Predicciones sobre Cuba de economistas detrás de una mesa.


Por Arthur González.

Qué fácil resulta analizar la economía de un país asediado durante 60 por una guerra económica, comercial y financiera, leyendo libros detrás de una mesa de trabajo, sin nunca haberse enfrentado a la dirección de una empresa, donde tendrían que sortear los verdaderos obstáculos que imponen el “embargo”, como los yanquis insisten en calificarlo.

Ahí sí tendría que demostrar inteligencia y osadía para mantener la producción con falta de piezas de repuesto, la negativa de consorcios extranjeros a venderle materias primas, amenazados por Washington de ser sancionados, o porque un equipo importante para la empresa tiene más del 10 % de componentes made in USA y no se le permite adquirirlo, o que un banco internacional se niegue a efectuar una transferencia bancaria para el pago o la compra de determinada mercancía.

Entonces, esos “oráculos” de la economía cubana sabrían las peripecias que se ejecuta diariamente para importar un equipo que salvar vidas, producir determinada medicina o los alimentos para 11 millones de cubanos.

Esos “genios” de libros, se darían cuenta que las piedras en el camino económico de Cuba no son por problemas estructurales, como quieren hacerle ver a otros, sin mirar a los que residen en países como Chile, Bolivia, Brasil, Argentina, Panamá, Honduras, Guatemala, etc. que padecen verdaderas y profundas crisis económicas, con índices de pobreza crecientes, a pesar de tener economías de mercado, grandes, medianas y pequeñas empresas privadas.

Ante esas crisis que, sí son estructurales del sistema capitalista, los trabajadores carecen de servicios de salud, educación y una seguridad social adecuada a sus necesidades, unido a los despidos constantes, subidas de precios y recortes presupuestarios, sin que nunca hayan tenido que padecer la criminal guerra económica, comercial y financiera a la que someten a la Revolución cubana.

Esos países capitalistas, tampoco han sufrido programas subversivos elaborados por la CIA, con acciones terroristas para destruir sus industrias, centros comerciales, cines, teatros, buques mercantes, aviones civiles, hoteles y campos de cultivos para producir alimentos, unido a la introducción de plagas y enfermedades.

Sí Cuba mantiene sus logros sociales, con un elevado nivel de instrucción y salud gratuito para todos, incluidos aquellos que no apoyan el sistema socialista, es precisamente porque no aplica las recetas que Estados Unidos sueña con imponerle y que aplauden esos “economistas” de academia, formados gratuitamente.

Evidentemente tales “economistas” con sus fórmulas milagrosas, nunca han leído detenidamente, el conjunto de leyes aprobadas por Estados Unidos para ahogar la economía cubana y evitar que su modelo sea exitoso y un ejemplo para otros países, tal y como afirman académicos del Council on Foreign Relations:

La oposición de Estados Unidos a la Revolución cubana y el apoyo a la democracia y al desarrollo en este hemisferio, lograron frustrar las ambiciones cubanas de expandir su modelo económico e influencia política.

¿Podría un país con una economía diferente a la de Cuba, resistir 60 años de una terrible guerra económica?

Hoy el mundo enfrenta la pandemia del Covid-19 y un ejemplo del desastre del modelo económico, que esos “economistas de mesa” sueña con imponerla a la Isla, se percibe en España, Italia, Estados Unidos, Ecuador, Chile y muchos más, donde los recortes presupuestarios para la salud, unido a la privatización de hospitales, llevan a la muerte a miles de seres humanos.

Quienes califican “distorsiones estructurales” del modelo sociopolítico cubano, con su perdurable “matriz soviética”, pueden comparar la ejecución de ese modelo “distorsionado”, donde el ser humano es lo primero y puede salvarles la vida a ellos y sus familiares, sin pagar un centavo.

