Durante sus días de campaña por alcanzar la postulación de sus respectivos partidos, Newt Gingrich y Mitt Romney se dedicaron a prometer acciones más agresivas contra Cuba, en el supuesto caso de que alguno de ellos alcanzara la presidencia norteamericana.
Sin duda alguna, ambos quisieron congraciarse con la mafia cubana batistiana radicada al sur de la Florida, pues conocen que a esa crápula les gusta escuchar tales promesas, aunque hace 53 años que esperan lograr sus trasnochados sueños de recuperar el poder político y económico en la Isla y por supuesto ponerlo nuevamente al servicio del Imperio, como en los buenos tiempos en que el Tío Sam y Mamita Yunai eran los que mandaban.
Pero ambos candidatos no quisieron hablar de los problemas de su país y solo se refirieron a los que supuestamente tiene su vecino al sur del estrecho de la Florida, en los que sus pobladores no votan por ellos ni les importa quien gane.
Newt Gingrich y Mitt Romney no dijeron ni una sola palabra de los activistas del movimiento Occupy Miami, filial del los protestante de Wall Street, acampados en la llamada Ciudad del Sol desde hace meses, ni de sus reclamos por un mundo mejor y más justo para ellos y sus familias, por el derecho a ser tratados como seres humanos, con asistencia médica y educación con se merecen, ya que se sabe que EE.UU. tiene el peor sistema médico del hemisferio occidental.
Claro está, referirse a esos protestantes no les daba posibilidades de recaudar dinero de los mafiosos de origen cubano, y por tanto endulzarlos para que votaran por uno de ellos. Por eso solo quedaba el camino de las amenazas al gobierno revolucionario, de prometer mas acciones de Guerra Económica y quizás de hasta aumentar el actual presupuesto de 20 millones de usd anuales para las actividades subversivas que intentas ejecutar con los planes de Guerra Sucia contra Cuba.
Precisamente, por ser obviados en las campañas presidenciales los 14 millones de desempleados de los EE.UU., los millones que hoy viven en niveles de pobreza, los millones de hombres y mujeres sin casas que duermen bajo los puentes, en parques, escaleras o en los pasillos del metro de New York; seguirán ocupando las plazas y parques, aunque como respuesta solo reciban la más brutal represión policiaca, los desalojen temporalmente de sus lugares de protestas y no sean apoyados por la prensa en cruzadas mediáticas, por ser víctimas de las más crueles violaciones de derechos humanos.