Encubierta contra el régimen de Castro”.

Estados Unidos está reciclando todas las medidas ejecutadas en aquellos años del siglo XX, pues en dicha reunión del CSN, el entonces Secretario del Tesoro, propuso privar de petróleo a Cuba, bajo el argumento de que, “en un mes, a lo sumo seis semanas, ello provocaría el desplome del gobierno de Castro”.

Error tras error, durante más de medio siglo no bastan para que los halcones comprendan que nunca alcanzarán a materializar sus anhelos, pues como dijo Barack Obama al justificar el cambio de política hacia La Habana:

Décadas de aislamiento de Cuba por parte de Estados Unidos, no han conseguido nuestro perdurable objetivo de promover el surgimiento de una Cuba estable, próspera y democrática”.

Pero ni el garrote, ni la zanahoria acaramelada de Obama, podrán someter a los cubanos, porque como afirmó José Martí:

“Una vez gozada la libertad, no se puede ya vivir si ella”.