Estados Unidos hace lo imposible para destruir el proceso socialista cubano, difunde campañas venenosas, infesta la mente de personas para hacerles creer que Cuba es un infierno producto de su modelo político-económico, pero a la vez incrementa las sanciones de su guerra económica, corta de un tajo la entrada de norteamericanos, prohíbe la visita de cruceros, reduce al mínimo posible los vuelos hacia la Isla, amenaza con multas millonarias y años de cárcel, a las empresas que intenten invertir en la economía cubana con la aplicación del Título III de la execrable Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubanas, de 1996, (conocida por Ley Helms-Burton.

Aumenta la persecución de las transacciones bancarias imponiéndole cientos de millones de multas a quienes se atrevan a ejecutar alguna con la banca cubana y presiona a países para cortar la colaboración médica y la entrada de dinero, con campañas calumniosas.

¿Cómo podría funcionar una empresa privada cubana sin petróleo ni créditos para sus comprar?

Nadie en Cuba puede hacer compras utilizando el dólar estadounidense y Estados Unidos ha desatado una cacería contra los buques tanqueros de Venezuela o de cualquier país, que desee venderle petróleo a Cuba. ¿Eso es un problema estructural como afirman los sabios economistas de manuales?

Las sanciones ejecutadas en los últimos años por Estados Unidos demuestran que mientras Cuba no se arrodille ante sus pies, aplique un sistema neoliberal como el de Argentina o Chile, jamás podrá tener una economía libre de sanciones, que le permita demostrar la valía de su sistema.

Es tanta la obsesión enfermiza de los yanquis, que ni un jugo o refresco de limón pueden consumir en Cuba los ciudadanos norteamericanos. ¿Tendrá eso alguna relación con la supuesta deformación del modelo estructural cubano, como afirman los oráculos que defienden retomar el capitalismo para la Revolución?

Hay que ser muy torpe y ciego para no percatarse que, gracias al imperfecto modelo socialista de la economía cubana, el Estado puede mantener la vida del pueblo, que no es mejor por causas de esa despiadada guerra y no precisamente por el socialismo.

A pesar de la guerra económica, comercial y financiera más larga de la historia mundial, Cuba logra alimentar al pueblo, sostener el transporte, abastecer de agua a lugares remotos en las montañas, la salud con su sistema primario, secundario y especializado, sin haber cerrado un solo centro escolar o universidad del país, algo que no pudieran hacer quienes asumieron el neoliberalismo recomendado por el Fondo Monetario Internacional.

Esos que intentan asustar a los cubanos con otro período especial no dicen que, gracias al modelo que tanto atacan, Cuba resistió y salió adelante cuando Washington se preparaba para ver caer el socialismo, pero volvieron a recomerse el hígado al observar como el pueblo unido resurgía como Ave Fénix.

A darle clases magistrales a Estados Unidos que, a pesar de su poderío, tiene que enterrar a sus muertos en fosas comunes, debido al colapso del sistema de salud, pues allá la medicina es una mercancía.

Miren la diferencia de la Cuba bloqueada y agredida, salvando a su gente y a otros que en el mundo lo solicitan, con su modelo socialista, imperfecto sí, pero humano, porque como afirmó José Martí:

“Es al servicio de todos y por el bien de todos”.

 

 

 

 

No hay dudas, la guerra económica contra Cuba es total.


Por Arthur González.

Para aquellos que pudieran tener algún titubeo de que Estados Unidos persigue matar de hambre y enfermedades al pueblo cubano, las constantes medidas que toma la Casa Blanca contra la economía de la Isla, son pruebas irrebatibles de sus propósitos criminales.

Todo lo que le permita a Cuba algún ingreso de divisas, Donald Trump y su camarilla neo nazi, integrada por Mike Pompeo, John Bolton y Elliott Abram, se han propuesto cortarlos.

La búsqueda de información detallada de los ingresos de Cuba la lleva a cabo la CIA, en parte por las estadísticas oficiales que se publican, intervenciones públicas de ministros y altos funcionarios y también con sus agentes secretos dentro del país, con el único fin de sancionar, presionar y chantajear a gobiernos y empresarios extranjeros que establezcan negocios con la Isla.

La guerra económica contra Cuba es total, porque aspiran a ver la caída de la Revolución; vieja y fracasada aspiración de 11 administraciones anteriores, y la actual no será la excepción.

