Relaciones entre Estados Unidos y Cuba, viejo dilema sin solución.


Por Arthur González.

En días pasados el investigador estadounidense William M. LeoGrande, publicó un artículo sobre el tema de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, donde expone como una esperanza para mejorar la maltrecha situación, el nombramiento del exsenador Christopher Dodd, en el cargo de Asesor Presidencial Especial para las Américas, dada su experiencia en el tema regional y en especial por su constancia en insistir por el fin de la guerra económica, comercial y financiera que dura ya 62 años.

Esa línea política la siguieron casi todas las administraciones yanquis sin conseguirlo, excepto Barack Obama, quien creó grupos de trabajo para preparar a la opinión pública, que le posibilitará poner en práctica viejas recomendaciones del Council on Foreign Relations y otros órganos académicos especializados en política internacional, que sugerían un cambio de estrategia, siempre con la idea de derrocar a la Revolución cubana desde adentro, sin eliminar la guerra económica.

El fracaso de los intentos por mejorar las relaciones con Cuba, radica en que, Estados Unidos impone condiciones inaceptables, porque su pensamiento es del dueño y señor del hemisferio, que no admite una posición independiente y soberana, por ser “un mal ejemplo” para los demás.

Después del asesinato de J.F. Kennedy, en 1963, quien dio un primer paso, le siguió su sucesor Lyndon Johnson, presionado por un pequeño grupo de industriales, entre ellos Cyrus Eaton y Edwards Lamb, que consideraban errada la política hacia la Isla, pero el intento fracasó.

Con Richard Nixon en la Casa Blanca, también hubo tentativas e incluso muchos viajes a La Habana de diferentes congresistas y académicos, sufragados por las Fundaciones Ford y Rockefeller.

Henry Kissinger tuvo destacada participación en el traslado de mensajes y propuestas para mejorar las relaciones, personaje con un pensamiento muy práctico en temas de política exterior.

Este influyó en el presidente Gerald Ford, quien aprobó licencias para que subsidiarias yanquis comerciaran con Cuba, siempre que radicaran en países que mantuvieran políticas favorables al comercio con la Isla y cesaron las presiones políticas con quienes aceptaran esos negocios.

En reuniones efectuadas en 1975, Estados Unidos tenía el propósito de que Cuba pagara por las empresas que le fueron expropiadas; el pago de la deuda postal; la liberación de los presos contrarrevolucionarios juzgados por acciones de espionaje y subversión a favor de los yanquis; la situación de los derechos humanos; que se le permitiera a los cubanos con ciudadanía norteamericana viajar a Estados Unidos y que Cuba dejara de apoyar la independencia de Puerto Rico y a los movimientos revolucionarios latinoamericanos.

Estos elementos están recogidos en un informe desclasificado, fechado el 2 de enero de 1975, que envió William D. Rogers, subsecretario de estado, a Henry Kissinger.

Cuba planteó que el cese del bloqueo económico, comercial y financiero era una premisa para una negociación seria, pues no se podía negociar con un cuchillo en el cuello.

Los funcionarios estadounidenses respondieron que las relaciones con Cuba no era lo más importante de la política exterior de los Estados Unidos y para resolverlo se requería de un balance de acciones por ambas partes.

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