Arthur Gonzalez.
No está esclarecido que originó los sentimientos anticubanos de Doña Esperanza Aguirre, presidenta del Partido Popular (PP) de Madrid, pero su odio visceral a la Revolución es tan fuerte, que la descomponen totalmente hasta la victoria de un simple partido de voleibol.
Dicen sus allegados que desde hace unos días está con dolores de vesícula y con la bilis rebozada, al conocer que la Audiencia Nacional Española se opuso a que el Gobierno de Mariano Rajoy le conceda un indulto a Ángel Carromero, dirigente de la juventudes del PP, condenado en Cuba a cuatro años de cárcel por ser responsable de la muerte de dos cubanos asalariados de Miami, Oswaldo Payá y Harold Cepero.
La copa de doña Esperanza se rebozó cuando recibió la noticia del rechazo de la Fiscalía de España, a admitir la querella presentada por la familia de Oswaldo Payá contra dos oficiales de la Seguridad del Estado cubana, a quien pretendían responsabilizar por la muerte del asalariado, como parte de la campaña de tergiversación conformada por los norteamericanos contra Cuba y que le permitió a su viuda y los tres hijos, obtener una visa de refugiados políticos en los Estados Unidos.
La Audiencia Nacional española al oponerse a la solicitud de indulto para Carromero, declaró que este antes del accidente acontecido en una carretera cubana por viajar a exceso de velocidad, tenía seis multas de tráfico impuestas en España y no mostraba arrepentimiento por el lamentable suceso.
Esta declaración irritó aun más a la Doña, al ser ella quien personalmente envió a su subordinado a la Isla para que repartiera dinero e instrucciones a los contrarrevolucionarios, con el fin ejecutar actos provocativos contra el gobierno cubano, increpando a la Audiencia al expresar: «de qué tiene que arrepentirse Carromero».
La terquedad de Doña Esperanza no le permite analizar la irresponsabilidad del joven dirigente del PP y su gusto por la velocidad al conducir, situación que causó la muerte de dos seres humanos.
Es precisamente ella la que tiene que sacar lecciones y no inmiscuirse más en los asuntos internos de otro Estado, y menos aun financiar a elementos para que lleven a cabo actos que afecten la seguridad de un país que mantiene plenas relaciones diplomáticas, consulares y comerciales con España, a pesar de tener sistemas políticos diferentes.
Doña Esperanza tiene que aprender de este triste pasaje y tomar en cuenta lo expresado por el prócer mexicano Don Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
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