La más reciente arremetida fue anunciada el 26 de julio 2019, por el ex director de la CIA y actual secretario de Estado, Mike Pompeo, coincidiendo con la celebración del Día de la Rebeldía Nacional en Cuba, asegurando que: “Estados Unidos sancionará a los funcionarios cubanos que explotan y coaccionan a los médicos cubanos, desplegados en más de 65 países en las llamadas misiones internacionalistas”.

El odio es tal que se les retuercen los intestinos al ver como la pequeña Isla del Caribe, resiste con hidalguía sus medidas punitivas, los actos terroristas, las campañas de mentiras y cuantas sanciones se les han ocurrido ejecutar en los últimos 60 años.

Para seguir dándole vueltas a la tuerca de la criminal guerra económica, ahora persiguen a los médicos que brindan salud y bienestar en el mundo, porque saben que también es una fuerte entrada de divisas empleadas para mantener la economía cubana, su sistema de salud y educación gratuitos, la cultura, el deporte, la seguridad social, investigaciones en las ciencias y la alimentación, todo en beneficio del pueblo.

La participación de la medicina cubana por países del mundo, salva vidas y previene enfermedades curables, porque en su sistema de salud lo primero es el ser humano y no el dinero, como en Estados Unidos, donde la medicina y los medicamentos son un negocio jugoso para enriquecerse e incapaz de prestar solidaridad humana a los que no tienen dinero para pagar los costosos servicios de salud.

El banal argumento esgrimido es que Cuba “explota” y “coacciona” a sus médicos que prestan servicio de colaboración en más de 65 países.

Hipocresía al por mayor, pues a los yanquis no les importan los seres humanos, de preocuparse no hubieran desarrollado campañas en Brasil contra los que participaban en el programa Mais Médicos, creado por la presidenta Dilma Rousseff y eliminado por Jair Bolsonaro, peón al servicio de Estados Unidos, quien trabajó para lograr la deserción del personal de la salud de Cuba y después los abandonó a su suerte, sin trabajo ni dinero para mantenerse.

La labor casi eclesiástica de los médicos cubanos, es reconocida mundialmente e incluso por la Organización Mundial de la Salud, porque sus valores humanos los impulsa a ayudar a los necesitados, sin importarle horas ni falta de descanso, mientras haya un niño u otros pacientes que requieran atención y cariño, lo que los médicos norteamericanos no hacen sino les pagan altos salarios.

Esa es la gran diferencia de un sistema y otro, por eso acusan de explotación, porque no hay un médico yanqui que trabaje por amor a su profesión de salvar vidas, sino hay dinero de por medio.

¿Por qué Pompeo no indaga en África la opinión que tienen los pacientes contagiados con Ébola y sus familiares, atendidos humanamente por el personal de salud cubana?

Mientras los estadounidenses bajo el salario de la USAID, estuvieron en África con un estilo de trabajo acorde a su sociedad, los médicos y enfermeros de Cuba no tenían horas ni reclamaban descanso para luchar por arrebatarle a la muerte a cada enfermo y gracias a ese esfuerzo muchos fueron salvados.

¿Cree Pompeo que algún médico o enfermera de su país estuviera dispuesto a trabajar en condiciones difíciles como hicieron los cubanos durante el terremoto en Pakistán, Chile, Perú, Ecuador, o ante fuertes inundaciones como las sufridas semanas atrás en Mozambique?

Si tienen tanta preocupación por el salario que reciben los médicos cubanos en sus misiones, ¿por qué mejor no se preocupan por los millones de pobres que residen en Estados Unidos, según cifras oficiales?

Antes de tener tanto desasosiego por lo que recibe el personal de la salud de Cuba durante sus misiones internacionales, deberían ocuparse de restructurar su sistema de seguro médico, trabajar en alcanzar un régimen gratuito como el de los cubanos, e incluso buscar una solución para elevar el salario mínimo en muchos estados, donde es de solo 8 dólares la hora, lo que ni siquiera alcanza para pagar los elevados costos de las rentas, viéndose esos trabajadores obligados a tener dos y hasta tres trabajos, con jornadas de 14 y 16 horas diarias para malamente subsistir.

