Por Arthur González.
Estados Unidos acostumbrados a los engaños, sueña con prepararle un golpe bajo a la República Popular de Corea en sus próximas negociaciones respecto al tema nuclear.
Para lograrlo, el director de la CIA Mike Pompeo, antes de ser confirmado como secretario de Estado, sostuvo el pasado 30 de marzo en Pyongyang, un contacto secreto con el presidente norcoreano Kim Jong-un, con el objetivo de coordinar una reunión entre el líder de Corea del Norte y el presidente Donald Trump.
El propósito fundamental del histórico encuentro es convencer al líder coreano para que desmantele su programa nuclear de forma inmediata, a cambio Estados Unidos eliminaría algunas sanciones en el marco económico, pero mantendría su numerosa presencia militar en Corea del Sur, donde poseen varias bases militares con armamento capaz de transportar armas nucleares.
Si Estados Unidos se ha decidido a esa reunión es precisamente por la capacidad nuclear que Norcorea ha logrado desarrollar, haciendo de ese país una potencia militar, que en caso de un ataque desde el sur pudiera lanzar sus cohetes y hacer blanco en las bases yanquis ubicadas allí, en Japón y hasta en el territorio continental de los Estados Unidos.
Sin embargo, ya la Casa Blanca declaró que no retirará sus tropas en Corea del Sur, lo que mantiene la amenaza hacia el Norte y más si accede a desmantelar su capacidad nuclear.
Estados Unidos posee 377 mil efectivos entre militares y civiles en Corea del Sur, de ellos 28 mil pertenecen a la fuerza aérea y a la marina. En su más reciente base ubicada en Yongsan, a 40 km de la frontera con Norcorea, tiene 19 mil efectivos pertenecientes a la 8va División.
Estados Unidos se ha preparado para invadir al Norte y solo en esa base de Camp Humphreys, que ocupa una superficie de 14 kilómetros cuadrados, dispone además de una amplia plantilla de helicópteros CH-47 Chinook y AH-64D Apache, una pista de aterrizaje de dos kilómetros para aviones C-130 y otros vehículos, más varios modelos de aviones de combate.
La disparidad es sustancial y el único impedimento para lanzar un ataque hacia el Norte, es precisamente la capacidad que tuvo obligatoriamente que conformar la República Popular de Corea, la cual no tiene bases militares en las fronteras de Estados Unidos, ni en otros países.
Mike Pompeo a su regreso de Pyongyang declaro en conferencia pública sin tapujos: “EE.UU. está decidido a desmantelar el programa nuclear norcoreano sin demora”, y agregó “Estamos comprometidos con el desmantelamiento permanente, verificable e irreversible del programa de armas de destrucción masiva de Corea del Norte y hay que hacerlo sin dilación”.
Los norcoreanos han demostrado gran capacidad de maniobra y de valentía, lo que obligó a Estados Unidos a dar el paso para la reunión de los dos presidentes. No obstante, Kim Jong-un deberá tener sumo cuidado con sus decisiones, porque en los yanquis nunca se puede confiar, ellos son expertos profesionales en el engaño y las trampas, tal como demuestra la historia.
Informaciones aparecidas en diferentes medios noticiosos, aseguran que el pasado 21 de abril, el presidente Kim Jong-un, anunció “que suspendía las pruebas nucleares y los lanzamientos de misiles balísticos intercontinentales a partir de ese mismo día”, y añadió “desmantelaré el polígono de pruebas nucleares de Punggye-ri para garantizar de forma transparente que cumpliré con nuestros compromisos”.
En contraposición con esa actitud, la Casa Blanca afirma que continuará con su presencia en Corea del Sur, algo que no tiene razón alguna, para seguir amenazando al Norte ante cualquier situación que puedan crear para justificar su ambicionado ataque contra el Norte.
China estará muy atenta al desenvolviendo de la situación por tener frontera con la República Popular de Corea y con su sabiduría milenaria apoyará a que el proceso sea transparente, aunque mirando el ejemplo del celebrado en Colombia entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno de Juan Manuel Santos, habrá que tener mucho recelo, pues una vez firmado los acuerdos de paz y desmilitarizada la guerrilla, comenzó el asesinato selectivo de los líderes sociales campesinos, y la persecución de los jefes principales de las FARC, para impedir que puedan ser electos para cargos políticos.
En relación a Cuba, en el 2014 el presidente Barack Obama, restableció las relaciones diplomáticas rotas por D. Eisenhower en 1961 y no hubo condicionamientos por ambas partes para lograr ese paso; pero Estados Unidos mantiene inamovible su guerra económica, comercial y financiera como instrumento de presión; condiciona su diálogo con La Habana al cumplimiento que esta haga de los principios yanquis sobre derechos humanos, libertades civiles y democráticas; retomó sus añejas exigencias acusando a Cuba de apoyar el terrorismo y exigirle que cumpla los requisitos de la Carta democrática de la OEA.
Abrió en el 2015 su embajada en la Isla, sin dejar de apoyar a los grupos contrarrevolucionarios creados y financiados por Washington; la Radio y TV Martí siguen sus transmisiones subversivas; la Ley de Ajuste Cubano no se deroga y el tema de la Base Naval que poseen en Guantánamo contra la voluntad popular, no admite que se discuta en las reuniones bilaterales.
La vida dirá la última palabra, y como expresó José Martí:
“En este mundo hay que andar con la espada en una mano y el bálsamo en la otra; porque desconfiar es muy necesario”.