Contra Cuba la guerra mediática es total.


Por Arthur González.

La guerra psicológica desplegada contra Cuba por el gobierno de Estados Unidos se inició en 1959 y lejos de decaer en el tiempo se incrementó con la aparición de Internet, para fomentar una corriente ideológica dentro de la Isla contraria al socialismo. Por esa razón, la guerra económica, comercial y financiera se recrudece a pesar del rechazo mundial.

El objetivo expuesto en sus múltiples documentos desclasificados, es lograr que el pueblo culpe de sus escaseces al sistema socialista, se desencante y desaliente, al no percibir mejorías económicas.

Un documento de la CIA, desclasificado y publicado en junio de 2001, referente al análisis de la situación cubana en los inicios de los años 90 del siglo XX, refleja los propósitos que se proponen los yanquis con el mantenimiento de esa cruel y despiadada guerra económica, que tal parecen escritos en el 2022, pues en aquel documento sus analistas decían:

Existe una oportunidad mejor que nunca, para que el gobierno de Fidel Castro caiga dentro los próximos pocos años…Cuando las condiciones en la Isla se deterioren más, es más probable que los incidentes violentos se extiendan por la creciente frustración sobre los cortes en la electricidad, los problemas del transporte y los alimentos”.

Si Estados Unidos levantara el embargo, unilateralmente o como resultado de negociaciones, Cuba se beneficiaría notablemente…los beneficios probablemente generarían un crecimiento económico mínimo, pero aliviarían muchas de las peores carencias y otras presiones que enfrenta el régimen”.

30 años después de aquel análisis, los cubanos continúan resistiendo pues saben perfectamente lo que pueden perder, al constatar las protestas actuales en Ecuador, Colombia, Panamá y otros países del mundo capitalista, para reclamar un sistema de salud y educación gratuitos, empleo, igualdad de las mujeres con los hombres en cuanto salarios y oportunidades laborales, cese de la discriminación racial y de género, rebaja del precio de la gasolina, del transporte público y otros más, que los cubanos tienen gracias al socialismo que Estados Unidos quiere satanizar.

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