La verdad que esconden Pompeo y sus pandilleros es que las misiones de la salud de Cuba permiten un ingreso anual de 8,000 millones de dólares, empleados en sostener la economía y hacerle frente a la despiadada guerra económica, comercial, financiera y biológica, que ejecutan contra once millones de cubanos desde hace 60 años, delito de Lesa Humanidad por el que deberían ser sancionados en la Corte Internacional de Justicia, si ese órgano fuese realmente imparcial e incólume ante las presiones del imperio yanqui.

La ridícula sanción impuesta a los funcionarios del Ministerio de Salud de Cuba, anunciadas por Pompeo, consiste en restringirle o denegarle el visado para ingresar en Estados Unidos, penalidad que incluye a sus familiares inmediato, aunque estos no tengan vinculación con el sistema de salud, lo que demuestra la violación flagrante de los derechos humanos al libre movimiento de las personas.

De acuerdo con afirmaciones del ex director de la CIA, su gobierno seguirá incrementando las medidas para afectar aún más la economía de Cuba, lo que demuestra el carácter imperial y deshumanizado de su sistema, que no le perdonarán jamás a la mayor de las Antillas haber decidido soberanamente, romper las cadenas impuestas por Estados Unidos desde que en 1898 ingresaron injustificadamente en la Isla, con la única pretensión de convertirla en una estrella más de su bandera.

Por eso ante actitudes similares de prepotencia yanqui, alertó José Martí:

“Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”

 

El oráculo de Miami.


Por Arthur González.

Quienes salieron de Cuba en 1959 huyéndole a la justicia por delitos cometidos durante la sangrienta tiranía de Fulgencio Batista, a la que sumó la alta y pequeña burguesía, con la ilusión de que Estados Unidos no aceptaría tener a 90 millas un gobierno revolucionario, tuvieron que sufrir la decepción de no haber logrado derrocar a Fidel Castro.

Noticas falsas para asustar al pueblo, acciones terroristas, planes de subversión ideológica como la macabra Operación Peter Pan, la cual divulgó una supuesta ley de pérdida de la patria potestad, que el nuevo gobierno aprobaría para enviar a los niños menores de edad a la URSS donde les lavarían el cerebro, el reclutamiento de personas para realizar espionaje, organización de bandas terroristas para matar y amedrentar a los campesinos, y otras medias inimaginables, no pudieron dar al traste con el proceso revolucionario.

No satisfechos con la realización de medidas contra Cuba, diseñaron la guerra económica, comercial y financiera más larga de la historia mundial, con el propósito de matar por hambre y enfermedades al pueblo, llevándolo al cansancio y decepción, al no ver satisfechas sus necesidades económicas.

Al cumplirse 60 años de la victoria del 1º de enero de 1959, los oráculos miamenses siguen pronosticando la caída del socialismo cubano, algo repetido como letanía religiosa, sin percatarse que todos los años la predicen sin resultados.

Lo cierto es que pasaron los años de la década del 60 y los cubanos continuaron llenando las plazas para escuchar a Fidel Castro, a pesar de que Estados Unidos cortó el suministro de petróleo, dejó de comprar la cuota azucarera, presionó a la OEA para expulsar a Cuba y cercarla diplomáticamente, impidió la entrada a sus puertos de los buques que antes hubiesen arribado a puertos cubanos, no vendió más una sola pieza de repuesto para la industria y otros equipos norteamericanos, ni alimentos, ni medicinas.

En esa misma década, Cuba venció en solo 67 horas a la brigada mercenaria organizada por la CIA, mantuvo su soberanía durante y después de la Crisis de los Misiles, y con la inventiva nacional conservó viejas maquinarias para seguir produciendo bienes para el pueblo.

Los años 70 fueron duros por las medidas de guerra económica, pero tampoco llegó el cataclismo anunciado por los adivinos de Miami, la zafra azucarera no alcanzo los 10 millones de toneladas, pero el pueblo se sumó al esfuerzo y se sacaron experiencias de aquello.

