Por Arthur González.
Estados Unidos se apropió el derecho de confeccionar listados de países que, para ellos, violan los derechos humanos, apoyan el terrorismo, limitan la libertad de prensa, pensamiento, religión y cuantas falsedades inventan, con tal de condenar a los que defienden su independencia y soberanía nacional, pero ya es hora que los pueblos del mundo hagan su lista, de quienes verdaderamente no respetan ningún derecho en este mundo.
Estados Unidos tiene que encabezar ese listado por ser el máximo violador y cometer tantos crímenes.
Señalaremos algunos como pruebas de sus permanentes y graves violaciones, por las que deberían ser juzgados por un tribunal internacional.
Entre los años 1932 y 1972, Estados Unidos ejecutó un conjunto de experimentos en la ciudad de Tuskegee, estado de Alabama, con 400 estadounidenses de raza negra, pobres, analfabetos y contagiados con sífilis, muchos de los cuales desconocían de su enfermedad.
La finalidad fue observar la progresión natural del padecimiento sin ser tratados. Ninguno fue informado de su diagnóstico y engañados, al decirles que tenían la sangre mala. Se les ofreció tratamiento médico gratuito, transporte a la clínica, comidas y un seguro para el sepelio, en caso de fallecimiento.
En 1997, la verdad sobre el macabro experimento fue reconocida por el presidente Bill Clinton, quien públicamente pidió disculpas a ocho supervivientes.
Ni Cuba, Venezuela, Irán o Siria realizan actos similares y son condenados por Estados Unidos.
Ensayos del mismo corte fueron realizados por médicos estadounidenses con ciudadanos de Guatemala, entre 1946 y 1948, infectados con sífilis y gonorrea, para verificar la efectividad de nuevos antibióticos.
En 2010, Hillary Clinton, entonces secretaria del Estado, se disculpó públicamente con el pueblo guatemalteco, pero esas violaciones no fueron condenadas por la OEA, el Parlamento Europeo ni la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Tampoco fueron sancionados con medidas económicas, como acostumbran a hacer los yanquis con otros países.
Una comisión presidencial conocida como Rockefeller Commission, dio a conocer en 1975, el Proyecto MK Ultra, programa secreto diseñado por la CIA para buscar métodos de control de la mente humana y mejorar sus capacidades de obtener información en personas resistentes a los interrogatorios, algo considerado por especialistas como “nuevos y eficaces métodos de tortura”.
En dicho Proyecto se emplearon señales eléctricas, drogas, sustancias psicotrópicas y mensajes subliminales, todo en violación de los derechos humanos.
La historia de los crímenes yanquis es amplia pero poco divulgada, después acusan a otros cuando realmente son ellos los máximos violadores.
Entre los años 1960 y 1970, científicos y religiosos estadounidenses, bajo la fachada del Instituto Lingüístico de Verano, creado por la CIA usando a la Fundación Rockefeller como supuesto financista, pusieron sus ojos en los yacimientos de petróleo de la Amazonía, en zonas de Brasil y Perú. Para deshacerse de las tribus nativas ocupantes de las tierras, propagaron diferentes virus, mediante el envenenamiento de las aguas, los alimentos y suministrándoles sábanas, frazadas y ropas infestadas con el virus de Viruela.
Como resultado del genocidio físico y biológico, en 1968 perecieron más del 50% de los nativos de la Amazonía brasileña, de esa forma las corporaciones yanquis accedieron a los yacimientos de petróleo, oro, diamantes y otros minerales raros. El conocido como Padre Smith, uno de los misioneros estadounidenses, escribió: “…Como los indígenas no querían abandonar sus ricas tierras, había que usar la fuerza”.
Parece ciencia ficción, pero todo es cierto. Esos son los yanquis que se auto titulan “paladines” de los derechos humanos.
La prestigiosa publicación Whiteout Press, aseguró que el gobierno estadounidense ha realizado experimentos secretos con armas biológicas, contra sus propios ciudadanos y uno de ellos fue en 1931, cuando el Rockefeller Institute for Medical Investigations, usó a norteamericanos como conejillos de Indias, infectándolos con células cancerosas.
El estadounidense Leonard Cole, autor del libro Clouds of Secrecy: The Army’s Germ Warfare Tests Over Population Areas, asegura que:
“Entre 1949 y 1969 fueron realizadas más de 239 pruebas de armas biológicas al aire libre en Washington, Nueva York, Key West y en otras ciudades estadounidenses”.
No fue hasta 1970 que los norteamericanos se enteraron que, por décadas, varias agencias y departamentos gubernamentales, en especial el Pentágono, los explotaron como animales de laboratorio.
En 1999 el libro “Anthrax: The Investigation of a Deadly Outbreak”, del autor Jeanne Guillemin, dio a conocer la ‘Operation Whitecoat’, realizada por el Pentágono entre 1954 y 1973, donde emplearon a ciegas a más de 2 mil 300 soldados, fieles de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
La Operación consistió en infectarlos con fiebre Q, fiebre amarilla, peste bubónica y encefalitis equina venezolana, para estudiar su evolución en seres humanos.
Cuba es víctima de actos similares e incluso con cientos de planes de asesinato a sus líderes y actos terroristas para afectar su economía, plasmados en documentos de la CIA y del Departamento de Estado, desclasificados y publicados, con más de mil muertos y cientos de mutilados, casi todos cubanos.
La fiebre porcina africana fue introducida en la Isla en 1971,desde Fort Gullick, base militar yanqui en el Canal de Panamá. Por ese motivo Cuba se vio obligada a sacrificar e incinerar 45 mil 706 cerdos, y procesar industrialmente 424 mil 848 cerdos en las zonas de peligro.
El Dengue Hemorrágico fue introducido en Cuba en 1981, a través del mosquito Aedes Aegyiptis, causándole la muerte a 158 cubanos, de ellos 101 niños, enfermándose 344 mil 205 personas. (The 1981 Cuba Dengue Epidemic, Covert Action, Summer 1982).
Esto sin contar guerras genocidas, torturas a detenidos y asesinatos a ciudadanos norteamericanos, especialmente de raza negra, como el reciente caso de George Floyd, asfixiado por el agente de policía Derek Chauvin, al aprisionarle el cuello con su rodilla, a pesar de estar en el suelo y esposado.
A lo antes expuesto, súmesele el mal trato a los inmigrantes, el espionaje y la persecución a ciudadanos por sus ideas, más las presiones a la prensa para que no publiquen informaciones que afecten la imagen de Estados Unidos, hechos suficientes para que ese país esté en el primer párrafo de cualquier informe o resolución condenatoria, por sus violaciones a los derechos de la humanidad.
Los pueblos deben unirse para acusarlos, porque como dijo José Martí:
“Las cosas han de decirse descarnadamente para que resulten como son”.