Por Arthur González.
A los pueblos que no se les recuerda constantemente su historia pierden la memoria de su pasado y, por tanto, se exponen a cometer graves errores que después se pagan muy caros.
Eso es lo que le sucedió a una buena parte de los 50 millones de brasileños que dieron su voto a favor del ultraderechista Jair Bolsonaro, el cual durante su campaña electoral siempre explicó cuál era su posición política, totalmente identificada con los viejos dictadores militares que participaron junto a la CIA en la tenebrosa y criminal Operación Cóndor, ejecutada en el gigante suramericano de 1964 hasta 1985.
Las campañas mediáticas fabricadas con noticias falsas y otras tergiversadas, estuvieron presentes en sus discursos y en las redes sociales, con el objetivo de afectar al candidato de izquierda, Fernando Haddad, incorporado a la campaña demasiado tarde, pues el Partido de los Trabajadores tenía la ilusión de ganar las batallas legales que permitieran incorporar a Luis Ignacio Lula, sueño sin los pies en la tierra, ya que el proceso jurídico amañado contra el ex presidente, perseguía el único propósito de sacarlo del juego político de por vida.
El costo político, económico y social que deberán pagar los brasileños en los próximos años, será bien alto, pero ya no hay remedio para la situación que sufrirán, algo similar a lo que ahora sufren los argentinos que creyeron en los cantos de sirena del candidato respaldado por Washington.
Por eso el conocimiento de la historia juega un papel decisivo en el futuro de los pueblos, y aquellos gobiernos que no trasladan a las nuevas generaciones lo que costó alcanzar la independencia, pueden ver retrotraer todos los logros conquistados a sangre y fuego.
Bolsonaro siempre mostró sus posiciones ultraderechistas a favor de los yanquis y contra el pueblo trabajador.
Los brasileños no habrán entendido a Bolsonaro, cuando aseguró que los seguidores de los partidos de izquierda “si se quiere quedarse aquí, van a tener que ponerse bajo la ley de nosotros. Se van fuera del país, o van para la cárcel, porque esos marginales rojos serán proscritos de nuestra patria”. “Vamos a fusilar a los militantes izquierdista del Partido los Trabajadores, PT en Acre”.
Evidentemente la cacería contra la izquierda será un regreso a la represión ejecutada durante la Operación Cóndor, algo que los propios partidos de izquierda dejaron de recordarle al pueblo.
En 1999 Bolsonaro expresó: “Estoy a favor de la tortura y el pueblo también está a favor”.
Es de esperar que las cárceles retomen los métodos que aplicaron los yanquis en las de Irak y en la ilegal base naval en Guantánamo, técnicas que apoya la actual directora de la CIA, Gina Cheri Haspel, cuando calificó las torturas ejecutadas en esa base, como “simples métodos mejorados de interrogatorio”.
Cómo es posible que mujeres, negros y mestizos pudieran votar por el político que en el 2016 y 2017, asegurara ante las cámaras de la televisión:
“No emplearé hombres y mujeres con el mismo salario, aunque hay muchas mujeres competentes”. “Los negros más flacos pesan 175 libras y no hacen nada. Creo que ni para procrear sirven”.
Los conceptos de Bolsonaro en cuanto a la homofobia son semejantes a los nazis:
“No voy a combatir ni discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle los voy a golpear”.
No hay sorpresa ni equivocaciones, su conducta como Presidente está anunciada desde hace años. Los que le dieron su voto pagarán por ese acto, en un país multirracial con religiones variopintas y miles de homosexuales que desfilan en sus carnavales.
Esperemos por la represión despiadada del nuevo Presidente, quien adelantó en 2017:
“Dios encima de todo. No quiero esa historia de Estado laico. El Estado es cristiano y la minoría que esté en contra, que se mude. Las minorías deben inclinarse ante las mayorías”.
Obreros, técnicos y profesionales recibirán los “premios” por darle su voto a un hombre que aseguró en 2014:
“Es una desgracia ser patrón en este país, con tantos derechos para los trabajadores”.
No por gusto el ex capitán Jair Bolsonaro, se definió como “el patito horrible”, al proclamarse defensor de la dictadura militar y partidario de la pena de muerte.
Estados Unidos le dio su apoyo contra el candidato de Lula, y ahora con su hombre al frente de Brasil, regresarán a la política desplegada en 1964, cuando organizaron y apoyaron el golpe militar que derrotó al presidente progresista, Joao Goulart.
En aquella ocasión el presidente Lyndon B. Johnson, declaró en vísperas del citado golpe: “Creo que deberíamos dar todos los pasos que podamos y estar preparados para hacer lo que necesitemos hacer en Brasil”.
Informaciones desclasificadas permiten conocer que Johnson, telefónicamente encargó a George Ball, subsecretario de Estado, garantizar que el director de la CIA, John McCone, y el secretario de Defensa, Robert McNamara, se “asegurarán que el golpe militar tuviera éxito”.
En la década del 60 del pasado siglo XX, la CIA y el FBI asesoraron a la policía y las fuerzas armadas brasileñas en la organización y ejecución de la represión que llevó a cabo asesinatos selectivos, torturas y la desaparición forzada de miles de hombres y mujeres.
La ex presidenta Dilma Rousseff, fue una de aquellas víctimas y más recientemente volvió a sentir la acción de la ultra derecha que la destituyó sin prueba alguna, en el reinicio de la política contra la izquierda que se desarrollará con más fuerza bajo la presidencia del ex capitán Bolsonaro.
El encuentro a puertas cerradas con el Senador Marco Rubio, miembro de la mafia terrorista anticubana de Miami, es el preludio de la posible suspensión del acuerdo con Cuba para la presencia de médicos en Brasil.
Brasil abandonará las organizaciones latinoamericanas y se acercará totalmente a las posiciones esgrimidas por la OEA contra Venezuela.
La venta de armas de fuego sin muchos controles, es una decisión a tomar por el nuevo presidente en los próximos meses, algo esperado con ansiedad por empresas fabricantes de armas de fuego, lo que garantiza un jugoso negocio para ellos y una compleja situación para las familias brasileñas que sufren la elevada violencia, motivada en gran medida por la pobreza, el hambre y el negocio de las drogas.
Ante esto recordemos a José Martí cuando dijo:
“Puesto que erramos por propia voluntad, paguemos por nuestro error”