Con el arribo de Ronald Reagan al poder en la década de los 80, los ideólogos del partido republicano y especialistas de la CIA, diseñaron el Programa Democracia, para liquidar el socialismo europeo, reclutaron a decenas de sus dirigentes que indujeron a la comisión de muchos errores, con el fin de crear desilusión en las masas y el rechazo al sistema, e involucraron al Vaticano para sus acciones subversivas en Polonia. Paralelamente le hicieron creer a la URSS que podían vencerla militarmente en una fantasiosa guerra de las galaxias.

Pero Cuba se mantuvo incólume al lado de Fidel y de las conquistas alcanzadas.

Muchos diplomáticos occidentales solicitaban prorrogas en La Habana para disfrutar la caída del socialismo. Todos se marcharon y no lo vieron, Cuba se consolidó a pesar de la guerra económica que afecta todas las esferas de la sociedad, unido al reclutamiento por la CIA de decenas de funcionarios con el ensueño de entorpecer el desarrollo del país, evitar la obtención de créditos bancarios y otras medidas de guerra económica, pues al decir de la CIA, “a Fidel no se le podía dar un centavo por ser oxígeno para la Revolución y había que ahogarlo”.

Reagan aprobó la Radio Martí para estimular las salidas ilegales y los actos de sabotaje. Creó la Fundación Nacional Cubano Americana con el interés de que el mundo pensara que el diferendo era entre cubanos y no con el gobierno yanqui

Los golpes suaves proyectados por Gene Sharp, fueron introducidos por diplomáticos yanquis asentados en La Habana, pero tampoco hubo éxitos y el dinero aprobado se perdió totalmente. Las campañas de informaciones falsas sobre inventadas violaciones de los derechos humanos se incrementaron en esa década, sin obtener resultados.

El inicio de la década de los 90, sin la URSS y los países socialistas europeos, pusieron a prueba de fuego a la Revolución cubana dada la fuerte crisis económica vivida, a partir de la pérdida abrupta del 85% de su comercio exterior, el suministro del petróleo soviético, las piezas de repuesto para todo el país y la compra de productos cubanos, proceso que se convirtió en otro bloqueo económico, comercial y financiero, casi similar al aplicado por Washington.

Los cubanos se unieron más y resistieron lo que ningún país de Europa o America Latina hubiera hecho. La meta era mantener, a toda costa y costo, la independencia y la soberanía alcanzadas para no volver a la Cuba de 1958.

Con la entrada de los años 90, se recrudeció la política contra Cuba, único baluarte socialista que los desafiaba. Fomentaron el lobby anticubano en el Congreso con la presencia de miembros de la mafia terrorista anticubana, todos vinculados familiarmente con testaferros del dictador Batista, se aprobó por primera vez un plan de la USAID para la subversión interna, y se impulsaron nuevas leyes como la Torricelli y la conocida Ley Helms-Burton.

Introdujeron más de cien nuevos movimientos religiosos cristianos, con el interés de influir sobre la mente de las personas. Presiones sobre la Iglesia Católica hicieron que esta asumiera posiciones abiertas contra la Revolución, al confeccionar varias Pastorales incitando al desmontaje del socialismo cubano y el apoyo a elementos contrarrevolucionarios.

Estados Unidos diseñó nuevos programas para fomentar una inventada oposición interna, cuyos miembros recibieron cuantiosos salarios para ejecutar actos provocativos, recibieron cursos de capacitación dentro de locales especialmente abiertos en la misión diplomática yanqui, a la vez que la CIA conformó una maquinaria propagandística con el apoyo de agencias de prensa extranjeras, acreditadas en La Habana.

Para amedrentar a los turistas foráneos, sufragaron actos de terrorismo contra instalaciones turísticas en la capital de la Isla, utilizando mercenarios latinoamericanos y acogieron en Miami a los principales autores intelectuales.

Nada de eso pudo restarle apoyo popular a la Revolución y Fidel Castro brilló tanto como en aquellos días luminosos de la Crisis de los Misiles.

