Por Arthur González.
En Miami, ciudad que se vende como el paraíso de la libertad y la democracia, nadie puede expresar sus sentimientos a favor de Cuba sin ser satanizado de comunista y recibir una represión brutal jamás vista en otro lugar, especialmente si se trata de un artista de origen cubano.
La historia no miente y están presentes en cientos de artistas que han sido reprimidos, chantajeados y presionados para cambiar de parecer, por los odiadores que solo acusan al gobierno cubano de “cortar la libertad de expresión”.
Años atrás, cuando un artista residente en Cuba visitaba Miami de inmediato era entrevistado, pero no para hablar de su actuación sino para presionarlo a que hiciera declaraciones contra la Revolución, algo que no sucede con otros artistas latinos o europeos, a pesar de que en sus países existan masacres, desaparecidos y constantes violaciones a los derechos humanos.
Los actos de odio y repudio que se ven en Miami para impedir las actuaciones de los cubanos son notables, como ha sufrido la orquesta Los Van Van, Habana de Primera, Haila María, Descemer Bueno, el dúo Gente de Zona y muchos más. Algunos se vieron obligados a rendirse ante la cancelación de contratos y la amenaza de perder la residencia en Estados Unidos, como sucedió con Descemer y Gente de Zona.
Aplanadoras de calles han triturado discos de los que se negaron a bajar la cabeza, incluido algunos extranjeros que viajaron a la Isla, pero esos actos no son “violaciones de los derechos humanos ni de la libertad de expresión”, que tanto cacarean contra Cuba. Hasta una valla para anunciar llamadas telefónicas con la imagen de una artista residente en la Isla, tuvo que ser eliminada.
Ahora ante la destrucción causada en Cuba por el Huracán Ian, desde Miami se desató una campaña mediática para instigar las protestas callejeras, como parte de una añeja estrategia para iniciar un golpe blando, al estilo del ejecutado en Venezuela y Nicaragua, donde la llamada “oposición”, financiada y entrenada por organizaciones yanquis como USAID y NED, ambas tapaderas de las CIA, destruyeron centros de trabajo, oficinas gubernamentales, escuelas y hasta quemaron vivas a personas que pensaban diferente.
Ninguna de esas acciones fue condenada por el Departamento de Estado, ni por las ONG que dicen defender los derechos humanos.
La guerra mediática contra Cuba a través de Internet, cuenta con más de 40 sitios en YouTube y Facebook, sufragado con dinero aportado por la USAID, para pagar el salario de los que solo viven de sus emisiones en la red, para incitar a los cubanos a manifestarse y acusar al gobierno de ser responsable de la falta de electricidad.
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