Mercenario de las letras


Por Arthur González

Cada vez que se publican libros y artículos contra Cuba en el llamado “mundo libre”, recordamos la desclasificada operación de la CIA Mockingbird, la cual inició sus acciones en la década de los años 50 del siglo XX, bajo el mando de Frank Wisner, de la dirección de Planes de la propia Agencia.

Esa operación consistió en el reclutamiento de un grupo de periodistas de importantes órganos de prensa, con el fin de difundir informaciones manipuladas para crear matrices de opinión favorables a los planes de la CIA.

Para ese trabajo de Guerra Sicológica, divulgaron noticias falsas y tergiversadas sobre la Revolución cubana, con el propósito de lograr su aislamiento internacional, mientras callaron los crímenes de la dictadura de Fulgencio Batista.

En esa misma línea de mentiras y tergiversaciones circula un libro titulado Cuba sin Fidel, de Julio Patán, mexicano periodista cultural, escritor y conductor de programas de noticias Foro TV y en el Canal 22.

Dicho libro, cargado de falsedades, describe una Cuba al gusto de la mafia terrorista anticubana de Miami, pero lejana a la realidad, donde pretende ocultar las verdades de la Revolución de Fidel Castro.

Ni una palabra para condenar la guerra económica, comercial y financiera impuesta por el imperio del Norte, que busca matar por hambre y enfermedades al pueblo por el solo hecho de haber escogido su propio destino.

El escritor no sabe o no quiere saber, lo que en 1960 escribió el entonces sub Secretario de Estado yanqui, Lester Mallory, cuando en memorando a su jefe afirmó:

“…El único medio previsible que tenemos hoy para enajenar el apoyo interno a la Revolución es a través del desencanto y el desaliento, basado en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministros a Cuba para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

Por supuesto que los efectos de 58 años de esa guerra se sienten y palpan en la isla, pero lo que no menciona el mexicano, nacido en 1968 cuando los estudiantes de su país eran masacrados en la plaza de las tres culturas de Ciudad México, es la resistencia de los cubanos a esa cruel y despiadada guerra y el apoyo mayoritario a los logros del proceso revolucionario.

Desconocedor total de Cuba, intenta desprestigiar una obra que no tiene parangón en el hemisferio occidental, solo describe la Habana despintada y apuntalada de edificios de más de 100 años en la parte más vieja de la ciudad. Sin embargo, no menciona que todos los niños asisten diariamente a las escuelas con uniformes, zapatos y medias blancas, sin que sus padres tengan que pagar un solo centavo, algo inimaginable para millones de mexicanos.

La Habana tiene derrumbes por su antigüedad y falta de mantenimientos constructivos, pero los moradores de esos edificios no quedan a la buena de Dios, son atendidos por las autoridades de forma inmediata, trasladados a centros donde reciben albergue, alimentación y atención médica sin costo, situación que no sucede en México ni en Estados Unidos, donde los damnificados por los últimos huracanas aún esperan la ayuda gubernamental como sucede en la colonia de Puerto Rico.

El conductor de la TV mexicana en su libro Cuba sin Fidel, no hace alusión a la seguridad ciudadana que le permitió caminar las calles habaneras sin temor a ser asaltado, como sucede en México, país que posee record mundial de periodistas asesinados, según la Sociedad Internacional de Prensa (SIP), con 12 muertos en 2017.

Su mala fe es tan alta que trata de crear una atmosfera de represión en la sociedad cubana, al afirmar que aquellas personas que rentan sus viviendas “se ven obligados a tomar los datos del pasaporte e informar a las autoridades migratorias”.

¿Ignorancia? Todos los hoteles del mundo tienen que informar a las autoridades de sus huéspedes, por eso se llenan formularios que incluye el número de pasaporte, algo que protege al extranjero de sucederle algún percance, al conocerse su lugar de estancia.

¿Por qué no plasmó en su libro que no vio en La Habana niños limpiando cristales de autos, haciendo de payasitos en medio de las avenidas, vendiendo baratijas, descalzos o inhalando pegamento para drogarse y calmar el hambre, como sucede en México?

Algunas páginas las dedica a la “larguísima nómina de represaliados”, ¿Dónde vio esa represión? En Cuba la policía no usa cascos, escudos, chalecos antibalas, ni armas largas como la mexicana, no hay carros lanzando chorros de agua, ni balas de goma o gases lacrimógenos.

Ausencia de ética profesional para quien se dice hombre del periodismo.

A Julio Patán le faltó escribir que Cuba, pequeña y bloqueada por el imperio más poderoso de la edad moderna, gracias a Fidel Castro es admirada y reconocida por las Naciones Unidas debido a su labor humanitaria en materia de salud.

407 mil profesionales y técnicos de la salud cubana brindan asistencia en 164 países y en 50 años han atendido a un millón 688 personas en las zonas más recónditas del planeta, algo que no hacen los yanquis ni los europeos, además de operar a 12 millones de pacientes, acción reconocida por la Organización Mundial de la Salud.

En su visión “devastadora” de Cuba, ocultó que gracias a la Revolución existe un desarrollo científico, donde especialistas nacidos y formados después de 1959 crearon las vacunas contra la Hepatitis B; la Meningoencefalitis; Haemophilus Influenza tipo B; Pentavalente contra varias enfermedades contagiosas; anticuerpos monoclonales contra el cáncer;  Heberprot-P, único medicamento contra las úlceras del pie diabético; vacuna contra el cáncer de pulmón; Melagenina contra el vitíligo y muchas más.

Si eso es decadencia de un país, que revise el suyo para que vea la miseria por doquier; los asesinatos y desaparecidos, como los 43 estudiantes de Ayotzinapa; carteles de las drogas matando a su antojo y una corrupción generalizada que pudre esa sociedad, situación que no se atreve a denunciar a profundidad por temor a ser la próxima víctima.

Si la intención es afectar el turismo como desea Estados Unidos está fracasado.   En el 2017 Cuba recibió a cuatro millones 700 mil turistas que aprecian sus bellezas y problemas, su cultura y altos niveles de instrucción, verdad que Washington pretende ocultar con periodistas que se prestan para sus campañas mediáticas.

Razón tenía José Martí cuando expresó:

“En la tierra hay más ratas que águilas”