En medio de esas medidas para estrangular la economía cubana, Fidel estimuló la inversión extranjera, la ampliación del turismo internacional, el desarrollo de la industria biotecnológica y el trabajo privado, saliendo poco a poco del vacío que dejó la pérdida de los socios comerciales euro-socialistas.

La guerra biológica estuvo muy presente en las dos décadas, 80 y 90, introduciendo Estados Unidos enfermedades para los seres humanos, la fauna y la flora cubana. El Dengue Hemorrágico, la Meningitis la Conjuntivitis Hemorrágica, Tristeza del Cítrico, Thrips-Palmi-Karmy, Moho Azul del Tabaco, Roya de la Caña y la Broca del Café, son algunos ejemplos.

Con la entrada en escena de George W. Bush en el nuevo siglo XXI, se fortalecen las acciones anticubanas y diseñan la llamada eufemísticamente “Transición Pacífica a la Democracia”, limitando la entrada de remesas familiares y visitas de cubanos desde Estados, como medida para fortalecer la guerra económica, dándole continuidad al principio de la CIA que: “A Fidel ni un centavo”.

La enfermedad y posterior muerte del líder histórico de la Revolución cubana, no produjo los augurios hechos por décadas de que el pueblo se lanzaría a las calles y al mar, para llegar a las costas de la Florida. La pérdida física de Fidel Castro unió aún más al pueblo en apoyo a su Revolución.

Barack Obama asume la presidencia con un diseño diametralmente opuesto a todos sus antecesores, el llamado “abrazo de la muerte”, planteando claramente que la vieja política asumida por las admiraciones anteriores, no logró obtener las metas de Estados Unidos de producir un cambio de sistema en la Isla.

Con inteligencia, carisma y un lenguaje sumamente edulcorado, Obama se aventuró al cambio de política hacia Cuba, algo recomendado por especialistas del Council on Foreign Relations años atrás. Restableció relaciones diplomáticas sin desmontar una sola Ley del complejo entramado de la guerra económica, comercial y financiera.

Dispuesto a estrangular la economía cubana, Obama impuso las multas más altas a la banca internacional, por solo ejecutar transacciones con Cuba. No autorizó el uso del dólar, ni permitió que los ciudadanos norteamericanos viajaran a la Isla como turistas. Su propósito fue estimular el trabajo privado para “promocionar la independencia de los cubanos para que no tengan que depender del estado cubano”.

Trasladar sus símbolos y valores fueron tareas que trató de cumplir a cabalidad, de ahí la aprobación de la presencia de Google y el uso de Internet para llegar con sus mensajes a todos los cubanos, soñando en provocar un estallido social al estilo de la “primavera árabe”.

Al no tener resultados ese cambio de actuación, y percatarse los estadunidenses que visitaron la Isla de las mentiras inculcadas por su gobierno durante más de 50 años, Donald Trump interrumpió el plan Obama, regresando a la vieja y fracasada política del garrote, algo que tampoco le da resultados, pues el pueblo conocedor de la historia, resiste unido y apoya el cambio generacional de la dirección histórica de la Revolución.

Los adivinos de la CIA y los viejos que aún quedan vivos de esa mafia anticubana en la Florida, vaticinan cada año el fin de la Revolución socialista, exigiendo cambios estructurales y de sistema, algo que no le piden a Argentina, otros países latinoamericanos y europeos, sumidos en verdaderas crisis económicas, desempleo, corrupción, asesinatos a periodistas, tráfico de drogas y de personas, violencia, prostitución infantil, problemas con la educación, salud y seguridad social, en nada parecido al panorama cubano a pesar de ser el único en el mundo sometido a una guerra económica despiadada.

Allá ellos con sus augurios incumplibles, pues como señaló José Martí:

“Se adivina lo que no se conoce”

 

 

Cuba, la obsesión de Estados Unidos.


Por Arthur González.

