Regresó la política del gran garrote

Por Arthur González.

El actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha retomado la política del Gran Garrote, puesta en marcha a inicios del siglo XX, por el entonces jefe de la Casa Blanca Teodoro Roosevelt.

Con ciertos afeites ajustados a la actualidad, Trump declaró hace solo unos días sin el menor sonrojo: “Déjenlos votar contra nosotros. Ahorraremos mucho. No nos importa. Pero así no solía ser donde ellos podían votar en tú contra y luego les pagas cientos de millones de dólares y nadie sabe lo que están haciendo”.

Estados Unidos aporta miles de millones de dólares a otros países, por tanto, quienes no lo apoyen dejarán de recibir esa ayuda.

Esas ideas las expresó después que la Asamblea General de las Naciones Unidas votaran en mayoría contra la decisión de trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, lo que viola las resoluciones adoptadas hace décadas por la ONU de no reconocer a esa ciudad tomada por Israel, para evitar más conflictos.

Ante ese burdo chantaje, típico del Tío Sam de los siglos XIX y XX, el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, decidió el día de Navidad de este año 2017, trasladar su embajada a Jerusalén, paso que también están analizando otros peones.

Estados Unidos presiona desesperadamente a sus aliados, en especial a los países pobres que dependen de su ayuda económica, como vieja fórmula para lograr sus propósitos.

Las medidas ejecutadas por los yanquis le han permitido dividir a América Latina, y reponer gobernantes de derecha que eliminaron las políticas sociales aplicadas a favor de los pueblos, como sucedió en Argentina y Brasil, financiándoles campañas mediáticas para confundir a los pueblos y lograr el voto popular a favor de los candidatos que responden a Washington.

Sin embargo, países como Venezuela que resiste una de las guerras económicas y propagandísticas más crueles de la historia, para tratar de que el pueblo se enfrente a la Revolución Bolivariana, resiste estoicamente y denuncia de forma permanente las presiones de Estados Unidos, apoyadas por Canadá, España y el parlamento europeo, quienes a la vez que se suman a esa guerra contra el pueblo venezolano, hacen silencio sobre la represión en Argentina, la corrupción galopante en México, el robo de las elecciones en Honduras y los constantes asesinatos de líderes sociales en Colombia.

Esa es la democracia made in USA que pretenden imponerles a los pueblos, con el empleo de la fuerza como mecanismo de dominación.

Los latinoamericanos jamás podrán olvidar la historia de las consecuencias de esa nefasta política del llamado Big Stick o Gran Garrote, que llevaron a cabo los yanquis y culminó con intervenciones militares en República Dominicana, Panamá, Nicaragua, México, Haití y Cuba, todas desde que Roosevelt la puso en práctica a inicios del siglo XX.

No son los mismos tiempos y hoy los ciudadanos saben a lo que se exponen si se equivocan en sus decisiones a favor de dirigentes que se arrodillan ante los pies de los presidentes de Estados Unidos.
Vergüenza para esos presidentes que se dejan chantajear por dinero.

Por eso siempre habrá que recordar a José Martí cuando nos alertó sabiamente:

“Los Estados Unidos se han palpado los hombros y se los han hallado ancho. Por violencia confesada, nada tomarán. Por violencia oculta, acaso. Por lo menos, se acercarán hacia todo aquello que desean”.

 

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