Cualquier persona en este mundo puede comprender que Estados Unidos siente un odio mordaz contra Cuba, solo porque desde el 1ro de enero de 1959 no se quiso someterse más a sus dictados, como hicieron los gobiernos de turno desde 1902 hasta 1958, algo que los yanquis jamás le perdonarán al pueblo cubano.

Nadie en su sano juicio aceptaría que un país extranjero le quisiese poner una bota sobre el cuello y eso hicieron los cubanos, pero el costo que han tenido que pagar por desafiar al imperialismo yanqui es cada día más alto.

Sin embargo, con dignidad e hidalguía Cuba acepta el desafío y resiste estoicamente sin rendirse, algo que pone aún más furiosos a los yanquis que no comprenden como pueden los cubanos soportar tantas sanciones de forma continuada, seguir alegres con su música contagiosa y firmes en mantener su independencia nacional.

Una prueba más de la locura imperial son las más recientes sanciones anunciadas el 14 de noviembre del 2018, por el Departamento de Estado, porque nadie con una adecuada salud mental, puede entender que una pequeña tienda de venta de abanicos o de muñecos, pueda hacerle daño a la seguridad de los Estados Unidos.

Los yanquis en su obsesión por destruir a la Revolución cubana han ejecutado miles de acciones, que solo mentes enfermas pueden diseñar. Ninguna les ha dado resultado en 60 años, pero son tan estúpidos y prepotentes que no perciben que cada sanción, para hacerla la vida más difícil al pueblo, incrementa el rechazo mundial a su política imperial.

El nuevo listado dado a conocer es una prueba de cómo pretenden ahogar la economía socialista, para luego con sus campañas de prensa, hacerle creer al pueblo cubano y al mundo que el sistema es un fracaso.

Estas medidas reiteradas en los últimos 60, son un ejemplo de la falta de humanismo que tienen los gobernantes de Estados Unidos, al actuar con la misma saña y odio con el que quiso matar al pueblo de Cuba, el General español Valeriano Weyler, uno de los precursores de los campos de concentración en el mundo.

Las actuales sanciones están dirigidas al sector del turismo, con el sueño de afectar el ingreso financiero en ese importante sector de la economía cubana, siguiendo con su guerra económica, comercial y financiera, a pesar del rechazo y condena mundial.

Por eso fue el invento de los falsos ruidos y las fabricadas enfermedades que divulgan, que tienen como único fin ahuyentar a los norteamericanos de la Isla e impedir que conocieran la verdad y no dejaran ingresos a la economía cubana, porque el diseño que llevó a cabo Barack Obama, para trasladar edulcoradamente sus valores y símbolos, no dio los resultados esperados.

Ninguna de esas medidas hará cambiar el curso que decidió tomar el pueblo cubano en enero de 1959, para ser independientes y soberanos.

Estados Unidos ya no puede engañar a nadie con sus políticas mentirosas, porque sus documentos oficiales los acusan, tal y como afirma un extenso memorando desclasificado de la CIA sobre la situación interna de Cuba, que afirma:

“El principal objetivo de los programas encubiertos contra Castro es completar el aislamiento económico, político y psicológico de Cuba respecto a América Latina y el mundo libre […] Estas medidas han sido en buena parte responsables de las actuales dificultades económicas, pero pudieran adoptarse nuevas y eficaces medidas de Guerra Económica”.

Cada vez más los yanquis demuestran cuáles son sus derechos humanos, sus valores éticos y morales, teniendo como única respuesta la unidad de los cubanos para resistir y seguir venciéndolos, porque como afirmó José Martí:

“Venceremos porque tenemos de nuestro lado la justicia”

 

El invento de los ataques no es contra personas sino contra la economía cubana


Por Arthur González.

El reality show montado por el senador Marco Rubio, el 08.01.18 durante la audiencia del Comité de inteligencia del Senado yanqui, demostró una vez más que el gobierno de los Estados Unidos se deja arrastrar por el resentimiento y frustración personal, de algunos senadores de padres cubanos que no aceptan que la Revolución cubana se mantenga incólume, a pesar de tantos planes y operaciones encubiertas para destruirla.

Ese sentimiento de amargura también está presente en congresistas que sí nacieron en Cuba y sus padres fueron testaferros del dictador Fulgencio Batista, quienes lograron una carrera política jugando con los sentimientos de aquellos que salieron de la isla huyendo de la justicia, para no responder por sus crímenes, y por otros emigrados que abandonaron sus propiedades y bienestar, con el sueño de regresar en no más de 6 meses, y a pesar de los 59 años de espera, siguen con la esperanza  de ver caer el socialismo antes de su último suspiro.

Detrás de esa operación de los inventados “ataques” y sus secuelas, solo hay un propósito, incrementar la guerra económica contra Cuba, ahuyentando a turistas y otros visitantes a la isla, pues es sabido que desde que se ampliaron a 12 las licencias de viaje, la afluencia de estadounidenses se incrementó a niveles no vistos en 58 años, algo que dejó buenos dividendos para el gobierno y al nuevo mercado de trabajadores no estatales, siendo estos últimos a los que el presidente Barack Obama pretendió potenciar, como una fuerza que se podría convertir en el impulso para desmontar el socialismo, según afirmó reiteradamente.

La directora general de Estados Unidos de la cancillería cubana, Josefina Vidal Ferreiro, fue exacta en su encuentro con la prensa el pasado 09.01.18, al asegurar:

Meses de investigaciones exhaustivas han demostrado que no ha existido ataque alguno”.

Por tanto, si no hubo ataques tampoco hay secuelas de salud y todo forma parte del mismo esquema diseñado para atemorizar a los ciudadanos que deseen viajar a Cuba.

Solo pueden existir enfermedades cuando hay algo que las provoca y sin eso, no es real que los diplomáticos yanquis y algunos canadienses, estén padeciendo de síntomas en su salud producto de algo inexistente.

Es increíble como Estados Unidos manipula la opinión pública y a sus propios ciudadanos con tales engaños, ahora esa operación encubierta les va a costar cientos de miles de dólares, por la indemnización que tendrán que pagarle a todos los funcionarios diplomáticos y sus familiares que digan sentir síntomas muy difíciles de probar y, por supuesto,  serán los contribuyentes norteamericanos y canadienses los que desembolsen el dinero para esos pagos.

Triste el papel de la cancillería canadiense que se dejó presionar por su vecino y sumarse a la misma operación anticubana, la cual persigue afectar al primer emisor de turistas a Cuba, de ahí que estén creando estados de opinión al afirmar que “hay niños enfermos”, algo que los yanquis no han declarado entre los familiares de sus diplomáticos.

Estas acciones demuestran una vez más que para Estados Unidos los sentimientos humanos no cuentan, cuando se trata de alcanzar un objetivo. La historia está cargada de ejemplos y uno de ellos fue la voladura en 1898 del buque de guerra Maine, en la bahía de La Habana, para justificar su intromisión en la guerra que España ya tenía perdida ante el ejército de los rebeldes cubanos.

Cuba tiene que insistir en su denuncia internacional de la estratagema de la cual es víctima, la que pretende seguir lacerando su economía para que el pueblo se lance a las calles cansado de tantos años de penurias, tal y como establecieron en la archiconocida Operación Magosta, la que sin el menor ápice de dignidad expresa:

“La operación está dirigida a provocar una rebelión del pueblo cubano. Esta sublevación derrocará al régimen comunista e instaurará un nuevo gobierno con el cual Estados Unidos pueda vivir en paz.”

“La acción política será apoyada por una guerra económica, que induzca al régimen comunista a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país, las operaciones psicológicas acrecentarán el resentimiento de la población contra el régimen…”

Todos los días hay que releer la historia de las agresiones ejecutadas desde 1959 por Estados Unidos contra Cuba, donde se encuentran siempre las respuestas acertadas para las que llevan a cabo en la actualidad.; cuando no se hace se pueden cometer errores y dejarnos arrastrar por los propósitos que persiguen los yanquis.

Ante estos hechos recordamos a José Martí cuando afirmó:

“Las causas reales destruyen las hipótesis”